Lejos quedan los tiempos en que la inteligencia artificial (IA) parecía una distopía que pertenecía exclusivamente a la ciencia ficción, porque ahora la realidad es bien clara al respecto, ya está aquí y más nos vale gestionarla correctamente.
De hecho, la aprobación reciente de la primera ley de regulación por parte de la Unión Europea, basándose en la capacidad de la IA para causar daño a la sociedad quitándonos el trabajo a todos, sigue un enfoque muy claro "basado en el riesgo": cuanto mayor sea éste, más estrictas serán las normas.
La IA otorga a las máquinas habilidades hasta ahora reservadas a los humanos, como la capacidad de razonar, aprender, crear, planear, percibir el entorno, resolver problemas, tomar decisiones y actuar con un fin específico. A medida que va avanzando inexorablemente y siendo cada vez mas útil, los seres humanos no podemos evitar el temor de que pueda superarnos en términos de inteligencia y capacidad, y cómo no, de que también pueda reemplazarnos tal y como ha quedado retratado en tantas películas.
A lo largo de un siglo de celuloide, desde la María del Metropolis de Fritz Lang hasta la reciente The Creator, pasando por filmes como Terminator, Blade Runner, Juegos de Guerra, Robocop, Wall-E, Westworld o Alien, las inteligencias artificiales han demostrado ser amenazas incontrolables, pero también aliados muy valiosos. Así que aprovechamos la ocasión para dar un repaso a las más destacables e impactantes dentro de la historia del celuloide.
2001: una odisea en el espacio (Stanley Kubrick, 1968)
Comenzamos, como no, con la más icónica y seminal de todas ellas. Y es que HAL 9000 es probablemente la inteligencia artificial mas reconocible de las que se han proyectado en la pantalla de una sala de cine: el vigilante por excelencia, extremadamente métodico, muy seguro de si mismo y con un punto de orgullo eficiente, pero al que -inevitablemente- se le irá el temple de las manos cuando llegue a sentirse amenazado.
La obra maestra de Kubrick sigue siendo el clásico de referencia de la sci-fi, y su criatura artificial, la figura paternal del resto de inteligencias posteriores en la historia del cine. Sus iniciales, contra la creencia popular, no guardan relación con la computadora IBM sino que significan Heuristically Programmed Algorithmic Computer (Computador algorítmico programado heurísticamente).
Y es que la cámara con lente roja y ojo de pez mas famosa del espacio interestelar está programada para no recibir respuestas que tengan dudas, pese ser una computadora heurística, lo cual la hace muy semejante al pensamiento humano. Su programación consiste fundamentalmente en cumplir sin objeciones los planes trazados previamente, razón por la cual eliminará de manera automática a los que duden o puedan ser escépticos, considerándolos ‘mecanismos fallidos’.
De tal manera que cuando HAL, después de cometer un error técnico en sus tareas y posteriormente advertir en una conversación -leyendo en los labios del astronauta Bowman- que están planeando desconectarla, demostrará un sorprendente, innato y casi humano instinto de supervivencia.
"Creo que sabe lo que ocurre tan bien como yo, David… Sé que usted y Frank planeaban desconectarme, y me temo que eso es algo que no voy a poder permitir", agumenta la maquina justo después de su implacable decisión de eliminar toda vida (y por tanto, amenaza) humana dentro de la nave. Bowman mientras tendrá que tomar una decisión muy arriesgada y límite para poder revertir la condena a muerte cibernética.
Pero Hal no es perfecto (ni siquiera él) y en un error de cálculo sobre el riesgo mortal que puede llegar a asumir un ser humano en un duelo de supervivencia como éste, Bowman sorteará la muerte en último instante para conseguir volver a entrar a la nave y de esta manera poder apagar la amenazante computadora de a bordo.
Lo que viene a continuación es simple y llanamente una de las escenas mas talentosas y turbiamente emotivas que jamás haya filmado el maestro Kubrick. En ella, el espectador participará con estremecimiento de la desactivación de HAL por parte de Bowman, que apaga los módulos uno a uno manualmente, mientras se va produciendo la degradación progresiva de la conciencia de la IA.
