Entre los preciosos carteles italianos de promoción de La quimera, hay uno que adopta el estilo que popularizó el mítico ilustrador estadounidense Drew Struzan con la saga de Indiana Jones, un montaje con las caras dibujadas de los personajes a distinto tamaño.
La referencia tiene sentido, sobre todo como broma, porque el filme de la cineasta italiana Alice Rohrwacher tiene un cierto aire aventurero. Pero si el célebre arqueólogo se cruzara con la camarilla de pícaros asaltatumbas que protagonizan la película seguro que sacaría el látigo de paseo –¡Whop-eesh!– y diría aquello de “esas piezas deben estar en un museo”.
En cualquier caso, la directora italiana no mira aquí precisamente ni al cine de Steven Spielberg ni a la industria de Hollywood, sino que se alinea con la estirpe del neorrealismo italiano, de Roberto Rossellini –con su hija Isabella dando vida aquí a una vieja aristócrata que vive en un palacio en ruinas– a los hermanos Taviani, pasando por Pasolini, Fellini o Ermanno Olmi. En la magnética narrativa de La quimera sentimos el peso de la tradición, pero Rohrwacher no se queda en el mero homenaje.
La directora se mueve con soltura sobre el alambre, dando aliento a imágenes granuladas, atemporales, de una factura preciosista al tiempo que mundana, en las que el realismo de la puesta en escena está siempre a un paso de lo lírico, lo simbólico e, incluso, lo fantástico.
Nunca llega el traspiés y, en ese complejo equilibrismo, aparece el misterio, logrando Rohrwacher uno de los filmes más genuinos e imprevisibles del cine italiano reciente, algo que solo le pueden discutir los trabajos de Pietro Marcello.
También es un filme romántico, con esa figura trágica del inglés (así conocido, aunque nunca sepamos su procedencia real), interpretado por Josh O’Connor (apunten su nombre, va para estrella) como un antihéroe trágico, lacónico, pero también dulce, obsesionado con la muerte de su amada e incapaz de controlar su don (cual zahorí, armado con una ramita, es capaz de sentir donde se encuentran las tumbas de los antiguos etruscos repletas de tesoros).
Ante él, y como salvación, la resiliente y pizpireta presencia de Italia, interpretada por la actriz brasileña Carol Duarte, que ilumina la pantalla en cada aparición.
La película de Rohrwacher, como ya hicieron sus maestros, captura la forma de vida de los desheredados, su vitalidad, su alegría, su belleza, también su ruindad y su egoísmo. Así perfila a la banda que acompaña al inglés, interpretada con jovial e irreflexiva naturalidad por actores no profesionales.
Pero, más que en lo político o social, el sustrato del filme se sitúa en el mito, algo que potencia la directora con decisiones formales arriesgadas (los planos que invierten el cielo y la tierra) que culminan, sin caer en virtuosismos ni artificios huecos, en un final mágico y emocionante.
La quimera
Dirección: Alice Rohrwacher.
Guion: Alice Rohrwacher, Carmela Covino y Marco Pettenello.
Intérpretes: Josh O’Connor, Carol Duarte, Isabella Rossellini, Alba Rohrwacher, Vincenzo Nemolato.
Año: 2023.
Estreno: 19 de abril