Juan Antonio Bayona (Barcelona, 1975) resiste en su empeño de hacer cine a lo grande. Tras Jurassic World: el reino caído (2018) y su trabajo en los dos primeros capítulos de Los Anillos de Poder, el director afronta otra de esas historias de personajes al límite que marcan su trayectoria.
Basada en el libro homónimo de Pablo Vierci, La sociedad de la nieve –elegida para representar a España en los Oscar y nominada al Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa– aborda la experiencia real del equipo de rugby uruguayo que se estrelló en avión en un glaciar en el corazón de los Andes, uno de los entornos más hostiles del planeta, algo que ya abordó Frank Marshall en ¡Viven! (1993). El filme llega este viernes, 15 de diciembre, a las salas.
Pregunta. ¿Cómo conecta este filme con el resto de su filmografía, más allá de lo evidente?
Respuesta. A través de la confrontación entre la realidad y la fantasía, y por cómo la fantasía puede ayudar a procesar la realidad. Mi primer corto, Mis vacaciones, ya era la historia de un niño que iba al pueblo de sus abuelos y acababa metiéndose en una película. En todos mis filmes hay una especie de insatisfacción con la realidad y la aparición de la fantasía como una huida o un refugio. Y en La sociedad de la nieve se establece un diálogo entre los vivos y los muertos, que es una proyección fantástica de la historia real. Ahí es donde encuentro la manera de articular el relato.
P. ¿Esto conecta con ese impactante cielo rojo del momento en el que cortan carne humana por primera vez?
R. Es el amanecer. Ese cielo tiene que ver de alguna manera con el umbral, que es la figura más importante para mí del cine fantástico. Es aquello que separa lo real de la fantasía y es una imagen que tiene algo de fantasmagórico.
['La sociedad de la nieve', de Juan Antonio Bayona, representará a España en los premios Oscar]
P. ¿Por qué rodar esta historia otra vez?
R. Porque quería rescatar la memoria de aquellos que no tuvieron la oportunidad de contar su historia y quedaron en segundo término cuando se estableció el relato. Sin embargo, ellos fueron imprescindibles para que los otros regresaran.
P. ¿Qué otras fuentes han utilizado para documentarse?
R. La película se preparó como un documental, con más de 100 horas de entrevistas con los supervivientes, familia, amigos… Lo que más me interesaba eran los detalles, porque pensaba que a partir de ellos se podía contar la historia de una manera diferente. Los hechos ya los conocía por los libros, la película y los documentales.
P. ¿Cuál es la la principal lección que nos enseña esta historia de supervivencia?
R. Algo que está en la esencia de la aventura, que tú y el otro sois lo mismo. Jack London escribió que cuando el hombre llega a una tierra desconocida se ha de reinventar y cortar incluso con su propia identidad. Y ahí lo que surge es el espíritu de camaradería. Ese esquema básico de la novela de aventuras es lo que se dio en la montaña.
P. ¿Cómo resolvió las cuestiones éticas sobre lo que se puede mostrar en pantalla?
R. Lo importante era que el espectador viviera las emociones que atraviesan los personajes. Ellos convirtieron el hecho de consumir carne humana en algo casi rutinario, anecdótico. Cualquier imagen muy gráfica sobre ese asunto hubiera conducido al impacto y roto la conexión. Por eso, era mejor sugerir que mostrar, porque las imágenes nunca se habrían entendido como las entendieron ellos. No puedes convertir lo escabroso en anecdótico en dos horas de metraje.
P. Después de dos proyectos tan grandes como Jurassic World y Los Anillos de Poder. ¿Cómo afrontó este rodaje?
R. Con mucha libertad, y no tanto por el tamaño de la producción como por no tener que rendirle cuentas a nadie. Netflix nos dio el dinero, control sobre el corte final y la distribución en cines antes del estreno en la plataforma. Nos hemos permitido el lujo de explorar mientras rodábamos. Teníamos la posibilidad de estirar las escenas y ahí surgían cosas, aparecían esos detalles que le daban mayor profundidad y veracidad al conjunto.
P. ¿Fue tan duro el rodaje como parece?
R. Sí, fue muy duro, pero siempre pensé que las dificultades iban a favor de la película. En lo alto de la montaña no podíamos hacer grandes movimientos de grúa ni travellings y eso nos anclaba más en un estilo documental. Y los actores estuvieron expuestos al hambre, el frío o la soledad para que pudieran hacer bien su trabajo. Los mimamos lo máximo posible porque había momentos en los que estaban muy enfadados por el hambre. Por otro lado, la que manda es la montaña y teníamos que adaptarnos a las condiciones climatológicas.
P. ¿Por qué optó por actores desconocidos?
R. Hicimos castings a actores conocidos, pero el proceso los rechazaba. Uno de los retos era que no hubiera grandes protagonistas, todos tenían que tener la misma base.