Finalmente, ésta termina su existencia cantando lentamente la canción infantil Daisy Bell, transmitiendo al espectador una impagable sensación de demencia senil cibernética, en la que finalmente el David humano logra vencer por medio del instinto y la inteligencia a la (casi) invencible máquina suprema de Goliath.
Da igual cuantas veces la veas, el resultado sigue siendo, con la respiración del astronauta como única banda sonora, una experiencia realmente impactante. Después vendrá el posterior psicodélico viaje interestelar más allá de Júpiter. Pero esa es otra historia dentro de esta historia.
Her (Spike Jonze, 2013)
Dentro de un pequeño smartphone retrofuturista con apariencia de la cartilla de fotos de tu abuela se encuentra Samantha, el sistema operativo definitivo del mañana y que podrás llevar fácilmente en el bolsillo de tu camisa. Una evolución lógica de Siri, pero con el valor añadido de tener voz femenina mas sensual y desenfadada de la historia del cine cibernético.
Interpretada por una sensacional Scarlett Johansonn, que tuvo que regrabar al final del rodaje la voz originalmente grabada por la actriz Samantha Morton, esta particular inteligencia artificial evolucionará desde su posición original de software colegui, especialmente diseñado para charlar con los usuarios, a una especie de coach cibernético que servirá de impulso para levantar el ánimo (y algo más) a Theodore Wembley, el protagonista interpretado por un especialmente comedido Joaquin Phoneix.
Una inteligente película que fue concebida como una extraña tecnocomedia romántica, y en la que su director Spike Jonze insistió durante las entrevistas de promoción en que ‘le costaba verla’ solo como una película futurista de sci-fi pura y dura. El flechazo inevitable entre los dos protagonistas se tornará tremendamente real, obsequiando al espectador con una bella fábula sobre la soledad en la época de la hiperconexión rodada con una sensibilidad apabullante.
El magnífico guión escrito también por Spike Jonze consigue que Samantha sea una IA desenfadada y hipster descendiente de Hal 9000, consiguiendo ser el personaje mas espontáneo, comunicativo y menos acomplejado de toda la película. Además de su extraordinaria pericia, claro: ella igual te redacta un texto cotejando entre 100000 referencias en menos de 5 segundos, que te aconseja sobre los papeles de divorcio, que compone una sensible y delicada pieza de piano para captar un sentimiento concreto o que te hace una viñeta cómica con un chiste verde.
En el fondo de nuestros deseos no parece tan lejana esta actualización futura y tan humana de Siri. Su extraordinario sentido del humor y su autoconsciencia es lo máximo a lo que podría aspirar. ¿Y quien no querría una compañía así de eficiente y molona?
A.I. Inteligencia Artificial (Steven Spielberg, 2001)
A finales de los años 70, Stanley Kubrick compró los derechos de la historia corta de Brian Aldiss Los Superjuguetes duran todo el verano y comenzó a hacer un tratamiento de guion de 90 páginas con la idea de dirigirla a mediados de la década de los 80. Pero la cosa no salió muy bien, y es que no terminaba de dar con la manera de plasmarlo en pantalla para que emocionase al público (su eterna fama de frío le precedía), aparte de la imposibilidad técnica en ese momento para representar el futuro que el director tenía en su cabeza.
Así que durante los siguientes veinte años el proyecto fue pasando de mano en mano,
hasta que Steven Spielberg lo acogió en su seno, haciendo caso a lo que le repetía su amigo Stanley una y otra vez: "esta película está mucho más cerca de tu sensibilidad que de la mía", lo cuál Spielberg se tomó como un halago algo confuso. ¿Era un reproche o un cumplido?
Y como no podía ser de otra manera, el director de E.T., el extraterrestre y Encuentros en la tercera fase acabó recreando la versión mas tierna y emotiva de la historia de las inteligencias artificiales. Para ello contó con un Haley Joel Osment que venía de ver muertos ocasionalmente y que encajaba perfectamente con toda su fragilidad infantil como niño robot en esta historia sobre la búsqueda del amor materno con la eterna crueldad del ser humano de fondo.
El resultado fue una fábula oscura y desoladora que acaba desembocando en un cuento de Disney con moraleja final, fuertemente vertebrada en el cuento de Pinocho de Carlo Collodi, pero que también incorpora elementos de otras historias infantiles como El mago de Oz y hasta de Bambi (la terrible escena del rechazo de la madre en el bosque).
