Concebida como la primera parte de una supuesta trilogía de filmes de serie B protagonizados por lesbianas, Dos chicas a la fuga supone el debut de Ethan Coen en la dirección en solitario de películas de ficción. Un emprendimiento en el que salen a relucir varios de los rasgos característicos de la obra conjunta de los hermanos Ethan y Joel Coen, desde su debilidad por los personajes muy elocuentes (o muy lacónicos) a la creación de universos situados en la frontera de lo real.
Sobre el mapa, Dos chicas… recorre por carretera el este de los Estados Unidos, desde Filadelfia a Tallahassee, pero en lugar de paisajes y asfalto, la cámara del pequeño de los Coen prefiere poner el foco en los interiores artificialmente iluminados de moteles, canódromos, calabozos y, sobre todo, bares de lesbianas. Ahí es donde la parlanchina Jamie (Margaret Qualley) y la reservada Marian (Geraldine Viswanathan) ponen en práctica su plan para “desmantelar el patriarcado” a golpe de irreverencia y libido.
De entre los múltiples géneros visitados por los Coen en sus más de tres décadas de trayectoria, la comedia sexual apenas figura como una coda en títulos como El gran Lebowski (1998) o en el guion que el dúo firmó para Bad Santa (2003).
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En este sentido, Dos chicas a la fuga, en la que la lascivia opera como motor del relato, debería considerarse tanto una película de Ethan Coen como de la coguionista Tricia Cooke, cuya carrera como montadora de varias películas de los hermanos aparece salpicada por la dirección de cortometrajes de temática queer –en este punto, no resulta anecdótico señalar que Cooke, además de estar casada con Ethan Coen, ha reconocido abiertamente su lesbianismo–.
Así, el erotismo de Dos chicas…, combinado con altas dosis de humor absurdo, funciona como el aliño picante de una ensalada de aventuras, psicodelia, romance y pinceladas de cine negro de serie B. La misteriosa caja humeante y el maletín que hacen las veces de macguffin de la historia remiten a la paranoia de El beso mortal (1955) de Robert Aldrich, a la sátira contracultural de Repo Man (1984) de Alex Cox, y a la fuerza icónica de Pulp Fiction (1994).
Como ocurría en Quemar después de leer (2008), las heroínas de Dos chicas a la fuga se descubren atrapadas de manera fortuita en una sórdida trama criminal, aunque el crudo nihilismo de aquella se ve reemplazado aquí por una fe a prueba de balas en el empoderamiento de las jóvenes protagonistas, que Qualley y Viswanathan convierten en una versión moderna de Thelma y Louise.
Parafraseando a los Coen y a Cormac McCarthy, cabría señalar que esta no es una película “para viejos”, aunque Dos chicas…, cuya acción transcurre en 1999, mira con una nostalgia disfrazada de ironía al verano del amor hippie y a la música americana de las décadas de 1950 a 1970, representada por la furia sensual de Got My Mojo Working, cantada por Joyce Harris, y por la melosa voz de Linda Ronstadt, interpretando el Blue Bayou de Roy Orbison.
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Pasado y presente conviven armónicamente en este divertimento efervescente, que entrecruza las odiseas femeninas de Henry James con unos gags que heredan el descaro de la revista Mad y la comedia adolescente de Desmadre a la americana (1978).
Dos Coen, dos destinos
Aunque la leyenda señala que Joel y Ethan Coen realizaban conjuntamente sus películas, los créditos, desde Sangre fácil (1984) hasta Crueldad Intolerable (2003), situaban a Joel como director y a Ethan como productor. Ahora, con su separación tras La balada de Buster Scruggs (2018), Joel ha dirigido y producido en solitario La tragedia de Macbeth (2021), mientras Ethan dirigía el documental Jerry Lee Lewis. La música del diablo (2022).
Dos chicas a la fuga
Dirección: Ethan Coen.
Guion: Ethan Coen, Tricia Cooke.
Intérpretes: Margaret Qualley, Geraldine Viswanathan, Matt Damon, Beanie Feldstein y Pedro Pascal.
Año: 2024.
Estreno: 1 de marzo