Meg Ryan (1961) ha vuelto. Tras ocho años de retiro hollywoodense, la actriz estrena en Estados Unidos Lo que sucede después (What happens later), una comedia romántica escrita, dirigida y protagonizada por ella misma, sin fecha de estreno en España, junto con David Duchovny (Californication, Expediente X, Twin Peaks), que relata el reencuentro de una pareja en un aeropuerto, al quedarse encerrados por una tormenta de nieve.
No es la primera vez que Ryan está detrás de las cámaras, ya lo hizo en 2015 con Ithaca, un drama bélico en el que contó con su compañero cinematográfico por excelencia, Tom Hanks. Las críticas hacia la película no fueron especialmente benévolas, pero puede que con su regreso hacia el género que la catapultó al estrellato salga mejor parada.
Y es que la actriz estadounidense se coronó en los 90 como la reina de la comedia romántica. Su frescura, su risa contagiosa y su brillante forma de fingir los orgasmos la convirtieron en una estrella del género que en ese momento vivía su época dorada. Aunque comenzó su andadura en el cine con Top Gun (1986), siempre será recordada por Cuando Harry encontró a Sally (1989), con Billy Crystal.
El filme, dirigido por Bob Reiner y con guion de la periodista y escritora Nora Ephron, cosechó los elogios de la crítica, del público- recaudando más de 92 millones de dólares en taquilla-, y de la Academia, siendo nominada a tres premios Óscar, incluyendo mejor guion original y mejor actriz de reparto.
Siguió su camino por el género con Algo para recordar (1993), que cumple 30 años este mes de noviembre, y consagró al tandem Meg Ryan-Tom Hanks, y también a Ephron, que debutaba en la dirección y eligió a la pareja como sus intérpretes fetiche. Ambos tuvieron la oportunidad de enamorarse de nuevo en otra de sus películas, Tienes un email (1998), que mostró los inicios de el amor en tiempos de Internet y que, a pesar de no obtener tan buenas críticas como sus predecesoras, recaudó más de 250 millones de dólares en taquilla.
Estas son solo algunas de los más de cuarenta papeles interpretados por la actriz, pero, sin duda, los que realmente han forjado su trayectoria profesional. Ryan se ganó inevitablemente el título de "la novia de América", algo que en su momento no pareció gustarle demasiado. "He hecho 30 películas y siete comedias románticas. Así que no sé cuál es la típica película de Meg Ryan", respondió la actriz en 2003 en la premiere de In the Cut, filme con el que rompió con el arquetipo de "chica buena" que le había otorgado la industria.
Aunque recientemente parece haberse reconciliado con la etiqueta, tal y como aseguró este mes de octubre en una entrevista para People, esta lastró su carrera. Algo similar a lo que le ocurrió a actrices como Renée Zellweger, la eterna Bridget Jones, que consiguió quitarse de encima las críticas y opiniones hacia sus operaciones estéticas con su interpretación de Judy Garland en su biopic de 2019, que le valió una nominación al Óscar.
Y es que junto con Zellweger, Julia Roberts y su Notthing Hill o la Miss Agente Especial Sandra Bullock, Ryan contribuyó a crear un star system femenino de actrices que encumbraron el género de la comedia romántica en la década de los 90, en detrimento del drama romántico. Aún así, todas ellas fueron alejándose de él, excepto en ocasiones esporádicas, para evitar encasillarse, pero también por que veían que a partir del nuevo milenio este tenía los días contados.
También huyeron actores masculinos como Matthew Mcconaughey, que comenzó haciendo Planes de boda (2003) y Cómo perder a un chico en 10 días (2003) y acabó ganando el Óscar a mejor actor en 2014 por Dallas Buyers Club. Su carrera se asemeja a la del actor Glen Powell, ya habitual en las comedias románticas de los últimos años, pero que tras filmar Cómo deshacerte de tu jefe (2018) y Cualquiera menos tú (2023), parece que sólo se le ha empezado a tomar en serio gracias a su papel en Hitman, la nueva película de Richard Linklater.
En la primera mitad de los 2000, la industria apostó por la acción, los superhéroes y la testosterona, lo que relegó a las rom-coms a un segundo plano. Aunque se siguieron haciendo películas, los personajes femeninos acabaron siendo convertidos en simples "damiselas en apuros", perdiendo protagonismo.
Lo contó Bullock en una entrevista con el New York Times en marzo de 2022, asegurando que su decadencia vino porque "se infravaloraba y se convertió en un género bastardo; cada vez que alguien decía 'película para chicas' o 'comedia romántica', era despectivo. Pero si nos remontamos a los años 30, 40 y 50, cualquier filme con una base de comedia y aventura que también tuviera romance no estaba tan marginada como ahora".
La falta de ese encanto clásico del que era experto Billy Wilder- con El apartamento (1960) como máximo exponente-, es uno de los motivos por los que las comedias románticas actuales no han conseguido convencer unánimanente a la crítica, y han sido condenadas a acabar enterradas en las plataformas de streaming. Hay excepciones: ¡Olvídate de mí! (Michel Gondry, 2004), Embriagado de amor (Paul Thomas Anderson, 2002) o si nos vamos hacia la última década (500) días juntos (Marc Webb, 2009) o El lado bueno de las cosas (David O. Russell, 2012).
Sin embargo, todavía en plena resaca por el #Me too, la crítica y el público han exigido una necesaria revisión del género, que pase por ofrecer historias más realistas, diversas, feministas y que modifiquen el mito del amor romántico. De ahí han surgido Crazy Rich Asians (2018), protagonizada exclusivamente por actores asiáticos, Con amor, Simon (2018), con un protagonista homosexual, o Palm Springs (2020), una particular versión de Atrapado en el tiempo (1993).
Películas y series, como Modern Love (2019), que han sabido captar el espíritu de los nuevos tiempos, dotándoles de contemporaneidad pero alejándose de la corriente de esa "nueva comedia americana" liderada por Judd Apatow y sus "gamberras" Virgen a los 40 (2005) o Lío embarazoso (2007), en las que los supuestos tintes románticos del filme se veían totalmente opacados por escatológicas bromas.
En 1977, Woody Allen estrenó Annie Hall, considerada hoy en día como una de las comedias románticas más disruptivas en torno a las creencias sobre el amor y los finales felices. Paradojicamente, un año después, Brian Henderson en su artículo Romantic Comedy Today: Semi-Tough or Impossible? diagnosticó la muerte de la comedia romántica.
Han pasado cuarenta y cinco años, y a pesar de no tener el reconcimiento que tuvieron en el pasado, no tiene pinta de que vayan a desaparecer. Y menos en un momento en el que la ficción está siendo enriquecida por nuevas voces y visiones que permiten volver a apreciar "las cosas de chicas", si no que se lo digan a Barbie.
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