Nicolas Cage nació un siete de enero de 1964, bajo el signo de Capricornio, con Saturno como ascendente planetario. No suelo dar mucha importancia a la astrología, pero quizá el caso de Nicolas Kim Coppola sea distinto. No en vano su productora ostenta el nombre de Saturn Films. Y cualquier descripción estándar de las virtudes —y defectos— asociadas con Capricornio le cuadra tanto a Nicolas Cage que es difícil ignorarlo, si no imposible.

Ambiciosos, incansables, visionarios, trabajadores, leales, pragmáticos… Pero también fríos, calculadores, problemáticos, exigentes y egocéntricos. Signo de tierra por definición, su animal emblemático (la mitológica cabra marina) navega entre aguas hábilmente, mientras su asociación con Saturno el devorador le hace tremendamente consciente del Tiempo. De su paso y significado.

Y alguien que solo en 2023 ha estrenado seis —¡seis!— películas, está claro que sabe muy bien cuándo empieza la cuenta atrás.

No solo otro Coppola más 

Que la vida de Nicolas Cage estaría ligada al cine, lo dictaba su pertenencia a la estirpe Coppola. Hijo del profesor de literatura August Coppola y de la bailarina y coreógrafa Joy Vogelsang, sus abuelos por línea paterna fueron el compositor Carmine Coppola y la actriz Italia Pennino. Sobrino de Francis Ford Coppola y de Talia Shire, primo de los directores Roman y Sofia Coppola, el mundo del arte y el espectáculo está en sus genes. Por mucho que cambiara su apellido, nunca pudo ni quiso escapar al destino familiar.

Pero su decisión de convertirse de Nicolas Coppola en Nicolas Cage, adoptando el apellido del héroe de cómic Luke Cage, puede entrañar cierto significado: alejarse del refinado entorno familiar de compositores, expertos en literatura, directores de grandes clásicos del cine y actrices dramáticas de carácter… Para abrazar con entusiasmo y sin prejuicios la cultura pop y el show bussiness.

Luke Cage, el héroe negro de Marvel que prestó su apellido a Nicolas Kim Coppola

A lo largo de las décadas, la inabarcable carrera de Cage oscila entre ambiciosas películas de autor, con mayores o menores pretensiones artísticas; superproducciones, franquicias y blockbusters y un montón de filmes alimenticios de Serie B, destinados al mercado casero y las plataformas digitales.

No le ha temblado nunca el pulso a la hora de trabajar un día para Alan Parker (Birdy, 1984), los Coen (Arizona Baby, 1987), Lynch (Corazón salvaje, 1990), Mike Figgis (Leaving Las Vegas, 1995) su propio tío (La ley de la calle [1983], Cotton Club [1984], Peggy Sue se casó [1986]), John Dahl (Red Rock West, 1993), De Palma (Ojos de serpiente, 1998), Joel Schumacher (Asesinato en 8 mm., 1999), Scorsese (Al límite, 1999), Spike Jonze (Adaptation, 2002), Herzog (Teniente corrupto, 2009), David Gordon Green (Joe, 2013) o Paul Schrader (Como perros salvajes, 2016)…

Y al otro, convertirse en el Motorista Fantasma de Marvel —es fanático de los cómics en general y de la mítica editorial creada por Stan Lee en particular—, en el Dr. Fu Manchu para un tráiler falso de Rob Zombie o en un centenario hechicero heredero de Merlín en El aprendiz de brujo (2010).

No hay género ni papel que Nicolas Cage, pura fuerza de la naturaleza y signo de tierra, no sea capaz de interpretar, para bien o para mal.

Action Hero

Tras más de una década estableciéndose como estrella de y con carácter, a lo largo de unos años ochenta marcados por el brat pack y la belleza física masculina, escenario que no parecía el más propicio para su peculiar rostro y estilo, al actor le llegaría el máximo reconocimiento en 1995, con el Oscar a la mejor interpretación masculina por su virtuosa caracterización como el alcohólico protagonista de Leaving Las Vegas de Mike Figgis, según la novela de John O´Brien.

