¿Las tragedias sacan lo peor o lo mejor del ser humano? Esa es la pregunta que se hace J.A. Bayona (Barcelona 1975) en su última película, La sociedad de la nieve, que ha presentado en el Festival de San Sebastián -dentro de la sección Perlak- tras clausurar Venecia y que ha sido seleccionada por la Academia de Cine para representar a España en los Oscar. El filme reproduce el espantoso accidente que sufrieron en 1972 los 45 tripulantes de un avión, casi todos de un equipo uruguayo de rugby, sobrevolando la Cordillera de los Andes.
Solo sobrevivieron 29 y no todos llegaron con vida al final de su martirio, perdidos en uno de los rincones más remotos del planeta sin comida, agua y a temperaturas extremas de frío. Como es sabido, porque es una historia muy conocida, salvaron la vida comiendo los cadáveres de los que iban cayendo.
Con una duración de más de dos horas, una producción espectacular que busca el máximo realismo, creando un cine puramente sensorial, Bayona ha conseguido levantar esta superproducción en español y con actores uruguayos como Enzo Vogrincic, quien interpreta a Numa, el protagonista.
Una odisea de dolor, sufrimiento, pérdida y muerte pero también de solidaridad, belleza y amistad, en la que el propio acto del canibalismo, lejos de ser una barbarie morbosa, se convierte en un acto espiritual de amor. “Es el relato de los supervivientes, el personaje número 17 de la película serían los muertos", asegura Bayona a El Cultural en San Sebastián. "Lo que es escabroso se convierte en una decisión humanista del relato. Eso me interesaba, ese cambio en el punto de vista”.
[Jordi Évole sobre su documental con Ternera: “Lo más fácil era quedarse en casa. Orgullo absoluto”]
Viendo la película, quizá acabemos pensando que el ser humano, en su esencia, y aunque muchas veces parezca lo contrario, es bueno. “Me interesa más esta conclusión que no la otra, la otra ya la veo cada día. Me gusta ver películas para cambiar esa realidad", continúa el director de Lo imposible. "Hay algo notorio en el libro en que se basa la película [escrito por Pablo Vierci] y es que no creo que sea ingenuo o buenista, hay muchas luces y sombras. Hay personajes que hicieron mucho y murieron y otros que no hicieron tanto y se salvaron. No son héroes, pero algunos hicieron cosas muy notorias. Lo que es seguro que en 72 días se cuidaron, no dejaron a nadie atrás y no cundió el pánico”.
A la conversación con Bayona se une Gustavo Zerbino, uno de los supervivientes. “Es fundamental confiar, aceptar la realidad tal cual es, atravesarla y dar la mejor versión de ti mismo a cada instante. No se puede avanzar en la vida mirando el espejo retrovisor. Lo que vivimos en los Andes era nuevo, no había punto de referencia. Si no lo aceptas, no sales de ese infierno. Cuando lo aceptas, te aparecen infinitas oportunidades. En la vida tienes dos opciones. Cuando te quejas eres parte del problema y cuando agradeces eres parte de la solución. Solo no puedes, pero si tiendes la mano, tienes un amigo que te cuida, te abraza, te pega fuerte para que no te puedas congelar”.
Esa búsqueda de lo “esencial” de la vida se convierte en un elemento clave en el filme. “Queremos recrear la forma de conseguir agua, comer, dormir… y se convierte en un espejo de lo que es importante y de lo que no", cuenta Bayona. "Es una regresión a un estado casi prehistórico. Hay un simbolismo antropológico muy interesante. La gente quiere ver esta película porque quiere saber sobre sí misma, reflexionar sobre dónde están los límites. ¿Hasta dónde llegarías en esta situación?”.
El propio director asegura haberse llevado una gran lección de vida: “Vuelvo a casa con un viaje muy intenso, más grande casi que la propia película, porque vivimos nuestra propia aventura. Ese acto de irnos a la montaña, dormir allí, formar un grupo que construyó un vínculo muy fuerte… Nos metimos en esta historia, intentando replicarlo para entenderlo”.
El aparatoso accidente de avión, que Bayona filma metiéndonos en la piel de los personajes, es crucial. “Pensamos mucho sobre el accidente. En la primera versión del guion lo veíamos desde la cabina. Y luego pensamos que era darle demasiado foco y atención, así que lo quitamos. Hubo una propuesta de contarlo de una manera muy desdramatizada, visto de lejos, pero no hacia justicia. En el libro dicen que tuvieron un aprendizaje a palazos, de cero a cien, y eso intento transmitir".
¿Cine de autor o comercial?
Con un tono seco y naturalista, en la mayor parte del metraje Bayona se acerca al puro cine de autor, mientras que el final resulta más hollywoodense. El director, sin embargo, rechaza estas etiquetas. “Por suerte, he crecido viendo cine en TVE, donde no se discriminaba entre cine comercial y de autor. Veías películas de John Ford, Herzog, Hitchcock, Truffaut o Kurosawa. Y las vi muy de niño y ahí se rompen las etiquetas. Las etiquetas las ponéis más la prensa. Un monstruo viene a verme en Estados Unidos es de cine de autor y aquí, cine comercial”.
['El otro lado': Berto Romero, Iker Jiménez y el fantasma del buen periodismo]
Al final, eso sí, suenan los violines. Bayona explica: “Es una película muy dura, mucha gente me ha agradecido los 30 minutos finales cuando conectas con la verdad del relato, no con la realidad. En la realidad no sonaron los violines. El fotógrafo me preguntaba de dónde viene esa luz, viene de donde viene la música. El cine te acerca a la verdad, porque en ese momento para ellos sonaban como violines. Al final podemos respirar, por fin, salen de un pozo muy oscuro a la luz, muy confundidos”.
Zerbino concluye reflexionando sobre las valiosas lecciones de esta historia. “Sin lugar a dudas es la mejor película sobre esta historia", explica el superviviente. "Es una interpretación artística de la realidad. Es una película tan maravillosa que parece real. Esa es la virtud más grande de J. A. Bayona, obsesivo por reproducir lo que pasó con una tecnología y un equipo increíble. Lo importante es que nosotros éramos amigos, la energía más grande es el amor".
"Nuestra historia es una historia de amistad, amor, solidaridad y vocación de servicio", finaliza Zerbino. "Son los valores los que producen ese collar quebrado por la vida. Tienes que cuidar para que te cuiden. Si no eres parte de un grupo de amigos, de una gran familia, estás perdido”.