El Festival de Cannes parece mirar con nostalgia al movimiento Nuevo Hollywood en esta edición. Además del documental dedicado a Faye Dunaway en la sección Cannes Classics, Faye (Laurent Bouzereau), y la presencia de dos de sus directores en la Sección Oficial, Francis Ford Coppola con Megalópolis y Paul Schrader con Oh Canada, el festival concederá la Palma de Oro honorífica en su clausura a George Lucas (Modesto, California, Estados Unidos, 1944), lo que servirá de colofón al homenaje a los supervivientes de aquella convulsión cultural en los años setenta.

Previa a la ceremonia que dará cierre mañana a la cita cultural, el realizador y productor ha protagonizado un encuentro con el público en la sala Debussy, entre quienes se hallaba el doblemente oscarizado editor y diseñador de sonido Walter Murch, responsable de la edición de THX 1138 (1971) y American Graffiti (1971).

Tras la escucha de extractos de las bandas sonoras de las sagas y títulos míticos que han punteado su carrera, como Indiana Jones, Star Wars y Willow, el director del festival, Thierry Fremaux, ha recordado a los asistentes la coincidencia de Lucas en 2002 con Aleksandr Sokúrov. El ruso presentaba la virguería en plano secuencia a lo largo de los pasillos del museo Hermitage de San Petersburgo, El arca rusa, mientras que el estadounidense ponía de largo el episodio II de la saga que lo devoró, El ataque de los clones.

[Jonás Trueba triunfa en el Festival de Cannes con el galardón más importante de la Quincena de Cineastas]

"Ambos han hecho avanzar la creación artística. Lucas, en su caso, siempre ha estado en la intersección entre artista e innovador tecnológico y forma parte de la gran banda californiana que revolucionó el cine norteamericano y no solo", ha dicho Fremaux.

Durante la charla con el periodista francés Didier Lellouch, el octogenario autor se ha extendido en batallitas en las que ha perdido el hilo del relato, indomable para el entrevistador, que ha acertado a hacerle no más de 10 preguntas entre los meandros de sus recuerdos.

"A aquel grupo de directores no nos interesaba el dinero, sino hacer películas. A no ser que fueras familia de alguien, no medrabas. El secreto es que amábamos el cine y fue una época mágica en Hollywood, en la que los jefes de los grandes estudios eran mayores y estaban retirándose, así que pasaron a ser comandados por corporaciones como Coca-Cola, que no sabían hacer cine, y básicamente empezaron a contratar a chavales de la escuelas de cine", ha desarrollado.

Su primera visita a la Croisette fue con su ópera prima, THX-1138, seleccionada en la Quincena de los Realizadores, pero ha relatado que Warner Bros se resistió a que él y Murch acudieran al estreno. La pareja terminó costeándose los billetes de avión y la estancia y hubo de colarse en el cine porque no tenían entradas.

[David Cronenberg, afligido en el Festival de Cannes: "El cine es un cementerio"]

"El secreto del cine está en la perseverancia. He batallado dos o tres años por cada una de mis películas, porque era apasionado: no me importaba el acuerdo económico al que llegáramos. Era un talante que nos acompañaba desde la universidad, donde hacíamos trabajos gratis o pagando nosotros nuestros propios cortos", ha subrayado.

El giro de volante de American Graffiti

Su debut le supuso una gran deuda a la productora que compartía con Coppola, American Zootropa. El italoamericano le disuadió entonces de seguir desarrollando propuestas "arties de ciencia ficción" animándole, en su lugar, a hacer una comedia. El giro de volante fue American Graffiti, donde Lucas recrea los ritos de paso a la edad adulta en los años cincuenta, con escarceos amorosos, rock y carreras con coches trucados, una vivencia que le era muy cercana: "De joven me fascinaban los aparcamientos donde se concentraban los dragsters, pero cuando empecé en el cine, decidí que ya no quería ser piloto de carreras".

La película fue un éxito, costó 750.000 dólares y facturó 115 millones. Así que cuando su responsable negoció con Fox el contracto por el guion de su siguiente título, una ópera espacial "ambientada en los años veinte o treinta, con perros alienígenas y naves espaciales", acordó quedarse con el dinero de las licencias y el control de sus ya previstas secuelas.

['American Graffiti': 50 años de la comedia de George Lucas que capturó un instante irrepetible]

Al respecto de los mimbres con los que tejió Star Wars, el director ha recordado la fase en la que estuvo vinculado al proyecto Apocalypse Now, del que Coppola tomó finalmente las riendas. "Yo aspiraba a hacer una sátira en Vietnam similar a ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (Stanley Kubrick, 1964), pero Francis buscó inspiración en El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, y la volvió más rara y más seria. Así que tomé muchas ideas de las que tuve inicialmente y las trasladé a la trilogía, que fue diseñada para chavales de 12 años en un contexto histórico en el que la gente iba a manifestarse en las marchas por los derechos civiles y los jóvenes volvían en ataúdes de la guerra”.



La música de la saga galáctica fue un hito en el séptimo arte. "Comenté con Steve (Steven Spielberg) que en las películas de los años treinta se empleaba música clásica, pero yo quería ir más allá y hacer como con el cuento musical de Prokófiev Pedro y el lobo, donde cada personaje tiene asignado un instrumento y un tema. De inmediato me propuso a John Williams, pero yo dudé porque pensaba que hacía jazz", El resto ya es historia del cine y de la música.

Una saga infantil y con orgullo

Como autodeclarado perfeccionista, Lucas pasaría una década afinando la tecnología digital para afrontar los episodios I a III. Paradójicamente, cuando La amenaza fantasma se estrenó en 1999, los que en el pasado habían sido fans menospreciaron las nuevas entregas por infantiles. "También lo eran cuando se estrenaron las tres primeras, pero los que criticaban a Jar Jar Binks ahora tenían 10 años entonces. Claro que Star Wars es para niños, ahí están C3PO en los episodios IV, V y VI, y los ewoks, en El retorno del Jedi", ha comparado.

El cineasta ha ido peloteando todas las críticas vertidas contra las dos primeras trilogías: "Me decían que todos los personajes eran blancos, pero la mayor parte son alienígenas, y esa era mi manera de señalar que todos somos iguales, ya seamos peludos o fofos".

[Sean Baker y Paolo Sorrentino tocan el cielo en el Festival de Cannes]

Al reproche de la escasa presencia femenina ha respondido que eran las heroínas de las películas, "tanto la princesa Leia como la reina Amidala eran las líderes de la rebelión y es en su cerebro y su capacidad logística donde reside su heroísmo".

El también productor ha explicado las razones de involucrarse en los títulos de otros directores desde el apoyo económico y estratégico, como la saga Indiana Jones, de Steven Spielberg, Willow (Ron Howard, 1988), Mishima: una vida en cuatro capítulos (Paul Schrader, 1985) y Kagemusha (Akira Kurosawa, 1980), entre otras. Respecto a su respaldo al legendario cineasta japonés, cuya película de ciencia ficción de 1972 Staru Waru fue fuente de inspiración para su saga galáctica, se ha justificado en que "quería que en el mundo hubiera más ejemplos de cómo hacer películas".

Preguntado por Allouch sobre si el mayor éxito de su carrera ha sido mantenerse independiente toda la vida, el veterano creador y hombre de negocios se ha definido como "un tipo testarudo que no ha querido que nadie le dijera cómo hacer sus películas". A ese respecto, Lucas se ha declarado en contra de los grupos focales y de los testeos. En su lugar, ha preferido enseñarle las previas de sus películas a su amigos "Scorsese, Francis y Steve".