[Rambo, el último guerrero: 40 años como símbolo de lo mejor y lo peor del espíritu libertario estadounidense]

Era un galardón merecido para quien, en un Hollywood dominado por estrellas como Tom Cruise, Matt Dillon, Harrison Ford, Kevin Costner, John Cusack, Kevin Bacon o River Phoenix, por citar algunas (y varias a las que ha sobrevivido, metafórica y literalmente), había sabido labrarse un nombre a través de personajes extremos como los de La chica del valle (1983), Hechizo de luna (1987) o Corazón salvaje. Llevando su idolatría por James Dean, Brando, Elvis y el estilo excesivo del Actor´s Studio hasta el paroxismo, Cage consiguió alabanzas y seguidores entregados, hasta conquistar el Oscar. Y entonces, se lanzó de cabeza al puro cine de acción.

Al año de recibir el galardón de la Academia de Hollywood, consagrándose como actor del momento, Cage protagoniza, junto a los veteranos Sean Connery y Ed Harris, La roca (1996), un superthriller de acción y aventuras dirigido por Michael Bay. Su éxito hace que, de golpe, Cage entre en la liga de Bruce Willis, Kevin Costner, Harrison Ford e incluso Stallone y Van Damme.

Del Oscar a héroe de acción de los 90

Seguirán en rápida sucesión la casi autoparódica Con Air (1997); el duelo a cara encubierta con Travolta de Cara a cara (1997), a las órdenes de John Woo; la motorizada 60 segundos (2000); Bangkok Dangerous (2008), auto-remake del filme de los hermanos Pang, y las franquicias: dos entregas de La búsqueda, su Indiana Jones illuminati, masónico y conspirativo, más dos del Motorista Fantasma (Ghost Raider) de Marvel.

Se quedó con las ganas de ser Supermán, aunque la cosa ha dado para un buen chiste en la reciente The Flash (2023), pero no con las de encarnar a un mago súper-poderoso en El aprendiz de brujo, a una suerte de caballero andante en la medieval En tiempo de brujas (2011) y a un pistolero del Oeste en Camino de la venganza (2023). Tiros, golpes, saltos, duelos a espada y brujería, explosiones, persecuciones en coche, moto y a caballo…

Nicolas Cage en 'The Flash' (2023), Superman por un día

No es guapo como Cruise, no está hipermusculado como Stallone, no es experto en artes marciales como Van Damme o Seagal, pero le importa un carajo: es Capricornio. Cuando hay que hacer un trabajo, va y lo hace. Punto pelota.

Decadencia sin caída

Aunque a lo largo de los noventa y los dos mil Cage intentó no perder el norte, simultaneando sus películas de acción con comedias dramáticas (El hombre del tiempo, 2005), fantasías románticas (City of Angels [1998], Family Man [2000]), ciencia ficción (Next, 2007), thrillers “prestigiosos” (El sabor de la muerte [1995], Los impostores [2003]), romances en tiempos de guerra (La mandolina del Capitán Corelli, 2001) y filmes indies de culto (Besos de vampiro [1988], Adaptation), lo cierto es que tanto su omnipresencia como su afición al cine comercial más descarado empezaron a cobrarse peaje.

[De Hannibal Lecter a Edgar Allan Poe: cuando el género policíaco también da miedo]

A su Oscar y sus éxitos hubo que sumar también sonados fracasos de taquilla y crítica: Pájaros de fuego (1990), un Top Gun en helicóptero que no levantó el vuelo; el thriller erótico Zandalee (1991), del experto en trash Zalman King, estreno directo a vídeo; la comedia romántica Tess y su guardaespaldas (1994), o El guardaespaldas sin canción, sin Whitney y sin gracia; el desastre bélico Windtalkers (2002), quizá la peor película de John Woo; Wicker Man (2006), fallido remake del clásico británico del folk horror y otras que hicieron recular tanto a críticos como espectadores.

