La historia es tristemente real y archiconocida: en 1972, el Vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya cayó en el corazón de Los Andes. Al momento, fallecieron 29 de los 45 tripulantes, la mayoría jóvenes jugadores de un equipo de rugby. Para quienes sobrevivieron, ese sería solo el inicio de una larga espera para el rescate… Atrapados en uno de los lugares más hostiles e inaccesibles del planeta, los pasajeros tuvieron que tomar medidas extremas para salir de allí y contarlo. Desde entonces, su testimonio se ha convertido en una leyenda terrorífica entre quienes sufren de aerofobia y un cruce moral clave para comprender hasta dónde estamos dispuestos a llegar para asegurar nuestra supervivencia.
En Venecia, esta mañana presentaban la película el director Juan Antonio Bayona, las dos productoras españolas (Sandra Hermida y Belén Atienza, de El Arriero Films) y parte del elenco protagonista: Enzo Vogrincic (Numa Turcatti), Agustín Pardella (Nando Parrado) y Matías Recalt (Roberto Canessa). Al tratarse de un accidente reciente y con supervivientes, también han podido asistir estos tres tripulantes, que lograron salir con vida del accidente. También Pablo Vierci, compañero de los protagonistas y autor del libro La sociedad de la nieve, que Bayona adapta para el film.
“Leí el libro mientras preparaba Lo imposible. Entonces pensaba que conocía la historia, pero me di cuenta de que sólo conocía la punta del iceberg. El último día de rodaje de Lo imposible compramos los derechos de la obra (eso fue en 2011), y por lo que le pasa a un director cuando tiene la necesidad de contar una historia… Les envié un mail a los supervivientes”.
La película, de hecho, abre con una reflexión del narrador, Numa, acerca de la necesidad de volver a recrear unos hechos de sobras conocidos. Explica Bayona: “Sentí que ellos también tenían la necesidad de cerrar algo. Ahí empezamos a pensar qué era eso, e intentar entenderlo nos ha costado bastante tiempo”.
Pablo Vierci recuerda: “Ese primer mail, que Jota [Bayona] me envia a mí, en mayo de 2011, fue como un meteorito transatlántico que golpeó en el corazon y el alma de los supervivientes y en la mía”. En ese correo, el cineasta detallaba que quería “honrar” dos frases del libro, que Vierci ha citado: “Si al hombre le quitas todas las capas, surge un ser desnudo y ese ser desnudo es generoso, contraintuitivo, contrafáctico”.
Finalmente, firmarían un guion el mismo Bayona, junto con Jaime Marques, Nicolás Casariego y Bernat Vilaplana, montador habitual del cineasta, que debuta escribiendo. En 2016 empezaba uno de los rodajes más difíciles del último cine español.
Rodar, misión (casi) imposible
El accidente real ocurrió el 13 de octubre de 1972, en un glaciar a 3.500 metros de altura. El grueso del rodaje de La sociedad de la nieve se desarrolló prácticamente cuatro décadas más tarde y a 3.000 metros, cerca de una estación de esquí en Sierra Nevada. “Eran las condiciones más similares a las que podíamos acceder dentro de Europa, aunque antes yo me desplacé al Valle de las Lágrimas [la localización real en Los Andes]. Es un lugar donde uno se da cuenta de lo que hicieron estos hombres, reinventar la vida donde no era posible”.
“No se puede entender esta historia sin entender el contexto, la sensación del lugar, el hambre, el frío”, continúa. “Intentamos recrear eso para entenderlos. Fuimos al Valle de las Lágrimas, rodamos algunas escenas con los actores allí, tanto en el lugar donde cayó el avión como donde pasaron en la caminata [que los devolvería a la civilización]”. Aplaudimos a la directora de localizaciones, Lluna Jové (responsable también de la serie Alma), que dio con el enclave idóneo para recrear las condiciones extremas que soportaron los tripulantes en un rodaje que duró más de 140 días, de forma cronológica. Eso en cine, bromean las productoras, ya no es rodar a contrapelo: es casi misión imposible.
Una prueba iniciática para las estrellas emergentes del cine latino
A Enzo Vogrincic, uruguayo, lo descubrimos interpretando a una especie de Ronaldo en plena crisis existencial junto a Martín Barrenechea y Nicolás Branca. De entre los tres presentes, es quizás la estrella más señalada. Para los más localistas Matías Recalt y Agustín Pardella, La sociedad de la nieve será una posible puerta de entrada al mercado internacional. Sin embargo, destacaba Bayona que no ha podido haber estrellas ni favoritismos en un rodaje de campo.
