Tras Licenciarse en Derecho, Antonio Méndez Esparza (Madrid, 1976) se marchó a Columbia (Nueva York) para estudiar cine y se quedó viviendo en Estados Unidos. Allí rodó sus tres primeras películas, las ficciones Aquí y allá (2012), Premio de la Semana de la Crítica de Cannes, y La vida y nada más (2018), Premio John Cassavetes en los Film Independent Spirit, y el documental Courtroom 3H (2020), todos trabajos en los que el director mostraba el lado oscuro del sueño americano, deteniéndose especialmente en la inmigración.
Ahora, da el salto a España con Que nadie duerma , adaptación de una novela homónima de Juan José Millas que compitió en la sección oficial de la Seminci. Rodada en su mayor parte en el madrileño distrito de Usera, el filme es una road movie cañí que radiografía el mundo de Lucía (Malena Alterio) y sus encuentros fortuitos con personajes de lo más peculiares en un Madrid vivo y diverso: unas veces delirante, otras trepidante, pero siempre auténtico.
Pregunta. ¿Cómo fue la presentación del filme en la Seminci?
Respuesta. Ha sido fabuloso. Cuando acabas una película, estás deseando estrenarla, y con ésta todo se ha dilatado. Hemos pensado bien cómo presentarla y, al final, optamos por hacerlo en Valladolid, que es un festival con mucha solera en el que nunca había estado. Yo vivo en EE.UU. y allí las salas son muy mainstream, muy grandes, con sillones reclinables, palomitas a tope… En Valladolid, en cambio, los cines son como antiguos teatros con balcones dorados, más de cine clásico. Fue, además, muy emotivo ver a todo el equipo. En mis películas anteriores he tenido compañía en la promoción, pero no de esta manera, ya que ahora he estado rodeado de los intérpretes, los productores… Ha sido muy emocionante volver a coincidir con ellos después de tanto tiempo. Y el público ha sido muy cálido, las salas estaban llenas. En mi experiencia en festivales he visto de todo, pero este estaba hasta arriba de gente y eso es muy agradable para un cineasta.
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P. Hasta ahora su carrera se había desarrollado en EE.UU., al margen de la industria más potente. ¿Ha sido muy diferente lo que se ha encontrado en España?
R. He hecho siempre mis películas con Pedro Hernández, que es un productor maravilloso, y aquí también he vuelto a trabajar con Miguel Morales, que ya había distribuido La vida y nada más y Courtroom 3H. Ambos creían mucho en el proyecto, me han dado mucha libertad y eso es fundamental, porque afecta a las decisiones que hay que tomar. Es cierto que el equipo era más grande y que tenían más experiencia. A veces dudaba de si hubiese sido mejor un equipo más pequeño, pero luego me daba cuenta de que no. Si en cada departamento solo hay una persona, tardas más.
Por ejemplo, el diseño de vestuario es fabuloso en la película aunque sea muy contemporáneo, porque el personaje de Malena Alterio experimenta un cambio muy sutil y a la vez extraño, en el que trabajaron muchísimo. En la novela ella se va transformando en emperatriz china y eso es sencillo de escribir, pero en la pantalla hay que concretarlo. He entendido que el equipo le ha dado un empaque a la película y me sentí muy arropado, aunque a veces surgieran algunas fricciones por algunas cuestiones extrañas que yo mismo planteaba.
P. ¿Cuándo descubrió la novela de Juan José Millás?
R. La leí en 2018 o 2019, hace relativamente poco. Yo llevaba varios años buscando un proyecto para rodar en España. Además, tampoco soy tan buen escritor. Que nadie duerma es una novela fantástica, aunque con una dificultad evidente para elaborar una adaptación, pero tan fascinante, cotidiana, divertida y trágica que me enamoré perdidamente de ella. Enseguida pensamos en Malena Alterio como protagonista, se lo propusimos y nos dijo que sí. Con ella y con el nombre de Juan José Millás pensábamos que sería fácil sacar adelante la financiación, pero no fue tan sencillo. Muchos apoyos entraron después y el proyecto ha sido bastante frágil.
