Blanca Portillo, una de las protanistgoas de 'Teresa'

Blanca Portillo, una de las protanistgoas de 'Teresa'

Cine

Blanca Portillo es 'Teresa': éxtasis y arrebato de una libertaria

La actriz protagoniza la película de Paula Ortiz que retrata a la mística basándose en una obra de teatro de Juan Mayorga.

24 noviembre, 2023 02:23

Con su temperamental y abigarrada adaptación de Bodas de sangre, que llevó por título La novia (2015), la zaragozana Paula Ortiz abrió una singular brecha en el imaginario de las adaptaciones teatrales del cine español. Lejos del modelo academicista que impulsó, en los ya lejanos ochenta, la “Ley Miró”, y también al margen del acento musical y bailado de las adaptaciones lorquianas de Carlos Saura, Ortiz proponía un diálogo de raigambre iconoclasta entre la fidelidad al texto teatral y la creación de un universo audiovisual propio, tocado por el frenesí estético de cierto cine digital y orientado a la sublimación en primer plano del gesto trágico.

Esta original senda expresiva encuentra ahora su prolongación en Teresa, proteica adaptación a la gran pantalla de la obra La lengua en pedazos de Juan Mayorga, distinguida en el año 2013 con el Premio Nacional de Literatura Dramática. Aquí, de nuevo, Ortiz se sitúa muy cerca de la pieza original, como acredita la presencia de Mayorga entre los coguionistas del filme. Sin embargo, la agitación plástica y el bamboleo temporal de Teresa, que recrea un diálogo imaginario entre Santa Teresa de Jesús y un inquisidor, tiene poco que ver con la unidad de espacio y tiempo que suele imponerse en el ámbito teatral.

En una contundente declaración de intenciones, Teresa se inaugura con un prólogo de tintes oníricos que funciona a la manera de una obertura operística, donde se exponen los motivos y figuras centrales de la obra. En este caso, la protagonista, Teresa de Jesús, se presenta como una trinidad: Ainet Jounou, todo inocencia, encarna la infancia del personaje; Greta Fernández, todo emoción, da vida a la juventud de la monja; y Blanca Portillo, en un registro todoterreno, se encarga de complejizar a la Teresa adulta.

La agitación plástica y el bamboleo temporal de 'Teresa' tiene poco que ver con la unidad de espacio y tiempo que suele imponerse en el ámbito teatral

En este prólogo, cuya energía formalista remite a la apertura de Melancolía (2011) de Lars von Trier, la cámara tiende a mirar a lo alto, hacia las copas de los árboles, antes de ascender ella misma hacia los cielos. Mientras, el montaje entrecortado va engarzando con soltura las diferentes edades de Teresa, en un despliegue naturalista que trae a la memoria el universo trascendental de Terrence Malick, el principal referente de Ortiz desde su ópera prima, De tu ventana a la mía (2011).

Con este osado arranque, vaciado de palabras, la cineasta aragonesa pospone hasta el minuto diez de película el inicio de la trama, que se centra en el duelo que protagonizan Teresa de Jesús, que acaba de dejar la Encarnación, y un inquisidor que pretende clausurar la primera fundación de la religiosa, situada en el Monasterio de San José. La monja se erige, de la mano del texto de Mayorga, en una figura insurrecta, mientras que el inquisidor (un entonado Asier Etxeandia) representa a la sociedad patriarcal de la España del siglo XVI y de hoy.

“¡Más vale callar, Teresa!”, exige amenazante el juez del tribunal religioso. Pero la religiosa nunca calla, alentada por el brillo enérgico y a la vez espartano de su genial manejo del lenguaje. La autora de Vivo sin vivir en mí afirma: “Si lees te conducirás. Si te leen, te conducirán”, una máxima que, ausente del texto original de Mayorga, condensa el ímpetu devotamente libertario de la poetisa. Para afianzar su aproximación a la espiritualidad de Teresa de Jesús, Ortiz adopta un registro alegórico, en el que la figura enjuta y a la vez rotunda de la religiosa aparece iluminada por densos haces de luz que evocan un apadrinamiento divino.

De hecho, al igual que su protagonista, Ortiz se subleva contra la mesura que le impone la tradición y se entrega sin ambages a la representación exaltada de los arrebatos místicos de la monja y escritora. Resulta difícil no experimentar un sobrecogimiento ante la imagen de una Teresa que, recién levantada, recibe una caricia de la mano de Dios, que aparece de forma literal por el extremo superior del plano. Se trata de un pasaje delirante, similar a la escena en la que el rezo de unas monjas de clausura deviene en una hipnótica coreografía grupal de respiraciones enfáticas y cuerpos oscilantes.

No cabe duda de que, en el seno del cine religioso, Ortiz se siente menos próxima a la austeridad de Robert Bresson, Carl Dreyer o Paul Schrader que al barroquismo de Martin Scorsese o Darren Aronofsky. La cineasta no teme jugar con fuego y, como dicta la lógica, acaba quemándose en más de una ocasión, como cuando abusa de los simbolismos grotescos para mostrar a un Dios zoomórfico, “la piel torturada” de Jesucristo o un infierno plagado de espejos e imágenes en retroceso. De algún modo, en su anhelo por representar de forma gráfica la dimensión más espectacular del texto de Mayorga, la cineasta acaba manifestando una cierta desconfianza en el poder evocador de la palabra.

[La lengua en pedazos]

En cualquier caso, Teresa acaba seduciendo al espectador por su ímpetu y convicción, que confluyen en la deslumbrante interpretación de una Blanca Portillo que, después de encarnar la luz redentora de Maixabel Lasa, borda el papel de una Teresa de Jesús que se debate entre la devoción ardiente, la entereza desafiante y la congoja de una mujer que duda en su experiencia del misterio divino. Una pura cuestión de humanidad.

De Beringola a los Simpson

La primera aparición de Teresa de Jesús en la gran pantalla se produjo en Escenas de la vida de Santa Teresa (1926) de Francisco Beringola, a la que siguieron en 1961 Teresa de Jesús de Juan de Orduña, con Aurora Bautista, y la serie homónima en la que, en 1984, TVE reunió la pluma de Carmen Martín Gaite, la cámara de Josefina Molina y el rostro de Concha Velasco. Ya en el siglo XXI, Paz Vega protagonizó Teresa: el cuerpo de Cristo (2007), de Ray Loriga, y Marián Álvarez fue la santa en el telefilme Teresa (2015). Fuera de nuestras fronteras, Saint Teresa of Ávila apareció en el capítulo Adiós, Maggie, adiós de la vigésima temporada de Los Simpson.