El cine de Richard Linklater (Houston, 1960) es una carrera contra el tiempo. En sus imágenes, algo extraño en estos días, podemos sentir que el fluir de la vida nunca se detiene, sino que empuja a sus personajes hacia la conciencia de la desaparición. El cineasta de Texas también parece vivir y trabajar bajo ese imperativo. Sin aliento.
Apenas un día después de poner fin al rodaje de su “película francesa”, que ha rodado en París en las últimas semanas, tratando de atrapar la euforia de la Nouvelle Vogue en el desaliento de Jean-Luc Godard cuando rodó su ópera prima, Al final de la escapada (1959), viaja Barcelona para recibir el Premio de Honor del BCN Film Fest en su gala de clausura, al tiempo que se sumerge, entusiasta y generoso, en una intensa jornada promocional de su próximo estreno.
Hit Man llegará a salas españolas el próximo 7 de junio tras haberse presentado a concurso en el pasado Festival de Venecia, donde fue recibida con alborozo por la crítica. No es para menos.
El autor de la memorable trilogía de Jesse y Celine, a la que al parecer sumará una cuarta entrega en breve (la consigna de su cine, como él dice, es “no parar, no parar, no parar nunca”), ha llevado a la pantalla la extraña y turbia historia de Gary Johnson, un profesor de Filosofía que en sus ratos libres trabajaba como infiltrado para la Policía de Nueva Orleans, haciéndose pasar por un sicario para detener in fraganti a quienes contrataran sus servicios.
Construye así un endiablado juego de apariencias que revela las sombras oscuras de la moral humana, como ocurría con la magistral Bernie (2011), también inspirada en un caso real, una investigación periodística publicada por su amigo Skip Hollandsworth.
“A su modo son películas mellizas –nos confirma en una suite del Hotel Casa Fuster–, pues ambas reflexionan sobre cuál es la moralidad del asesinato, el modo en que nuestras emociones nos pueden llevar a anular por completo lo que entendemos por el bien y por el mal”.
Pregunta. Ciertamente, tanto el Bernie interpretado por Jack Black como el Gary al que da vida Glen Powell en Hit Man son personajes con los que es fácil epatar, a pesar del monstruo que llevan dentro…
Respuesta. Me interesó la historia de Gary precisamente porque era una persona real, a quien incluso pude conocer un poco antes de fallecer. Leí el artículo en la revista y me intrigó sobremanera que alguien hiciera algo así para ganarse la vida, suena como un trabajo muy loco. Y el hecho de que diera clases de Filosofía en la Universidad lo hacía más interesante aún. En determinado punto, convierto la historia real en una ficción sobre la identidad y el crimen, y ahí es donde me permito hibridar el thriller con la comedia romántica y con el true crime.
P. ¿Por qué escogió a Glen Powell para un papel con tantos registros, en el que permuta constantemente de identidad de una escena a otra?
R. Conozco a Glen desde que era un adolescente. Vivimos en la misma ciudad. Interpretó a un estudiante en una película mía hace veinte años. Sé que ha trabajado últimamente en varias películas de acción, donde no ha podido desarrollar todo su talento, que es enorme. Es capaz de hacer cualquier cosa. Y es uno de los actores más inteligentes con los que he trabajado. En la vida real, es más parecido a Ron, el sicario profesional por el que se hace pasar, que a Gary, el profesor nerd y desapasionado, y por eso creo que su arco de transformación es tan creíble en la película.
P. Hay una escena crucial en el filme en la que pone en juego hasta tres capas de representación, tres ficciones en una misma ficción que se alimentan y devoran a sí mismas… Es una de esas escenas que ponen a prueba el talento de un cineasta. ¿Fue un verdadero desafío rodarla?
R. Sin duda. Es de lejos la escena más complicada. El timming tenía que ser perfecto. En las primeras versiones del guion, era bastante distinta, pero una vez que estás en el espacio real y ensayas con los actores, las cosas evolucionan y cambian. Me gusta que los actores participen en ese proceso. Lo he hecho con Ethan (Hawke) y con Julie (Delpy) siempre y aquí también lo he hecho con Glen.
»Era una escena que tenía que funcionar a la perfección porque es la más importante de la película, es la que decide hacia dónde van a avanzar las vidas de Gary y Madison. Fue intenso y fue divertido. Es algo especial porque hay una interpretación dentro de una interpretación, y luego se añade otra más… hasta que las identidades se difuminan por completo. Es bastante salvaje. Lo cierto es que lo difícil no fue dirigir a los actores, sino llegar al concepto para que la planificación de la escena fuera adecuada.