P. ¿Hasta qué punto es una adaptación fiel?
R. Yo diría que es una adaptación fiel. Para nosotros lo principal era respetar la esencia de la protagonista, pero es un personaje muy misterioso. Hay cosas que la novela no revela y la película sí que lo intenta, pero no sabemos si hemos acertado. Mis películas anteriores iban hacia un final abierto, y no me importaba que se diluyera o fuera por otro lado, no me importaba que el personaje tomara una decisión que cambiara toda la estructura. Pero aquí eso no era posible, teníamos que llegar a un final determinado. Y para llegar a ese final había que cuestionar cada acción. Para Clara Roquet, con la que he escrito el guion, y para mí era fundamental establecer la capacidad de Lucía para amar y para crear un mundo bonito y eso creo que colorea la interpretación de Malena.
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P. ¿Quién es en realidad Lucía?
R. Es una mujer que toma decisiones un tanto erráticas en ocasiones, con ciertas pasiones, una capacidad romántica inmensa y un alma muy generosa. Es un ser excepcional y a la vez tremendamente mundano. Puede parecer triste, pero nosotros no lo queríamos ver así, sino que queríamos destacar el matiz que la hace excepcional.
P. ¿Por qué vio tan pronto a Malena Alterio en el papel?
R. Yo soy muy cinéfilo, veo mucha ficción y me maravillan los actores. Me gustan los cómicos españoles que son capaces de hacerte reír y llorar: Fernando Fernán Gómez, Alfredo Landa, José Luis López Vázquez, Penélope Cruz… Malena Alterio representa también esa tradición casi ancestral. En la serie Vergüenza me parece que está fabulosa, ella y todos los actores, porque no tienen miedo a quedar en ridículo, y no es fácil exponerse tanto. Me maravillan los actores que son tan valientes.
P. ¿Quería retratar un Madrid precario y de alguna manera conectar este filme con los anteriores?
R. Lo que tenía era un deseo de retratar un Madrid concreto, porque Madrid es una ciudad muy diversa en la que cada esquina tiene una historia. Buscamos un barrio tradicionalmente trabajador que estuviera cambiando en este momento, y por eso elegimos Usera. Es un barrio un poco externo, pero está cerca del centro, no queríamos ir a la periferia de la M-50 o la M-40. Y, a partir de ahí, hemos retratado todo lo que íbamos encontrando para darle contexto a Lucía. En las novelas el contexto no siempre es visual, no respira del mismo modo, pero en el cine es muy importante y yo lo trabajo de manera casi instintiva.
P. ¿Con el juego entre ficción y realidad del filme buscaba sorprender al espectador?
R. Es algo que surge de la novela también, que desconcierta mucho, te deja perplejo. Y ese final lo teníamos que abrazar. En el lenguaje cinematográfico todo va sumando, y a veces se cuestiona a sí mismo. Hay cierta ambivalencia que se revela poco a poco. En la novela hay un desdoble del personaje muy claro, es como Jekyll y Hyde, y puede llegar a hacer cosas tremebundas. Nosotros lo hemos querido jugar desde el realismo y abrazando la fantasía desde el lenguaje cinematográfico.
P. ¿Cómo trabajó la música, que tiene un papel tan destacado en el filme?
R. Siento hablar tanto de la novela, pero es la base de todo y nos ha ido dando pistas. En el libro, resuena todo el tiempo Turandot, pero está escrito, no lo estás oyendo. En cualquier caso, es una fuerza muy intrínseca del texto. Hay una parte de la película que está casi enterrada, silenciada, y la música la transforma y la hace resurgir. Es fundamental porque refleja el alma de Lucia. Yo nunca había trabajado con un compositor y Zeltia Montes me ha maravillado. Le di alguna referencia grandilocuente, como Hitchcock, pero también mucha libertad. Ella ha logrado hacer la película más épica e inquietante. La música acompaña la vida interior de Lucía.