Dice Alvaro Fernández Armero (Madrid, 1969) que como comenzó tan joven a dirigir películas ahora parece más “veterano” de lo que es en un país en el que son frecuentes los debuts a los 40 años. Efectivamente, tenía solo 25 cuando saltó a las pantallas de cine con una comedia romántica: Todo es mentira (1994), con Coque Malla y Penélope Cruz, que fue un bocado de aire fresco con su tono indie y diálogos vivaces que retrataban a la juventud de la época.
Desde entonces, la comedia ha sido el dominio del director con títulos como Nada en la nevera (1996), en la que proseguía con su universo indie con Coque Malla, El juego de la verdad (2004) o los éxitos de taquilla Las ovejas no pierden el tren (2014) y Si yo fuera rico (2019). Además, se ha prodigado como realizador de series de televisión tan populares como Hospital Central o Con el culo al aire.
La tercera parte de los “ocho apellidos” ha seguido un complejo proceso por el cual, como cuenta Armero, tras la negativa de los actores de las dos primeras partes (Dani Rovira, Clara Lago y Karra Elejalde) se configuró como una película desligada de la saga para finalmente, recuperar la “marca”. La base narrativa, en cualquier caso, es la misma, o sea, los prejuicios que separan a una pareja de enamorados y la presión de sus familias. En este caso, el tipo atolondrado es Julián López, de Cantabria, profesor de golf, un tipo que “se viste por los pies” con cinturón, hebilla, camiseta, pulserita y hasta calcetines con la bandera de España. Sigue enganchado a su ex pareja, Michelle Jenner, una chica rica heredera de una próspera empresa de conservas.
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Haciéndose el loco, acaba acompañando a su ex novia y a la madre de ésta, Elena Irureta, a un viaje a Marruecos en el que ambas mujeres descubren que el difunto padre (Antonio Resines) les ha ocultado que tiene una hija en Esauira (Andrea Lareo). Si en los apellidos vascos se explotaban los prejuicios de los “verdaderos euskaldunes” con los “maquetos”, aquí vemos cómo el trío de cántabros acaban descubriendo que todo lo que pensaban sobre los “moros” era equivocado.
Pregunta. ¿En qué medida esta película es heredera de las dos anteriores con los apellidos vascos y catalanes?
Respuesta. El choque cultural y la trama romántica sigue allí. Los elementos son los mismos, jugados a su estilo. Ha sido un proceso curioso. Cuando empecé yo ya sabía que era la tercera parte, pero como el cast original dijo que no, le cambiaron el título y ya no sentía esa presión. Como nadie se va a enterar de esta herencia, me sentía libre. Durante el rodaje lo que me preocupaba es que al verlo no me dijeran: “pero si esto es ocho apellidos” y no se notara tanto.
«Todo el mundo ahora piensa que esta película es una apropiación hecha a destiempo, porque nos sale de los huevos, pero no es así, ya era “ocho apellidos”. Originalmente, lo que ahora es el barco “El sardinete” era el barco de Karra Elejalde, el personaje de Julián López era Dani Rovira y etc. Es exactamente la misma configuración familiar. Luego, cuando volvió a llamarse “ocho apellidos”, me dije que no me tendría que haber preocupado tanto de esconderlo».
P. ¿Estamos ante todo frente a una comedia?
R. Sí, sí claro. Me la he planteado totalmente como una comedia con la idea de que el público se lo pase bien. Según la iba haciendo también cobraba fuerza la historia de amor con su porcentaje de ternura y el elemento de la intolerancia. Esos elementos se han hecho hueco sin que la comedia desaparezca.
P. Los personajes españoles se comportan de manera racista pero no son “malos”. ¿El problema es la ignorancia?
R. El talón de Aquiles es ese, fue como me planteé toda la película. Está basada en que el motor de todo es la ignorancia, los prejuicios. Vienen porque son personajes que creen que el mundo es su pueblo, Pelayos, y todo lo que no sea eso es una agresión. Surge el miedo a lo desconocido, la resolución del arco de los personajes cuenta ese abrirse al mundo.
P. ¿Es la película una crítica a la ultraderecha?
R. No diría que es una película hecha para criticar a la ultraderecha pero sí para unos comportamientos intolerantes que solemos ver en la gente de ultraderecha. Tienen unos matices, unas formas de vestir y de comportarse que se asocia a eso, pero me planteaba la historia de una manera más intimista. El motor y la finalidad última son los personajes, es lo que me sale natural, sin dejar de criticar ni hacer todo el escarnio posible.