“Unos 40 actores tuvieron que hacer una semana de cuarentena. Eso ya fue creando un vínculo, que se fortaleció durante dos meses de ensayos, en los que repasamos toda la historia en una nave industrial en Barcelona y los enviamos a conocer a los supervivientes y las familias de los fallecidos. Luego rodamos durante 140 días”. Una nueva familia, que se dice en el cine: “Era muy bonito ser testigo de cómo formamos esa ‘sociedad de la nieve’, ver cómo se cuidaban todos y como si alguien estaba un poco de bajona el resto lo animaban”.
Agustín Pardella ha dedicado unas breves palabras a la “generosidad” de los supervivientes, que mostraron una “apertura emocional absoluta sobre uno de los momentos más oscuros de su vida”. No obstante, cuenta Bayona, el reto fue sobre todo físico. Filmaron dentro de un fuselaje de 14 metros, que se reduciría a los siete metros por el alud y a medio metro de altura, con 19 actores, ocho dummies (cuerpos falsos) y un equipo de cámara entero, dirigido por Pedro Luque (No respires 2). “Teníamos que rodar como pudiéramos. Si rodábamos como lo hago en el resto de mis películas, con más dominio sobre la coreografía de la cámara, la película resultaba artificial”.
[Así ha sido el Festival de Venecia sin estrellas debido a la huelga de actores]
Bayona llama “estímulos” a las condiciones de frío y hambre a las que el reparto tuvo que someterse para resultar creíble (“perdieron mucho peso porque comían muy poco”) y lo justifica así: “Yo creo que todo era cuestión de empatía. Creo que aun en el rodaje ellos necesitaban la validación por parte de los muertos”. El reto pasaba por “meter el actor primero [en la historia] y que el actor, luego, metiera al espectador dentro de ese avión”. Vogrincic se ha quejado sólo un poco: “A las dos horas en el set, dejabas de sentir los pies. Estabas en el set y todo era dolor, pero justo ahí estaba el alimento para todo lo que tenías que actuar”. Interpretación de método, llevada al extremo: “Estabas todo el tiempo queriendo comer, distrayéndote hablando y pensando en comida”.
Las dos responsables de coordinar que todo esto finalmente saliera adelante fueron las productoras Belén Atienza y Sandra Hermida, colaboradoras habituales de Bayona y detrás de producciones de gran empaque, españolas e internacionales. Atienza explica que sufrieron, sobre todo, por inclemencias del tiempo: “La meteorología nos obligaba a estar adaptándonos constantemente” (se sabe que tuvieron tormentas de nieve, anticiclones, oleadas de polvo venidas desde el norte de África).
Aunque Hermida puntualiza que lo más difícil fue “ir contra la fragmentación. Quienes hacemos cine sabemos que las películas se ruedan siempre a trocitos. El orden cronológico iba completamente a la contra”. Continúa: “Nunca había rodado con tantos actores al mismo tiempo, todos los días, en un sitio minúsculo y en unas condiciones de tanta complejidad, con unos actores completamente focalizados en hacer bien su trabajo”. En el cine el sufrimiento, como el placer, es siempre compartido.
¡Viven!, o escribir entretenimiento a partir del dolor ajeno
Hay dos otras versiones cinematográficas del accidente de Los Andes. La primera era un film de explotación mexicano que llegó cuatro años más tarde del rescate y que prácticamente ha quedado relegada al olvido. Se llamaba ¡Viven!, título que la versión de Frank Marshall de 1993 recicló para adaptar un libro de Piers Paul Read, con Ethan Hawke, Vincent Spano, Bruce Ramsay y John Malkovich como protagonistas.
Los periodistas en la sala, naturalmente, han preguntado por la opinión de los supervivientes sobre las otras versiones de la historia. Nando Parrado la ha aplaudido en nombre de los tres: “Sólo podemos agradecer a Pablo y a Jota haber creado algo muy diferente de todo lo que se ha hecho con la historia hasta el día de hoy”, y han concluido que “después de ver esta película se van a dar cuenta de lo que realmente fue”.
Para con las otras versiones, Bayona ha subrayado “una diferencia esencial, y que habla del cine”. Sin dar nombres, justificaba: “La misma historia, al desplazar el punto de vista, tiene un significado completamente diferente”. Bayona continuaba diciendo que “hay que mirar a aquellos que se quedaron en la montaña, aquellos que fueron fundamentales para que los supervivientes regresaran. Esos fueron los auténticos héroes, no los que Hollywood contó a lo grande. Creo que esa es una transgresión absoluta al relato y le cambia completamente el significado”.