'Zandalee' (1991) de Zalman King, uno de los entrañables batacazos de Nick Cage

Comenzaron a correr rumores, no carentes de fundamento, de que su estilo de vida e inversiones llevaban a Cage a aceptar cualquier proyecto que se le presentara, con tal de cobrar y pagar facturas. Sus negocios inmuebles sufrieron un duro golpe con la crisis de 2008, al que se sumaron problemas con Hacienda, más los gastos a cuenta de sus varios divorcios sucesivos de Patricia Arquette, Lisa Marie Presley y Alice Kim, además del desastroso matrimonio/anulación sobre la marcha con la maquilladora Erika Koike en 2019 (actualmente está casado con la joven japonesa Riko Shibata, con quien contrajo esponsales en 2021).

Nº 1 de Action Comics y primera aparición de Superman, vendido por Cage en dos millones de dólares.

Coleccionista compulsivo, Cage se vio obligado a deshacerse de varias de sus más valiosas propiedades (incluido el número uno de Action Comics, primera aparición de Superman), mientras entraba en un periodo de hiperactividad que le convirtió en blanco de críticas y bromas crueles.

Además de protagonizar decenas de filmes tan de género como genéricos, puso voz a personajes de animación en Astro Boy (2009) o la saga de Los Croods. Solo entre 2010 y 2018 aparecería en al menos 28 películas. Aunque entre ellas se cuentan títulos con buena acogida, como Kick-Ass: Listo para machacar (2010), Joe o Snowden (2016), la mayoría son cintas de acción, thrillers, comedias o terror, despreciadas casi unánimemente por crítica y cinéfilos. Craso error.

Con Nicolas Cage, las apariencias engañan. Amante de la magia, su carrera es como el truco de un ilusionista: sus películas son más rápidas que la vista y, a menudo, tras su apariencia mediocre o derivativa, se esconden joyas en el espíritu de la mejor Serie B. Mientras con títulos de prestigio como Joe o Pig (2021), que no están nada mal, por supuesto, Cage engaña a críticos y espectadores gafapasta, por detrás nos cuela auténticas delicias del más disfrutable cine de género.

Nicolas Cage engañando a la crítica con su prestigiosa 'Joe' (2013)

Furia ciega (2011), trepidante neowestern sobrenatural, satánico y veloz que adelanta en gran medida el argumento de la futura Mandy (2018); Caza al asesino, inspirada en los crímenes del asesino en serie real Robert Hansen; la delirante y divertida Desterrado (2014), falso wuxia con el que Cage ofendió a China; la infravalorada Caza terrorista (2014), bajo la batuta de un Schrader condenado a rehacerla después como Dark (2017); La noche de los desaparecidos (2015), folk horror urbano basado en un relato de Tim Lebbon; el estupendo neonoir nihilista Policías corruptos (2016), junto a Elijah Wood; la extraña comedia según una historia real Objetivo: Bin Laden (2016); el thriller psicológico La hora de la venganza (2017), adaptado de Joyce Carol Oates; o la cruel y satírica comedia de horror Mamá y papá (2017), favorita de John Waters y de quien suscribe.

Cartel de 'Mamá y papá' (2017), favorita de Cage para John Waters y otros freaks

En ellas, Cage ha ejercido no solo de protagonista, sino de verdadero actor-autor. Elige siempre papeles a su medida o, mejor dicho, a la de su desmedida personalidad. Acordes con sus intereses más ocultos, propios de un auténtico creador de personajes, que se reinventa constantemente sin dejar de ser siempre fiel a sí mismo. Algo que le devolvería el favor de público y crítica en 2018, con el inesperado éxito de la odisea lisérgica Mandy.

