En un momento de El reino del planeta de los simios, el guion cae en una de las trampas narrativas más manidas del cine de aventuras. El villano de la función convoca a una cena al protagonista para explicarle sus maquiavélicos planes, algo obviamente contraproducente para sus intenciones.
En realidad, es una escena que tiene por objetivo proporcionar esa información al espectador, una información innecesaria porque todo es bastante obvio en el filme de Wes Ball, responsable de la exitosa trilogía de El corredor del laberinto.
Cuando el villano termina esta absurda confesión, le pide a un humano que tiene esclavizado (interpretado por un William H. Macy, que se habrá llevado un pico por diez minutitos de presencia en pantalla), que le cuente otra historia divertida del imperio romano para amenizar la cena.
La situación promete, un respiro en el manido y lineal viaje del héroe, pero Ball no está para estás nimiedades y decide cortar. En El reino del planeta de los simios todo son conversaciones que hagan avanzar la historia, escenas funcionales, personajes planos y giros de guion predecibles.
El reino del planeta de los simios parece que ha llegado para enterrar de manera definitiva el interés por una saga longeva y con altibajos. El filme original de 1968, dirigido por Franklin Schaffner y protagonizada por Charlton Heston, es un clásico incontestable de la ciencia ficción, con uno de los finales más devastadores de la historia del cine. En él, el protagonista descubre que no ha viajado a otro planeta sino que lo ha hecho en el tiempo, y que la raza humana ha sido aniquilada.
Tras cuatro películas que continuaron la saga en los años 70, en una insufrible deriva hacia lo kitsch, y un maltratado remake de Tim Burton de 2001, la saga renació desde la ciencia ficción realista en 2011 con El origen del planeta de los simios (Ruppert Wyatt), con el objetivo de contar el tiempo transcurrido desde la actualidad hasta que Heston visualizaba ese Estatua de la Libertad en ruinas y gritaba: “¡Maniáticos, la habéis destruido!”.
El arco protagonizado por el simio César en la trilogía que completaron El amanecer del planeta de los simios (2014) y La guerra del planeta de los simios (2017) fue, sorprendentemente, gratificante. Sobre todo estos dos últimos episodios, dirigidos por el talentoso Matt Reeves -que ha seguido demostrando su valía en la oscura e intensa The Batman (2022)-, que utilizaba una narrativa inteligente, con toques de wéstern, para revitalizar el cine de aventuras (eso sí, pasándose a veces de solemne).
El reino del planeta de los simios, sin embargo, abandona la oscuridad y se lanza a una infantilización acorde con el cine de blockbuster actual, apostando por ser otro espectáculo familiar salido del molde de Avatar. Es una clara involución a nivel artístico que veremos los resultados que puede tener en taquilla.