Con un presupuesto de más de 20 millones de euros, varios años de trabajo a sus espaldas y tras no pocos obstáculos, Dragonkeeper: Guardiana de dragones llega con 300 copias a los cines españoles y la ambición de conquistar el mercado internacional. Se trata de una poco común coproducción entre España y China que adapta el primer capitulo de una saga de novelas fantásticas escritas por la australiana Carole Wilkins.
La “guardiana de dragones” es la pequeña Ping, llamada a salvar a los dragones y la propia China de la tiranía. La película está ambientada en la China Imperial de hace 2.500 años y está dirigida por Salvador Simó, quien obtuvo un gran éxito de crítica y público con su debut en el largometraje, la mucho más autoral Buñuel y el laberinto de las tortugas (2018).
Como señala Simó (Barcelona, 1975), quien le conozca por este proyecto quizá puede sorprenderse de un cambio tan radical a una animación mucho más comercial e infantil como Dragonkeeper. Pero como director, animador y guionista, el barcelonés tiene una larga trayectoria en series para el gran público como Las tres mellizas o películas como El sueño de una noche de San Juan.
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“He estudiado dirección de cine y empecé dibujando para Disney y después aprendes a trabajar con el ordenador", explica el animador. "He trabajado en casi todas las posiciones de una película de animación, desde el layout (la dirección de fotografía en estas películas) al guion, y he podido recorrer como profesional todo ese proceso. A la hora de dirigir, conocer cómo funciona por dentro una producción de este estilo, te da muchas tablas”.
Simó entró en el proyecto como diseñador de personajes y acabó dirigiéndolo después de que renunciara Ignacio Ferreras cuando “se estaba cerrando el guion”. Al tomar el timón, el propio Simó también hizo sus cambios “sobre todo para profundizar en algunos personajes y las relaciones entre ellos. Surge de manera más clara de que ella tiene un destino escrito, pero existe la posibilidad de cambiarlo”.
Lost in Translation
Sobre el papel, la película está codirigida por el animador catalán y el chino Jianping Li, pero, como explica Simó, “por contrato nosotros teníamos la dirección principal del proyecto. Los chinos sobre todo se encargaron de que la película fuera fiel y rigurosa con la reproducción histórica y su cultura. Para el tema de las telas, por ejemplo, nos asesoró el Museo Nacional de Pekín”.
Entre España y China, ambos equipos tejieron una alianza en último término fructífera, pero obviamente compleja por el idioma y las diferencias culturales. “Ellos pedían cosas y algunas se les concedían y otras no", recuerda Simó. Además del problema de los traductores hubo una pandemia en medio que lo complicó todo".
"Existía una diferencia en cuanto a la narrativa", continúa el director. "Los chinos querían que toda la información estuviera sobreexpuesta por una cosa cultural suya y nosotros pensamos que el público juvenil es muy inteligente y no hace falta explicárselo todo. Tenían claro que había que hacer una película atractiva para el mercado internacional y al final todo fue muy bien”.
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Para contar esta historia clásica de iniciación con elementos mágicos, dragones y una rata simpática que es amiga de la protagonista, Simó quería recuperar la magia de las películas de aventuras de los 80 del estilo de la saga Indiana Jones y Los Goonies.
“Las películas de animación actuales están muy basadas en el gag, están sobrecargas de humor", asegura. "Queríamos recuperar el tono de las historias de aventuras a la antigua usanza con un viaje emocional de la protagonista. Es un viaje de libertad, de elegir cuál es tu destino y cómo es posible cambiarlo. Y los dragones representan para todos la fantasía, nos llevan a ese mundo de ilusión”.