20 años de la muerte de Leni Riefenstahl, la cineasta que convirtió a Hitler en un 'rockstar wagneriano'
La directora alemana fue la encargada de dirigir los documentales 'El triunfo de la voluntad' y 'Olympia' que encumbraron al Partido Nazi.
9 septiembre, 2023 01:50Siempre decía que ella no vivía en el pasado, ni de él. Aunque la realidad es que Leni Riefenstahl (Berlín, 1902- Pöcking, 2003), que falleció a los 101 años un 8 de septiembre hace dos décadas, no consiguió desprenderse nunca del suyo. Su nombre (y su cine) quedó para siempre marcado por el fantasma del nazismo.
En un principio, Riefenstahl iba para bailarina, pero se le cruzó por el camino una lesión de menisco y el cine de Arnold Fanck. El filme de Fanck, La montaña del destino, fue el que le enseñó a Riefenstahl que había otra forma de hacer cine. El realizador alemán se lanzó a las montañas y tuvo la osadía de filmar todo lo que le rodeaba, creando brillantes composiciones, secuencias llenas de movimiento y dando a luz al género cinematográfico del alpinismo invernal.
De su talento como actriz y su admiración hacia Fanck, surgió la posibilidad de protagonizar una de sus películas, La montaña Sagrada. Tras esta primera aparición, Riefenstahl encadenó seis películas más con el mismo escenario y bajo la dirección del cineasta.
[Cien años de Leni Riefenstahl]
La necesidad de ponerse detrás de las cámaras fue germinando en su interior, hasta que en 1932 se embarcó en el rodaje de su primera película La luz azul, con la que ganó la medalla de plata del Festival de Venecia. Una historia sobre unos aldeanos que temen que una de las mujeres del pueblo sea una bruja, debido a que es la única persona que puede escalar una peligrosa montaña.
Riefenstahl se convirtió en una de las pocas mujeres cineastas en la Alemania del momento, y la montaña se erigió en su vida como símbolo de su coraje y su espíritu atrevido. Para muchos, fue una pionera, que buscó evitar el estatismo imperante en el audiovisual y apostar por el movimiento. Para otros tantos, solo fue la cineasta que ayudó a que el movimiento nacionalsocialista se alzase en su máximo esplendor.
En su libro autobiográfico, Conversaciones con Riefenstahl, la cineasta marca su primer encuentro con el führer como una "fecha clave" en su vida: "En el Berliner Sportpalast asisto a un mitin y escucho por primera vez un discurso de Adolf Hitler. Me intriga el jefe del Partido Nazi y le escribo una carta. Unos meses más tarde nos encontramos. Me pide que haga una película para él", escribe la berlinesa.
Era 1933, Hitler acababa de ser nombrado canciller y el Ministerio de Propaganda Nazi, liderado por Goebbels, le encarga a Riefenstahl filmar la concentración del partido en el Campo Zeppelin de Núremberg. De ahí surgió La victoria de la fe, que realizó con la ayuda del prestigioso camarógrafo Walter Frenz, con el que más tarde colaboraría también para otros de sus míticos filmes. El cortometraje resulta una decepción para la cineasta, debido a la poca antelación que tuvo para prepararlo y sus problemas para integrarse en un partido político al nunca llegó a afiliarse, pero no para Hitler.
El dictador confía en la cineasta, le anima y le encarga una nueva película para el siguiente congreso, dándole carta blanca y todos los medios posibles. El resultado fue El triunfo de la voluntad (1934) el famoso documental propagandístico que consiguió el León de Oro en la Mostra de Venecia (1935) y Gran Premio de las Artes y las Técnicas en la Exposición Universal de París (1937).
No fue para menos la satisfacción de Hitler. Riefenstahl retrató al líder de Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) como un rockstar wagneriano, y su palabra se difundió por todos los rincones del mundo. Las banderas, los discursos, los desfiles, los gritos ensordecedores de hombres y mujeres; la directora consiguió capturar la ebullición y la movilización del NSDAP por aquella época.
En 1976, en una entrevista para Playboy, David Bowie se atrevió a decir que "Adolf Hitler fue una de las primeras estrellas del rock". "Mira algunas de sus grabaciones y ve cómo se movía. Creo que era igual de bueno que Mick Jagger. Es sorprendente. Y cuando llegaba a ese escenario, manejaba al público. Él no era un político. Era un artista de los medios. Usó la política y la teatralidad, creó esta cosa y controló el show durante 12 años. El mundo nunca volverá a ver nada parecido. Él escenificó un país", aseguró el cantante que, por aquel entonces coqueteaba con el fascismo.
Ese show al que se refiere Bowie fue uno de los mayores genocidios de la historia, pero sus argumentos pueden llegar a explicar el éxito que tuvo, no solo la oratoria de Hitler en los más de 500 mítines que dio por toda Alemania, sino también el poder propagandístico de los medios de comunicación de masas, y en concreto, de los filmes de Riefenstahl.
Como Olympia (Los dioses del estadio), el documental sobre los polémicos Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, que dirigió a pesar del poco interés de Hitler por la competición. En sus escritos, la cineasta aseguró que el filme es "una celebración de todos los atletas y un rechazo a la teoría y superioridad aria", aunque no fue bien recibida por los estudios norteamericanos. Aún así, de nuevo, el largometraje sorprende por las técnicas fílmicas tan avanzadas para la época, "aún más impresionantes" que su antecesora película, según recogió la prensa de la época.
Al terminar la guerra, la cineasta fue apresada y "desnazificada" por los norteamericanos y los franceses. Liberada en 1952, la berlinesa consiguió realizar el que fue otro de sus proyectos de ficción: Tiefland, que gracias al apoyo de Jean Cocteau, presidente del jurado del certamen, se presentó en el Festival de Cannes.
Riefenstahl siempre defendió que no estaba al tanto de los planes de Hitler ni de Goebbels, y que tras asistir en Polonia a una masacre de civiles, pidió al dictador que abandonase sus terribles prácticas. También que sus obras eran apolíticas. Porque tal y como apunta la escritora Susan Sontag en su ensayo Fascinating Fascism, la cineasta prefirió "dar la impresión de que sólo fueron dos documentales en una larga carrera como directora de películas de ficción, pero lo cierto es que cuatro de las seis películas que dirigió eran documentales realizados para el Partido Nazi y financiados por él".
Sontag fue muy crítica también con el camino que llevó la cineasta en la última parte de su vida, cuando visitó la tribu Nuba, al sur de Sudán, y realizó cientos de fotografías, de las que surgió el libro: The Last of the Nuba. Para ella, este fue "el último y necesario paso para su rehabilitación", una forma de justificar que su trabajo siempre se movió en pos de la belleza, no de la propaganda.
Una justificación baldía ya que, para Sontag, las fotografías de la tribu, "su pueblo adoptado", dan continuidad con su obra nazi, creando un retrato de un pueblo que subsiste en pura armonía con su entorno, al margen de la civilización. Y porque en el fondo, "todo el que defienda las películas de Riefenstahl como documentales, si hemos de distinguir el documental de la propaganda, estará siendo ingenuo".
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