El francés Xavier Legrand (Isla de Melun, 1979) alcanzó notoriedad internacional con su primer largometraje, Custodia compartida (2017), ganadora del León de Plata a la mejor dirección en el Festival de Venecia.
En aquella excelente película, el director contaba a través de la mirada de un niño el espantoso divorcio entre una mujer y un marido violento y monstruoso que sabe imitar a la perfección el papel de buena persona cuando le conviene. Con trazas de buen cineasta, el director contaba el peso insoportable que sufre el joven, víctima de esa violencia paterna pero también del horror de esa filiación que le somete a una herencia ominosa.
En El sucesor, el director adopta un tono distinto, más cercano al thriller, para explicar una historia parecida que casi podría ser la segunda parte de su debut, ambientada muchos años más tarde cuando el hijo ha crecido.
Arranca la historia con el éxito en París del modisto Ellias Barnés (Marc-André Grondin) en su primer desfile para la poderosa casa Orsino. Acto seguido, la tragedia le asesta un golpe cuando muere su padre y no tiene más remedio que volver a su Quebec natal a hacerse cargo del funeral. Lo peor no es, ni de lejos, la muerte de un padre al que lleva veinte años sin ver si no el horrible secreto que descubre en su casa.
Con frialdad glacial, la película nos cuenta el descenso a los infiernos del hombre exitoso y las difíciles decisiones que tiene que tomar, en una especie de espiral de errores que lo conducen aun más hondo.
Retrato certero de las secuelas del maltrato en la infancia y de un patriarcado estructural que ejerce una violencia sistemática contra las mujeres, se trata de una película más cercana al género que la autoral Custodia compartida, en la que el director se pregunta hasta qué punto los hijos pueden escapar de los crímenes de sus padres y la pesadez de determinadas herencias.
Pregunta. En la película el protagonista sufre un enorme estrés porque está viviendo su gran momento profesional. ¿Le ha costado siete años hacer su segunda película porque sentía esa presión?
Respuesta. Puede ser que simbólicamente haya esa presión con la que me identifico. Todos los cineastas nos debemos enfrentar a una segunda película y cuando la primera ha funcionado bien no es fácil. Me he tomado el tiempo para hacer la película que quería hacer porque sé que la segunda se ve ya siempre con mucha información, la idea era reinventarse pero también ser fiel a mí mismo.
P. ¿Quería seguir hablando de la violencia contra las mujeres tras ese primer filme?
R. El sucesor cuestiona el patriarcado desde otro punto de vista. En la primera película veíamos esa violencia hacia las mujeres y en esta película es más problemático porque la victima es un hombre. Quiero analizar como el patriarcado hace daño a los propios hombres: a los hijos, los hermanos… esa idea del hombre terrible, el macho, causa mucho dolor. La pregunta es cómo nos posicionamos ante eso y por qué resulta tan difícil incluso a los jóvenes decir que no son como esos hombres.
»Este personaje está traumatizado, pero no sabe por qué. Los hombres no son conscientes del daño que han sufrido, no sabemos verbalizarlo. Ese respeto a la figura del padre, el hermano y una cierta solidaridad masculina ancestral hacen que sea muy difícil que los hombres denuncien cuando son víctimas de violencia. Ese silencio hace mucho daño. Lo vemos al principio de la película, está destrozado pero no sabe por qué.
P. ¿Todos sentimos que podemos ser culpables de los crímenes que hayan cometido nuestros padres?
R. Hay un lazo de sangre al que la sociedad da un valor absoluto. Cuando existe esa conexión familiar pensamos que tiene que haber algo del padre en el hijo. Los propios hijos viven eso con mucha angustia. Pero la dominación es una opción, podemos cambiar ese patriarcado aunque haya una carga cultural muy fuerte que hace difícil esa ruptura generacional. No creo que siempre la violencia vaya a crear mas violencia. Hay gente que ha sufrido mucha violencia de niño y hay una posibilidad de progresar, pero requiere un trabajo.
P. El protagonista hace cosas terribles. ¿Está condenado?
R. Él ha construido una imagen pública en un mundo como el de la moda, donde eso importa mucho. Ellias es un antihéroe en la película porque lo hace todo para salvarse a él, para poder seguir triunfando, porque sabe que si todo el mundo sabe cuál es su herencia ya nadie será capaz de verle de la misma manera. Es algo que no estamos acostumbrados a ver en el cine porque normalmente lo que pasa es como el protagonista realiza buenas acciones. Mucha gente ve la película y detesta al “sucesor”, es muy fácil condenarlo. Pero luego esa misma persona va al metro, asiste a una agresión y no hace nada para evitarla porque prefiere salvar su piel.
P. ¿Y cómo lo ve usted?
R. No creo nada. Creo que cada uno intenta hacerlo lo mejor posible con las posibilidades que tiene. No quiero justificar lo que hace pero puedo comprender el estrés, la angustia. Es una pesadilla. Se porta mal pero también es una víctima. El quiere controlar lo incontrolable y eso es un error. Veo la película como una tragedia griega o Hamlet. Cuenta de manera simbólica una caída y para que sea lo más grande, lo más violenta posible hay que ir de lo más luminoso a lo más oscuro y que sea lo más vertiginosa posible.
P. Las estadísticas dicen que el 90% de los delitos domésticos no se denuncian. ¿Por qué sigue habiendo tanta impunidad?
R. La violencia familiar es universal, extremadamente contemporánea y nuestra sociedad aún puede hacer mucho más para terminar con ella. En la tragedia clásica no hay más que asesinatos de niños, fratricidios… la violencia familiar está siempre en el centro de esas historias. La idea del honor de los hombres es la piedra del patriarcado. Para deconstruir todo eso va a costar siglos.