El último día de rodaje de Mullholand Falls (Lee Tamahori, 1996), John Malkovich (1953, Illinois, Estados Unidos) reparó en que solo le restaban 200 páginas del libro que estaba leyendo y a la mañana siguiente le esperaba un largo viaje transoceánico a Europa. Llamó entonces a uno de sus socios en la productora Mr. Mudd, Russell Smith, y le preguntó si había algún guion interesante en la oficina. Tras una larga pausa, llegó el asentimiento y cierta expectación.
“Cuando leí el título pensé que su autor iba a proponerme un cameo o que yo mismo formaría parte de la pesadilla de alguno de los protagonistas. A las 20 páginas pensé que era brillante, hilarante y que quería dirigirlo”, explica el actor, quien, finalmente y tras intercesión de Francis Ford Coppola, aceptó cederle a Spike Jonze los mandos de aquel viaje alucinado al interior de su cerebro.
Este año que viene se celebran 25 años de Cómo ser John Malkovich, y el artista que sirvió de parapeto a Charlie Kaufman, para reflexionar sobre el absurdo, el existencialismo y la fascinación, de la fama no ha perdido su capacidad para reírse de sí mismo. Su último proyecto se estrena este próximo viernes, 17 de noviembre, Séneca, excusa que nos sirve para hablar de su desdén al legado y su preferencia por la naturaleza efímera del teatro.
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La película es una comedia negra que relata los últimos días del filósofo en tiempos del emperador Nerón. El director Robert Schwentke se sirve del sarcasmo y la agudeza verbal para una trama que abunda en las alegorías políticas y donde se plantea la incógnita de si la élite educada es víctima de la tiranía o colaboradora oportunista.
"Ni me gusta el poder ni lo quiero. No me seduce, sino que me incomoda"
Pregunta. Séneca fue tanto un filósofo como un político, ¿cree que una figura de ese perfil tendría cabida en el mundo político actual, tan corporativizado?
Respuesta. No, lo más cercano que hemos tenido fue al presidente checo Václav Havel. El resto, lamentablemente, es blablabla.
P. ¿Por qué cree que el poder seduce a todo tipo de personas, incluidos los intelectuales?
R. Es una gran pregunta, pero no sé si tengo una respuesta, porque ni me gusta el poder ni lo quiero. No me seduce, sino que me incomoda. Lo cual no creo que me haga una buena persona, sino, probablemente, un vago.
P. ¿Cómo se relaciona entonces con el poder que da el estrellato?
R. No es un factor al que preste atención en mi vida. Cuando trabajo, tengo colegas, no subalternos. Mi primer trabajo es asegurarme de que comprendan que sus contribuciones son valiosas, de lo contrario no te dediques a un oficio colectivo, sino a algo individual.
P. Séneca plantea la pregunta de si es mejor saber cuándo uno va a morir o no.
R. Yo diría que prefiero no saberlo. No creo que de saberlo, vayas a montar una gran fiesta, mejor disfrutar de una gran fiesta y que la muerte te sorprenda al día siguiente.
"Crecí en el teatro, un arte orgánico, efímero. Así mismo pienso yo de la vida"
P. También es una película sobre el legado, ¿le preocupa a usted dejar una huella en el mundo como artista?
R. Para nada. No me importa formar parte de la historia. Estoy demasiado ocupado trabajando y haciéndome cargo de mi vida como para pararme a pensar en cosas así. Crecí en el teatro, un arte que es orgánico, efímero. Así mismo pienso yo de la vida. Has de estar ahí. Si ves una película ves un producto de personas que estuvieron allí, pero ya no.
P. Siempre comenta que no decidió ser actor y que se dedica a esto temporalmente, pero ya suma más de un centenar de películas. ¿Ha asumido al fin que esta es su profesión?
R. Durante el rodaje en Marruecos de El cielo protector (Bernardo Bertolucci, 1990), le pregunté durante una cena al autor de la novela y narrador de la película, Paul Bowles: ¿cuándo te diste cuenta de que no ibas a regresar a Estados Unidos? Me miró horrorizado, porque ya llevaba tres décadas viviendo en Marruecos. Su respuesta fue: “Todavía lo estoy pensando”. Esa frase se me quedó clavada. Mi versión de la existencia es una vida nómada. Actuar nunca ha sido mi vida, sino algo que hago y disfruto, como también dirigir y, en su momento, producir películas, en lo que no quiero repetir. No pienso en mi trabajo como una carrera.
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P. A lo largo de este tiempo ha colaborado con mentes visionarias y grandes artistas
visuales, ¿qué pesa más en este tipo de encuentros, el factor humano o el intelectual?
R. Siempre antepongo el valor humano, pero si las personas son de trato difícil o desagradable, me doy por satisfecho con apreciar su valor artístico. Muchos de los directores con los que he tenido la suerte de trabajar y ya no están, como Raoul Ruiz, Bernardo Bertolucci y Manoel de Oliveira, tenían una gran cultura. Nuestros encuentros me resultaron muy instructivos y reveladores.
"No me gusta ser famoso. Ser intérprete consiste, precisamente, en ocultarse detrás de otra persona"
P. Pero entonces, ¿dónde está el placer exactamente: en crear el personaje, compartir el trabajo colectivo en el set, descubrir nuevas culturas...?
R. Viajar solía ser placentero, pero ahora se ha convertido en algo penoso... Me gusta, por ejemplo, trabajar sobre un guion, distinguir lo necesario de lo desechable. A menudo he adaptado materiales para películas, teatro o música clásica y es un reto. Lo que mantienes cuenta, y lo que no, también. También elegir la música y trabajar con músicos que han de acompañar un proyecto. El trabajo es interesante, pero no ciertos aspectos que implica.
P. ¿Como cuáles?
R. No me gusta ser famoso. La gente dice que cuando decide ser actor es porque quiere ser conocido, pero ser intérprete consiste, precisamente, en ocultarse detrás de otra persona o traer a la vida la visión del mundo de un director, que a menudo, difiere de la mía.
P. Robert Schwentke ha declarado que su película está inspirada en el cine de Luis Buñuel. ¿Era consciente de esa referencia?
R. No fue algo que tuviera en mente para la preparación del papel. Ya había visto varias de sus películas hace años para un proyecto en el que uno de los personajes era Dalí y rodamos en Rascafría. Recuerdo leer sobre su experiencia con Dalí en la Residencia de Estudiantes en su biografía, Mi último suspiro, pero al rodar mis escenas en Séneca, no me fue de gran ayuda. De lo que debía preocuparme es de lo que tenía frente a mí. Ese extra es más importante si estás escribiendo el guion, pero cuando te sumerges en un papel, estar pendiente del contexto puede ser dañino.
P. Cómo ser John Malkovich cumple un cuarto de siglo en 2024, ¿qué implica ser John
Malkovich en la actualidad?
R. No creo que sea una razón para celebrar... Ni que signifique nada. La película es una propuesta descabellada realizada por dos talentos magníficos. Siento un gran respeto por ambos, pero no tiene nada que ver conmigo. Años después Vince Landay, productor de la película, me llamo a Francia, donde estaba en mi casa en la costa y me pidió que le echara un ojo a la nueva película de Spike, Adaptation, porque había una escena en la que yo salía y quizás no me iba a gustar cómo se me había retratado. Le contesté que me daba igual. Insistió y me dijo que aparecía como un capullo, y no me importó: le conteste que es lo que soy.