«Dibujamos de esta manera a los personajes con fines cómicos, como el que lleva siete banderas de España, porque buscamos la empatía en personajes reconocibles que están ahora mismo en el candelero. Pero no creo que sean los únicos que tienen prejuicios. Muchos que presumen de ser intelectuales y de izquierdas cometen errores parecidos, aunque con ellos sería menos disparatado, menos sutil. La película habla de prejuicios que tenemos todos».
«Nosotros mismos, el equipo de rodaje, veíamos como un riesgo rodar parte de la película en Marruecos. Nos preguntábamos si sabrían hacer bien el foco en el plano y luego nos daban sopas con hondas. Nos encontramos con un equipo local que está acostumbrado a hacer superproducciones americanas con equipos mucho más grandes y profesionales. Nos quedamos embobados. Se anticiparon a cosas que ni había pedido pero necesitaba y la organización fue milimétrica».
P. ¿Vemos el proceso de liberación personal del personaje encorsetado y “facha” de López?
R. Es un personaje condicionado por la mirada de los demás, por la presión del microcosmos de su pueblo y no sabe quién es. Hay un conjunto de planos en los que se cuenta eso de forma telegráfica. Cuando vuelve al pueblo, después de conocer a la chica y la experiencia marroquí, vemos cómo hace las mismas cosas que ha hecho siempre pero está abstraído. Para mi ese es el momento que el quiere cambiar, descubrirse.
P. ¿Son España y Marruecos culturas con muchos puntos en común?
R. Vivimos muy de espaldas a esa realidad. En mis experiencias en países árabes me he sentido afín a esa forma de ver la vida y el sentido del humor. He estado tres veces durante el rodaje en Marruecos o en Qatar con gente con quien conecté al instante. No hay esa brecha cultural, en el tú a tú es gente como de tu país, no hay que descodificar nada. Es más dificil descifrar Hay que decodificar mucho más con un alemán que con un marroquí.
«Nuestra Europa del sur esta más cerca del concepto del Mediterráneo que de la Europa central, la Europa “de buena familia”. Nosotros somos eso, somos el Mediterráneo, pero hay prejuicios instalados que surgen del desconocimiento que ha generado el “miedo al moro”. Marruecos es un país super amigable y me parece estupendo. Estuvieron en España hasta hace 500 o 600 años y esa huella está muy presente».
P. ¿Nos matan los prejuicios?
R. Me he encontrado con gente medio francesa, medio española, medio argentina, medio de Estados Unidos y quieres que se defina. Quiero saber qué es de un sitio y no cuatro. Es muy humano el querer acotarnos. También ocurre con esto del género fluido, es algo que es difícil de entender porque uno quiere acotar. ¿Cómo se puede vivir en una indefinición y que esa indefinición sea tu definición? Con lo de racista pasa como con lo de envidioso, nadie quiere reconocerse.
P. ¿Qué es lo más importante para que funcione una comedia como esta?
R. Lo más importante son los actores, el ritmo se tiene que dar por supuesto pero la magia surge por la inspiración de los actores. Son muchas comedias en las que observo lo mismo, las mayores carcajadas parten de aquello que dijo el actor en el rodaje y hay que generar que eso ocurra la mayor cantidad de veces en una película. La primera norma de oro es que intento que estén cómodos, que aporten todo el rato. Ceñirse al texto literal escrito a mí no me suele funcionar, hay que cambiar e improvisar para darle la vuelta. Hay secuencias que ni están en el guión y nos la hemos inventado sobre la marcha.
P. Vemos esa madre posesiva que quiere controlar a su hija. ¿Ese peso desmesurado de la familia es un elemento en común de esa “cultura mediterránea” que menciona?
R. Esa trama familiar se fue incorporando en el rodaje, quería hablar de esa angustia del “nido vacío” con esas madres del norte que son muy posesivas de sus hijos. En los países mediterráneos tiene un peso mucho mayor la familia que en los países anglosajones, donde hay una sociedad más individualista. Aquí buscamos la cobertura familiar, queremos que la familia sea nuestro colchón, nuestro muro de contención. A veces ese peso es excesivo.
«Vemos cómo esa madre durante esta aventura está sintiendo pánico de quedarse sin su hija, por eso también quiere adoptar, llenar ese vacío o por una cuestión real de afinidad o de cariño de la sangre. El de la madre es un personaje que ha ido cogiendo aristas, es una egoísta tremenda pero tiene buen fondo. Me inspiré curiosamente en el personaje de Walter Mathaw y su relación con Jack Lemmon en la que está constantemente manipulando al otro pero no puedes evitar que te caiga bien».