En el verano del fenómeno Barbie y el magnetismo y la espectacularidad de Oppenheimer, Hollywood ha dejado en un segundo plano a uno de los estrenos más esperados del año: Napoleón, la nueva película de Ridley Scott. Si bien hace un mes Apple ya mostró un jugoso tráiler, la superproducción no llegará a los cines españoles hasta el próximo 24 de noviembre. Y a pesar de que todavía queda mucho para su estreno, el biopic sobre una figura tan compleja como la del emperador francés que empujó a toda Europa (y al mundo) a una serie de catastróficas guerras ya está siendo sujeto de polémicas.
En una de las primeras entrevistas que ha concedido para analizar el filme, Scott ha explicado que su principal objetivo ha consistido en tratar de entrar en la mente de Napoleón y descubrir cómo se convirtió en una figura tan exitosa. Pero no será una simple historia de victorias y heroísmo, también se narrarán las múltiples contradicciones y las facetas más oscuras del corso, interpretado por Joaquin Phoenix —realizador y actor vuelven a cruzar sus caminos más de dos décadas después de Gladiator—, o su tumultuosa relación con Josefina Bonaparte, a la que dará vida (Vanessa Kirby).
"Lo comparo [a Napoleón] con Alejandro Magno, Adolf Hitler, Stalin. Tiene muchas cosas malas en su haber. Pero al mismo tiempo destacó por su coraje, su poder y su dominio. Fue extraordinario", ha señalado Ridley Scott en una entrevista con la revista británica Empire. Las declaraciones del director de Blade Runner, Black Hawk derribado o la más reciente El último duelo, sobre todo esa comparación del corso con los dos sanguinarios dictadores nazi y soviético, han levantado la primera controversia histórica en torno a la película.
Pierre Branda, director académico de la Fundación Napoleón, institución enfocada en el estudio de la época del Imperio napoleónico y el Segundo Imperio francés (1852-1870), ha criticado el paralelismo trazado por el cineasta. "Es bastante molesto. Mientras que Hitler y Stalin no construyeron nada y solo causaron destrucción, Napoleón edificó cosas que hoy todavía siguen en pie", ha puntualizado, según informa The Times.
El emperador galo fue el fundador de la Francia moderna, pero también un déspota (ilustrado) que alcanzó el poder a través de un golpe; impulsó los liceos y un sistema legal que garantizaba la igualdad de todos los franceses ante la ley, la libertad personal frente a los arrestos arbitrarios, la separación de la Iglesia y el Estado o la desaparición de cualquier privilegio por razón de nacimiento, aunque ello no rebaja sus comportamientos misóginos y racistas; fue, sobre todo, un militar inteligentísimo, casi invencible —participó en sesenta batallas y asedios y solo perdió siete—, cuya ambición desmesurada provocó un baño de sangre: las Guerras Napoleónicas se saldaron con un coste de unos tres millones de vidas militares y otro millón de civiles.
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En los debates maniqueos, quienes dibujan a Napoleón como un monstruo tiránico resaltan su campaña de exterminio racial en la actual Haití para recuperar la esclavitud. "Fue el mayor error que cometí en toda mi época de gobierno", reconocería años más tarde. El corso murió el 5 de mayo de 1821 desterrado en la isla de Santa Elena tras su derrota definitiva en la batalla de Waterloo (1815). El premier británico Wiston Churchill lo definió como "el mayor hombre de acción nacido en Europa después de Julio César". Y precisamente él también prohibió a los miembros de su gabinete que equiparasen al corso con Hitler, ha recordado Pierre Banda.
Thierry Lentz, director de la Fundación Napoleón, ha opinado que la visión de Ridley Scott puede estar influida por los trabajos de algunos historiadores británicos como Desmond Seward, autor de Napoleon and Hitler. A Comparative Biography, publicado en 1988. Los orígenes humildes, ascender al poder por un golpe de Estado o expandir su influencia a través de la guerra son algunas de las razones que esgrimía el investigador en su libro para justificar la equiparación.
Lentz ha apuntado que esta obra es una "combinación de postulados maniqueos, predilección por lo espectacular y abundancia de humo". Y ha añadido que "Napoleón no destruyó ni a Francia ni a Europa": "Posteriormente, su legado fue celebrado, aceptado y ampliado, incluso en países que habían sido sus adversarios. Ninguna mancha moral hace que su personalidad sea negra y abyecta". La polvareda histórica en torno a la esperada película ya ha comenzado, y eso que quedan varios meses todavía para su proyección.