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P. Me recordó al cine de Ernst Lubitsh, tanto por el ritmo como, sobre todo, porque las comedias de Lubitsch son todas ellas mascaradas, juegos de apariencia…
R. Sí, ese es el concepto general de la película. La mascarada. Creo que hay mucho de screwball comedy en Hit Man, al menos yo lo he buscado… Me gusta esa idea de que el espectador sepa más que los personajes… Madison no sabe durante la mayor parte del tiempo que Ron es Glen, y nosotros sí, pero por otro lado, Madison es a su vez una mujer muy misteriosa, que no sabemos lo que esconde, que va revelando cartas poco a poco, ha querido contratar a Ron para matar a su marido, pero luego…
P. Hay algo muy inusual y también definitivo en la película, y es que entre ambos actores hay verdadera química, es extraordinario ver algo así en la pantalla…
R. Estoy de acuerdo.
P. La escena en la que se conocen, el momentum en el que sientes que se ha producido una conexión que trasciende lo que vemos, es algo muy cinematográfico…. Me encanta cuando el cine logra transmitir esa sensación, el flechazo. Debe ser muy difícil. Y en su filmografía lo ha hecho varias veces… ¿Qué elementos entran en juego en ese tipo de escenas para usted?
P. Bueno, creo que deben estar bien escritas, eso siempre… Hay algo que yo llamo el meet cue, es una señal, un signo, un accidente, como cuando un personaje derrama un vaso de agua encima del otro y se produce ese acercamiento… pero al final es algo que se cuela a través de la cámara. Creo que intervienen varios factores que dependen de la dirección, la luz, el ángulo desde el que filmas al personaje por primera vez, sus miradas y gestos…
»Pero lo determinante son los actores, su actitud, su magnetismo, esa química a la que se refiere y que no sabes de dónde viene, pero que tu trabajo consiste en detectar y capturar…
P. ¿Cómo pensó en Adria Arjona para el papel de Madison?
R. Creo que solo podía ser ella. No la conocía, pero cuando hizo el casting para el papel lo tuve claro. Muy pocas personas en el universo estaban cualificadas para hacer ese papel. Es fantástica. Su sensualidad no es vulgar y al mismo tiempo es apabullante. Debe tener ese carisma para saber que en el momento en que aparece en la película algo va a cambiar drásticamente. Y así es.
Un tiempo con la Nouvelle Vague
P. Me gustaría que me hablara de la película que ha terminado ahora en París… ¿Es sobre Godard? ¿Sobre la Nouvelle Vague? ¿Qué es exactamente?
R. Bueno, ya no se puede filmar nada en secreto estos días. Antes solía hacer películas de las que nadie sabía nada hasta que la había terminado. Ahora es imposible. Le diré que transcurre en 1959. Y todo lo que puedo decir es que invito al espectador a pasar un tiempo con todos esos personajes fascinantes que hicieron posible la Nouvelle Vague. Están todos ahí… Godard, Truffaut, Seberg, Bazin, Belmondo, los críticos de Cahiers, hasta Rossellini… Es una comedia. Es una película sobre cómo hacer una película. Creo que todo cineasta debería hacer una película sobre un rodaje. Esta es la mía.
P. Aunque sea sobre el rodaje de Al final de la escapada, supongo que su tono estará más cerca de La noche americana de Truffaut que de El desprecio de Godard…
R. Sí, sin duda. Aunque Godard tenga un peso importante en la película, como Truffaut, no deja de ser un acercamiento desenfadado al personaje. Amo a Godard, pero volvía loco a todo el mundo a su alrededor, y esa locura es la que trato de evocar.
P. ¿Cuál ha sido la relevancia del cine de Godard en sus películas?
R. Bueno, ha sido importante para mí y creo que lo ha sido para todo el universo cinematográfico. Fue alguien que transformó este arte. Por mucho tiempo. Es difícil de decir. Y es curioso, porque aunque su influencia ha sido brutal en la segunda mitad de la historia del cine, apenas se conoce. Creo que su cine apenas se ha visto, no al menos toda la amplitud de su filmografía, que es apabullante. Hay un altísimo porcentaje de su filmografía que no se conoce. No hay nadie así.
»Desde 1968 a los años ochenta, es un autor casi invisible… Es algo que también ha ocurrido con algunos músicos… Algunos artistas parece que en determinado momento empiezan a trabajar para sí mismos, de espaldas al público, y es muy respetable y admirable… Me interesa mucho el Godard de los ochenta y los noventa, pero claro, el de los sesenta es el que ha trascendido.
P. Ese Godard invisible es el que culmina con las Histoire(s) du cinéma…
R. Exactamente, y cómo podemos ignorar una obra como esa. Es un autor insoslayable en cada una de sus edades.
P. En aquel tiempo, en los años sesenta, el cine era materia prima de intelectuales y filósofos para pensar el mundo… Hoy eso ha desaparecido.
R. Así es. Y creo que la película en el fondo va de eso, de la cinefilia y los cinéfilos, y cómo el cine estaba en el centro de la atmósfera cultural, del debate político y social. Creo que la cinefilia aún existe, pero habita en su propio mundo, en su nicho, aunque al mismo tiempo creo que eso pasa con todo, con cualquier cosa… ¿Qué es el centro del debate cultural? ¿Existe? La arquitectura, la pintura…
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»No creo que haya ninguna forma de arte que aglutine todo el arco cultural. Todo está más fracturado, probablemente. Pero el amor al cine sigue existiendo, es obvio, está ahí, solo que ya no importa si es relevante o irrelevante. Probablemente es irrelevante, pero yo me pregunto: ¿qué es relevante hoy en día? Creo que no hay un centro cultural, sin más.
