El carácter humanista y abierto a lo popular de los miembros del jurado capitaneado por Greta Gerwig podía augurar una victoria para Sean Baker, perfecta figura cinéfila tras los sucesivos éxitos de The Florida Project y Red Rocket. Anora era, además, el nombre más vitoreado por el común del cuerpo de periodistas desplazado a la Croisette, el quorum de la gozadera general…
Aunque cada vez que se mencionaba una posible Palma de Oro para la epopeya de Mikey Madison surgían por respuesta sensata todas las candidatas más "premiables", es decir, las otras películas formal y políticamente más aguerridas, cine que avanza el cine.
Ayer noche discutíamos: –¿Palma para Anora?, –Pero si están Andrea Arnold, o Mohammad Rasoulof. Olvidábamos, claro, lo que David Martos ha sacado a relucir en Kinótico: que Cannes lleva años alternando la agudeza autoral (El triángulo de la tristeza), con un cine más palomitero (Parásitos, Anatomía de una caída) y con mezclas entre los dos que tengan suficiente gancho de actualidad (Titane).
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Hace meses la Pobres criaturas de Yorgos Lanthimos se anunciaba en las carteleras del metro luciendo sus Globos de Oro, pero no el León de Oro. Mi familia no sabe qué película ha ganado la Concha en San Sebastián. Por ello, creo, en vistas al decreciente atractivo del logo de la Palma en el póster de una película, la Palma se está revalorizando.
Ocupar espacios, visibilizar la disidencia
La gala de clausura de anoche visibilizó una vez más los vacíos e imprevistos del Cannes institucional. No estaba previsto, por ejemplo, que Miguel Gomes invitara a todo su equipo al escenario tras hacerse con el premio a la Mejor Dirección por Grand Tour ("Este premio lo he ganado por mandar, ¿no?"), ni que se aquejara de lo excepcional del triunfo: "No es tan frecuente que una película portuguesa esté en Competición… No haré comentarios al respecto".
Siguiendo a Gomes, un rato después Payal Kapadia subía con las tres actrices protagonistas de All We Imagine As Light y denunciaba la rara presencia de cine indio en una selección desafortunadamente proteccionista francesa. Ser visible sienta ejemplo y el ejemplo desafía el protocolo.
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La ovación a Mohammad Rasoulof, que ha aparecido para denunciar la ausencia de sus compañeros de equipo retenidos por la policía iraní, estaba también dentro de los planes y las expectativas. Las galas son tiempo de breves gestos políticos entre bambalinas relucientes y proclamas vanas sobre el cine por el cine (Camille Cottin fue aguda bromeando sobre si un discurso sobre "los puentes entre pueblos del cine y sus sueños compartidos" había estado escrito con ChatGPT).
Entre compañeros se discutía para Rasoulof una Palma o alguno de sus sucedáneos inmediatos; y así fue, pero su victoria se siente menos amparada por las lógicas de "calidad" que Iris Knobloch pedía a la prensa antes del arranque del certamen y definitivamente alejado del carácter dicotómicamente popular o autorista del resto de premiadas. Y sí, Rasoulof tiene un expediente buenísimo en festivales (fue Oso de Oro en Berlín por La vida de los demás y Gran Premio del Jurado en Cannes por Un hombre íntegro), pero esos eran otros años y palmareses mucho más conservadores.
Roces por aquí y por allá
En definitiva, aplaudimos muchísimo la valentía de Rasoulof y su claridad, pero no obviamos los roces entre un festival que pide "cine y solo cine", según su presidenta, y un jurado que reivindica que el arte tiene implicaciones en el mundo que lo acoge.
Por ello, también aceptamos nuestras propias desavenencias al informar, como periodistas, de que Karla Sofía Gascón se ha erguido en la primera actriz trans en conseguir la Palma a la Mejor Interpretación Femenina en Cannes, cuando ella lleva días repitiendo en entrevistas –así lo confirman algunas compañeras– que prefiere que se la trate como una mujer a secas y hoy, ni aun emocionada en su discurso, se ha referido explícitamente a su propia transición. La visibilidad es un arma de doble filo y un peón sobre tablero cambiante.
Una última nota: solamente dos veces se mencionaba la labor de "todos los que trabajáis 24/7 para hacer funcionar esta gigantesca máquina de sueños", en palabras de la presentadora Camille Cottin. Quizás es porque el festival que no ha sido, el que tenía que pararse en huelga para reivindicar los derechos de sus trabajadores, es un fantasma aún demasiado palpable para no tocarlo sin sudores fríos. O porque se sabe que un agradecimiento o una mención de tantas, en el aspersor ideológico de una gala, es la nada si no le antecede al cambio real.