Resurrección

Año 2018, en pleno Festival de Sitges el invitado más esperado hace su aparición durante el primer pase de Mandy, nueva película del singular director canadiense Panos Cosmatos, hijo del mítico George Pan Cosmatos. Toda la semana se han estado haciendo chistes a su costa. Criticando sus últimas películas. Su peculiar estilo de interpretación y sus fracasos, entre maliciosos rumores de abusos… El freak del fantástico puede ser tan cruel y estúpido como el más repelente cinéfilo.

Nicolas Cage recibiendo el premio de honor en el Festival de Sitges 2018

Lo cierto es que, antes de comenzar la proyección, Cage, con un sencillo pero elegante traje de corte clásico, domina con su mirada y su sonrisa una sala a rebosar, recibiendo aplausos de cortesía. Dos horas y un minuto más tarde los aplausos son de auténtico entusiasmo.

Mandy es la película del año tanto en Sitges como en todo festival de cine fantástico que se precie. Las alabanzas no son sólo a la potente puesta en escena de Panos Cosmatos, que ha creado una sinfonía heavy metal sin heavy metal, un poema épico posmoderno, prog y psicodélico, una fantasía heroica posindustrial arrolladora, sino también para un Cage desatado.

[¿Quién fue Leslie Charteris? El peculiar escritor detrás de 'El Santo', héroe de la cultura popular]

Todos los excesos criticados son ahora virtudes. La escena en la que solo y malherido, tras el asesinato de su esposa, Cage grita, llora y se bebe una botella entera de whisky sin interrupción hace estallar en aplausos y aullidos de admiración a los espectadores enfervorecidos. Como su héroe, Cage renace y vuelve a reinar.

Nicolas Cage en 'Mandy' (2018), los defectos son virtudes

Con Mandy, la estrella caída en desgracia se reconcilia con su público, conquistando de paso uno nuevo. Su personaje dentro y fuera de la pantalla cae en gracia. Gracia casi divina. O infernal. Seguirán más alabanzas por Color Out of Space (2019), adaptación del clásico de Lovecraft; por Prisioneros de Ghostland (2021), delirio futurista del japonés Sion Sono; por Willy´s Wonderland (2021), donde Cage no dice esta boca es mía; por Pig, dedicada a sus seguidores más respetables; por la divertida metacomedia autoparódica El insoportable peso de un talento descomunal (2022), donde Nicolas Cage interpreta a ¡Nicolas Cage!; por la fallida Renfield (2023), cuya única virtud es la presencia de Cage como Drácula...

Así hasta la reciente Dream Scenario (2023), más metaficción indie, intelectual, hipermoderna, surrealista y a ratos divertida, dirigida por el noruego Kristoffer Borgli y producida por el cerebrito de moda en Hollywood: Ari Aster. Saludada por la crítica como su mejor película de 2023 y una de sus más brillantes interpretaciones.

'Dream Scenario', otro Cage para satisfacer a la crítica selecta

De nuevo, el mago ha hecho su truco, haciendo desaparecer ante las narices de los críticos las otras doce o trece películas de Serie B con las que ha seguido rellenando plataformas y televisiones. Entre ellas, algunas tan interesantes como el neonoir implacable Ajuste de cuentas (2019), el anti-western Butcher´s Crossing (2023) o el violento thriller psicológico Sympathy for the Devil (2023).

La sombra del actor 

Nicolas Cage es el actor que más trabaja en Hollywood y quizá en el mundo entero. Pero lo que no siempre se sabe es que también es el productor o coproductor de casi todas sus películas, a través de su propia compañía, Saturn Films. Con ella, ha participado en la financiación de otros títulos bien peculiares: Sonny (2002), La vida de David Gale (2003), El luchador (2008), la serie The Dresden Files (2007-2008) y, significativamente, La sombra del vampiro (2000): la película fantástica que narra el rodaje del Nosferatu (1922) de Murnau.