P. ¿Cree que las nuevas generaciones son capaces de preservar ese amor por el cine en la pantalla grande? Usted mismo hace películas para Netflix…
R. Sí, es el signo de los tiempos. No lo creo, la verdad. Paseando por los Campos Elíseos casi se respira esa decadencia. Parece mentira que ahí estaba el cuartel general de Cahiers y de la cinefilia mundial, y que en una sola calle había 21 salas de cine, y ahora hay cuatro… Esos son los números. Ese amor a la cultura desapareció. Los tiempos han cambiado.
Dios salve a Texas
P. Su amor por el cine no está en cuestión en todo caso. Ahora ha estrenado también un documental en la HBO, God Save Texas, y tiene varios proyectos en marcha. No puede parar…
R. Esa es la clave. No parar, no parar, no parar nunca.
P. Todas sus películas de algún modo se alimentan de la realidad, este proyecto en especial porque es un documental, habla tanto de la pena de muerte y la política penitenciaria en Texas como de su ciudad, Huntsville, de su infancia y juventud, de sus primeros pasos como cineasta, de sus amigos… Es fascinante cómo logra aunar todo eso…
R. Ciertamente, necesito casi siempre partir de algo real. Incluso en las ficciones, en las películas de animación que he hecho. Necesito ese contacto con el mundo. Es un documental, pero es una película muy personal, hablo de mi pasado. Hemos demandado al estado de Texas la semana pasada, como parte de una gran demanda sobre el aire acondicionado en las prisiones… Me preguntaba si alguien vería esta película… ¿La pueden ver aquí en España? Me alegro de que la haya visto.
P. También está con la adaptación del musical de Sondheim… pero para eso habrá que esperar un poco todavía… ¿Qué puede contar sobre Merrily We Roll, con la que vuelve a desafiar el tiempo, como hizo en Boyhood?
R. Sí, jaja. Por lo menos 17 años. No sé qué puedo decir de una película que no veréis hasta dentro de veinte años o así… Es un proceso largo. En algún momento de este año rodaremos el tercer episodio. Son nueve episodios, como sabe, y la historia avanza a la inversa, los personajes van rejuveneciendo, así que hemos rodado el final y vamos a ir yendo hacia atrás, en dirección contraria al avance del tiempo en los actores. Es algo fascinante. La música es fantástica y yo siempre he querido hacer un musical. Escuela de rock ya lo era a su manera. Pero esto es distinto.
»Es uno de mis musicales favoritos de Sondheim y él fue muy generoso permitiéndome llevarlo al cine. De hecho, él pensaba, como yo, que funciona mejor en cine que en teatro, precisamente por ese factor del tiempo.
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P. El modo en que gestiona el tiempo es esencial en su filmografía, de hecho, es esencial en el arte del cine. En su caso, pareciera que su cine es a su modo su autobiografía, o una suerte de espejo tangencial de su propia vida. De hecho, varias de sus películas, como Movida del 76 (1993) o Todos queremos algo (2016), son como memorias… No sé si tiene pensado hacer la película de cómo se convirtió en cineasta, como Spielberg con Los Fabelman (2022), aunque la que ha hecho de Godard igual tiene algo que ver con ello…
R. Ja, no sé, eso suena muy perspicaz, quizá… Es una de esas épocas de mi vida que recuerdo con mucho cariño y cierta nostalgia. El movimiento indie que se desató… no creo que hoy pueda darse, vivirse como lo vivimos aquella generación, que hicimos nuestras primeras películas con poco más que mucho entusiasmo y muchísima obsesión.
»Cuando de niño empecé a ver cine me di cuenta de que procesaba el mundo a través de las películas… Hay que ser algo freak para dedicarse a esto, y muy obsesivo y determinado. Tienes que llevarlo en tu corazón. Yo fui muy afortunado, la verdad. Tienes que ser capaz de contar una vida. Y esa ha sido mi vida, sin duda. Lo que he contado.
»El cine es un medio muy potente. Realmente puede contar historias como ningún otro medio. Es muy poderoso. Llevo haciéndolo treinta años y así es como funciona mi cerebro, a través del cine. Debe ser algo común a todos los cineastas relevantes. Desde luego lo era para Godard. Recuerdo cuando hice Waking Life, y se trataba de hacer una película sobre las cuestiones filosóficas que me importaban… Hay una parte psicológica y otra filosófica, no sabes si va a funcionar, pero el cine te permite procesar todo ello con imágenes.
»En Hit Man también vuelvo a un aspecto filosófico de nuestra existencia, ¿quiénes somos?, ¿qué es la identidad?, ¿podemos cambiar?, pero lo abordo desde la comedia romántica. Supongo que siempre estoy pensando en este tipo de cuestiones. Buscando las metáforas que el cine te permite construir sobre nuestra propia forma de estar en el mundo.