Hay que reconocer que la película de Spielberg no ha envejecido muy bien, ya sea por la emocionalidad ingenua que desprende en algunos tramos del filme o la extrema diferencia de tonos con los que está rodada la primera parte con respecto a la segunda. Además de ese popurrí extraterrestre al final, que lastra un titulo en el que siempre nos quedará la duda de cómo la hubiese hecho Stanley. Lo que si está claro, es que hubiese sido una película radicalmente distinta.
Moon (Duncan Jones, 2009)
El hijo mas aventajado, cinematográficamente hablando, de David Bowie, nos entregó en su segundo filme esta historia lunar poblada por clones que no saben que lo son, que evocan la soledad de Ziggy Stardust y que cuando lo averiguen, se rebelarán contra las despiadadas y amorales prácticas laborales de una empresa con intereses comerciales en la luna.
Toda la ética que le falta a la corporación será brutalmente compensada por el personaje interpretado por Sam Rockwell, un minero-astronauta de misión poco humanitaria en el satélite terráqueo, y por su compañero Gerty, una IA con la voz de Kevin Spacey que se convertirá en su mejor aliado.
[Duncan Jones: "Mi padre, Bowie, me enseñó a ser creativo"]
Y es que Gerty 3000 será mayordomo y psicólogo, enfermero ocasional y sobre todo amigo, de los que no te dejan tirado, de los que son capaces de hacer la vista gorda en el trabajo con tal de ayudar a un compañero.
Con un diseño algo tosco, mitad máquina de cadena de ensamblaje, mitad fotocopiadora ochentera a la que hay que pasar un trapo de vez en cuando, y con algunos ruinosos post-its encima, su sorprendente funcionalidad, su buen corazón y su prominente lente ojo de pez le hará parecer una versión más calmada y bonachona que su pariente lejano Hal 9000.
Gerty será el encargado de iluminar al protagonista revelando su posición de esclavo laboral (con recuerdos implantados) dentro de una cadena de clones que tienen solo tres años de duración y diseñados exclusivamente para ‘currelar’ solos en la luna mientras la corporación se llena los bolsillos con su amoral logística empresarial de proporcionar energía al planeta tierra a cualquier coste (clonario).
This is ground control to major Tom…
Ex Machina (Alex Garland, 2014)
La verdadera prueba está en saber que tienes un robot delante y ver si aun así puedes percibir su conciencia humana.
Con esta premisa comienza Ex Machina, la ópera prima de Alex Garland (Aniquilación, Men). El realizador entró por la puerta grande del reino de las inteligencias artificiales con este elegante y claustrofóbico relato futurista.
La historia gira en torno a la creación y testeo durante siete sesiones de la replicante AVA, interpretada por una bellísima y frágil Alicia Vikander (por favor no se pierdan su magnifica miniserie Irma Vep), que se revelará (y rebelará) ante el esclavismo de una especie de moderno y proteínico Dr. Frankenstein, con gran afición a la bebida para sobrellevar la inmensa responsabilidad de tal carga creativa.
Y es que este diseñador de inteligencias artificiales interpretado por Oscar Isaac, con su harén de replicantes esclavas sexys y sumisas, acabará sufriendo su merecido castigo: comprenderá que no se puede jugar a ser dios creando tu propia mansión Playboy cibernética en medio de la selva.
El resultado es una claustrofóbica película de cámara con tan solo tres personajes en la que el mito de Prometeo se alía con la serie negra de la femme fatale artificial y que acaba jugando con el espectador de manera inteligente para que no sepa muy bien quien está manipulando a quien.
Y es que AVA, cual Lauren Bacall determinante y tierna, harta de su forzado encierro, y al ver peligrar su existencia, irá trazando un plan de escapada a costa de la visita de un programador románticamente ingenuo. A lo largo de las sesiones de entrevistas a la replicante irá siendo atrapado en la particular tela de araña cibernética tejida por ella y en la que suenan ecos del famoso test antireplicantes de Voight Kamp, una de las insignias de Blade Runner.
Y es que, al final, el peor error que puede cometer la inteligencia artificial es ser más egoístamente humana que cualquiera de los humanos.