'La sombra del vampiro' (2000), la película oculta y ocultista producida por Nicolas Cage

Significativamente, porque Cage es un amante no solo del cine fantástico mudo alemán, de filmes como Nosferatu o El gabinete del Dr. Caligari (1920), sino del mundo oculto y Ocultista que las rodea. El productor de la original Nosferatu, Albin Grau, que contribuyó a la película tanto o más que el propio Murnau, era un genuino alquimista miembro de asociaciones ocultistas como la OTO (Ordo Templi Orientis) y, especialmente, la Fraternitas Saturni, con cuya revista, Saturn Gnosis, colaboró habitualmente. Siempre Saturno... ¿Casualidad? No lo creo. Los anillos de Saturno se expanden misteriosos en el espacio y el tiempo.

El logo de Saturn Films, la esotérica marca de la productora de Cage

Cage ha manifestado siempre su pasión por el mundo de lo Oculto y Ocultural. No solo de forma anecdótica, con la compra en 2007 (y posterior venta en 2009) de la que es conocida como una de las casas más encantadas de los Estados Unidos: la mansión LaLaurie, en Nueva Orleans, que perteneció a la asesina en serie Madame Delphine LaLaurie y donde intentó (sin éxito) escribir una novela de terror. O con la adquisición en 2010 de una parcela en el cementerio de St. Louis, en la misma Nueva Orleans, donde hizo construir una pirámide con la inscripción en latín Omni Ab Uno (Todo de Uno) y en la que quizá, eventualmente, reposen sus restos mortales.

El futuro lugar para el descanso eterno de Cage, una enigmática pirámide en el cementerio de Nueva Orleans

También con una profunda y continuada lectura de las obras de William Blake, Jakob Böhme, Paracelso y modernos ocultistas como Aleister Crowley y Dion Fortune; escuchando composiciones místicas como el Mantra y otras de Stockhausen e incluso investigando personalmente las huellas del Santo Grial y los caballeros templarios en Rhode Island, o durmiendo en el castillo del auténtico Drácula en 2011, durante el rodaje en Rumanía de la segunda entrega del Motorista Fantasma, mientras divide su tiempo entre Nueva Orleans y Las Vegas, ciudades cuyo genius loci afirma le son propicios.

La filmografía de Cage aborda constantemente temáticas ocultistas y mágicas, que funcionan gracias a la simpatía que por ellas siente el propio actor. Simpatía, parafraseando una de sus últimas películas, por el diablo. La carta que corresponde a Saturno y Capricornio en el Tarot no es otra que, precisamente, la del diablo. Pero no el diablo entendido a la manera tradicional, sino como una fuerza activa, creativa, rebelde y desafiante. El diablo de Milton, Baudelaire, Carducci… y Anton La Vey, creador del moderno satanismo de Hollywood en los años sesenta.

Casi todos los personajes interpretados por Cage son ambiguos y de moral poco o nada clara. No le interesan los héroes sin tacha, sino los antihéroes que bordean cuando no traspasan los límites del bien y del mal. Uno de sus lemas, según confesó al New York Times en la fantástica entrevista de 2019 con David Marchese, es “sé lo más normal posible en tu propia vida, para poder ser tan degenerado como quieras en tu arte”, que le dijera su amigo Rob Zombie, citando a Flaubert.

[Érase otra vez: la avalancha del 'retelling', nuevas formas de contar el mismo cuento de siempre]

Gánsteres en busca de redención (Ajuste de cuentas), asesinos a sueldo o pistoleros perseguidos por su pasado (Camino de la venganza), policías viciosos y corrompidos (Teniente corrupto, Policías corruptos), desperados escapados del mismo infierno (Ghost Rider, Furia ciega), rednecks violentos (Joe), mitómanos con delirios de grandeza (Objetivo: Bin Laden), vengadores implacables (Mandy, Sympathy for the Devil), vampiros reales o ficticios pero siempre sedientos de sangre (El beso del vampiro, Renfield)… Cuanto más retorcido, equívoco y en definitiva oscuro, más disfruta Cage su personaje y nosotros con él. Un catálogo de violentos perdedores, con aroma crepuscular y noir, grotescos, tragicómicos y luciferinos al estilo laveyano.

