Tiene fama Hong Sang-Soo (Seúl, 1960) de ser el Rohmer coreano y no faltan motivos. Como en las películas del llorado maestro francés, verso suelto de una Nouvelle Vague a la que siempre fue fiel a su manera, en las películas de Sang-Soo parece que no pasa nada, o que pasa muy poco, y acaban reflejando aspectos hondos del ser humano sin recurrir a tramas especialmente dramáticas ni "grandes sucesos". Como en las primeras películas de Woody Allen, aunque con un tono mucho más sosegado, lo principal suelen ser personajes hablando sin parar, manteniendo conversaciones muchas veces en apariencia banales entre otras cosas porque uno de los clásicos del director es representar encuentros entre desconocidos.
Las sutilezas del comportamiento humano, la forma en que al hablar incluso de lo que parece más insignificante revelamos nuestro interior por lo que decimos, lo que callamos, lo que ocultamos en esa forma ridícula que tenemos de tratar de engañar a los demás y nosotros mismos, son la esencia de un cine hermoso. Y En lo alto es una modélica película de un director talentoso y prolífico ya que tiene en su haber más de treinta películas.
Hay quien dice que siempre hace la misma película, pero como en una sinfonía compleja de Bach, cada una de esas versiones "de lo mismo" nos ofrece una nueva sutileza, un nuevo matiz que componen un mosaico humano apasionante, a veces romántico, a veces feliz, muchas veces un poco triste, con una melancolía al mismo tiempo desencantada pero humanista. Los seres humanos somos débiles y un poco tontos, pero el director nunca quiere ser muy duro con nosotros, como si nos mirara como un padre bondadoso.
En la película vemos primero el encuentro entre un maduro director de cine (Kwon Haehyo, alter ego del propio Sang-Soo) con una elegante diseñadora de interiores (Lee Hyeyoung), vieja conocida a la que lleva años sin ver. El motivo es quiere presentarle a su hija, licenciada en Historia del Arte, para que la acepte como aprendiz en su taller. En sucesivas secuencias veremos lo que pasa en el segundo encuentro entre ambos, la relación del director con una agente inmobiliaria y la forma en que va cambiando la dinámica emocional entre la decoradora y el cineasta cuando se lía con su amiga y se convierte en su casera.
Un edificio del centro de Seúl del que es propietaria la interiorista se convierte en el escenario casi único de En lo alto. Un edificio angosto marcado por el contraste entre un sótano asfixiante y un apartamento con una terraza estupenda con vistas. De uno a otro, los personajes suben y bajan las escaleras, en una película donde conocemos a un cineasta que por una parte disfruta las ventajas de su celebridad y por la otra sufre porque no puede conducir a buen puerto sus proyectos y comienza a estar cansado de luchar contra productores y presupuestos.
[Un documental indaga en el lado "humano y tierno" de Alfred Hitchcock (que no será cancelado)]
Detallista y conmovedor retrato de personajes, también vemos a una mujer madura, refinada y solitaria, con un lado oscuro, más bien cotilla, celoso y entrometido. Y a una joven desnortada abrumada por la fama de su padre a sumar una fan absoluta del maestro. La fama, un tema que ya ha tratado otras veces el coreano, se impone como uno de los temas de un filme en el que nos habla también de esas "afinidades electivas" de Goethe, la forma en que pequeños gestos, comentarios al vuelo o simples actitudes que parecen superfluas hacen que nos atraigan o repelan los demás