'Sympathy for the Devil' (2023), un laveyano Nicolas Cage desatado

El propio método actoral de Cage, histriónico, excesivo, sobreactuado si se quiere, pero siempre efectivo para sus personajes, está basado en un sistema personal que ha denominado Nouveau shamanic o “Nuevo chamanismo”. Derivado de las obras de Brian Bates The Way of Weird y The Way of the Actor, aplica en la práctica sus tesis sobre el origen y función mágica y terapéutica del trabajo del actor, en un sentido no muy distinto al de las teorías psicomágicas de Jodorowsky.

Utilizando técnicas del teatro y el cine expresionista alemán, del kabuki y la performance artística, aplicando sus lecturas de Jung y Joseph Campbell, le gusta llevar consigo al rodaje objetos de poder: cristales, escarabajos egipcios... En definitiva: talismanes para enfocar sus energías creativas y estimular su imaginación, más allá del hecho de si funcionan o no realmente, que tonto no es. Para Cage, el trabajo del actor no es el gran arte de la mentira al estilo Laurence Olivier, ni tampoco la imitación a la vida de Stanislawski, aunque se acerca más a este último, tan ruso y chamánico. Es, ante todo, “canalizar” el espíritu del personaje.

Para interpretar al Motorista Fantasma, explicaba en una entrevista con thefancarpet.com, se preparó “...pintando mi rostro de blanco y negro para que pareciera una calavera, para que pareciera como algún icono del vudú afrocaribeño de Nueva Orleans, como el Barón Samedí o Barón Sábado, que parece un esqueleto pero vestido muy elegantemente; es el espíritu de la muerte pero también un espíritu que ama a los niños, un icono vudú muy lujurioso (…). Así podía caminar por el set proyectando un aura de terror, podía ver el miedo en mis compañeros de reparto. Era como oxígeno para un incendio y me permitía creer que yo era realmente aquel espíritu vengador”.

Nicolas Cage como Dracula, lo mejor de 'Renfield' (2023). El Viejo Nick nunca morirá

Para concluir con ironía menos mística: “El problema es que si a la mañana siguiente te invitan a una fiesta de Navidad en Rumanía, ruedas hasta las dos de la madrugada y apareces en la fiesta de Navidad tomando schnapps mientras sigues caracterizado de tu personaje, el infierno entero puede abrirse bajo tus pies, y eso hizo. Tengo suerte de no estar todavía en alguna cárcel rumana”.

Nicolas Cage es un chamán de la interpretación. Un actor-autor único, amado y odiado a partes desiguales, pero que a nadie deja indiferente. Porque a su genuina dedicación al cine y la actuación, une dos virtudes poco comunes: la emoción religiosa de quien hace de su profesión un sacerdocio a mayor gloria de Tespis, una vía de conocimiento y salvación personal, compartiendo su arte gozosamente con el resto del mundo…

Y un enorme sentido del humor, que le permite reírse de sí mismo, como en El insoportable peso de un talento descomunal, donde bromea sobre el Nouveau shamanic, o en Dream Scenario, donde la pesadilla de un ficticio Nicolas Cage omnipresente en los sueños del mundo entero se antoja irónica metáfora de su omnipresencia real en las pantallas. Ese es el secreto último del auténtico mago: saber reírse de sí mismo y al tiempo, como el sabio alquimista, transformar el más bajo plomo del saturnal nigredo en el oro de los dioses.

Con sesenta años y otra película en cartel, El último objetivo, cuyo título original es The Retirement Plan (Plan de jubilación), a nosotros el Viejo Nick no nos engaña: no se va a retirar nunca. Al menos, hasta que Saturno le devore, como a todos sus hijos.