Si existe tal cosa que pudiéramos llamar “humor de Manhattan”, una mezcla entre sarcasmo, ironía y mundanidad, muy marcado por la herencia de la comedia judía, brilla en todo su esplendor en esta Ex maridos. Visión descarnada en clave de autosátira de la descomposición de una familia, asistimos a la debacle personal de un dentista bien asentado, Peter (el simpar Griffin Dunne) cuando su mujer de toda la vida y madre de sus hijos (otra vieja gloria como Rosanna Arquette) decide divorciarse para su sorpresa y desconsuelo en un momento delicado porque además su propio padre se está extinguiendo.



Perdido y sin brújula, sus dos hijos también arrastran lo suyo. Por una parte, Nick (James Norton), quien está a punto de casarse pero las cosas no van tan bien como debiera a la vez que se siente un fracasado porque a sus 30 y cuantos trabaja como camarero. Por la otra, Mickey (Miles Heizer), más joven, recién salidor del armario, ansioso por encontrar un amor esquivo y más afectado por la repentina y tardía separación de sus padres y el ocaso vital del abuelo. La cosa se complicará cuando el padre se presente en la despedida de soltero de su hijo en Yucatán y la rama masculina de la familia se vuelva a reunir destripando sus demonios pero también el profundo afecto que los une.



Personaje emblemático de la propia ciudad de Nueva York, Griffin Dunne tiene una página en la historia del cine como protagonista de aquella inolvidable Jo, qué noche (1985) de Martin Scorsese, un retrato del SoHo de Manhattan cuando aún era una zona punk y destartalada en la que florecía una vibrante escena underground y no uno de los barrios caros del mundo. No es extraño que como icono de la Gran Manzana, se le dé de maravilla el papel de neoyorquino socarrón de esta Ex maridos. Claro que la mítica ciudad de los rascacielos ha cambiado muchísimo desde entonces.
 
Pregunta. Se habla mucho de la “crisis de la masculinidad”. ¿Los hombres están buscando su lugar en el mundo moderno?



Dunne: Es un personaje muy moderno y contemporáneo pero históricamente el protagonista es una mezcla entre Cassavetes, Chéjov y Woody Allen. Hay esta especie de actitud que es una mezcla entre divertido y triste con momentos ridículos. Creo que hay muchos hombres que pueden identificarse con este hombre ya maduro que se encuentra de repente divorciado, intenta ser un buen padre, comprender a su hijo gay y también trata de lidiar con la muerte de su propio padre. Es un personaje en el que se da de manera trágica una enorme confusión que también tiene que ver con hacerse viejo y siente que debe reinventarse en una edad en la que ya no lo esperaba.



Pritzker: Creo que estos hombres son totalmente modernos y tienen totalmente asumido que esa imagen del “macho” ya no existe. Eso no quita que estén luchando contra su propia disfuncionalidad. Ellos deben bregar con la pérdida de sus seres queridos y con su corazón roto. Creo que para todo el mundo eso supone un desafío. Y también intentan divertirse en esa despedida de soltero y dejarse llevar por el absurdo de la situación y su parte lúdica. Cuando se producen esas rupturas, el divorcio y la muerte del abuelo, deben reconfigurarse a ellos mismos en el mundo.
 
P. ¿Quería ver cómo funciona una familia llena de controversias pero que se quiere?



Pritzker: Estas historias familiares se han explicado desde siempre. A pesar de todas sus peleas, malentendidos y pullas hay una calidez en esta familia que tiene que ver con el afecto que sienten los unos por los otros. Incluso en los momentos en los que los vemos de una manera menos favorable o están más frustrados son personas que se quieren. Eso acaba sobreponiéndose a todo. Cuando el padre se comporta de manera histérica o patosa puedes notar que siempre estarán allí dando la cara por él.



Dunne: Creo que son gente bastante decente de la que te puedes fiar. He sido padre, me he divorciado dos veces y he atravesado varias crisis de todo tipo personales y financieras con mis subidas y bajadas profesionales. Creo que toda esta odisea personal mía me hacía especialmente adecuado para abordar con la suficiente ironía y humor a un personaje que la película nunca permite que se vaya por el lado de la tragedia. Creo que ninguno de nosotros no somos una sola cosa.
 
P. ¿Se está olvidando el cine moderno de la “gente normal”?



Dunne: Creo que en los 70 cuando era un adolescente impresionable que quería ser actor y veía películas como las de Hal Ashby, Woody Allen o Cassavetes me gustaban mucha esas historias sobre personas reales que hablaban sobre cosas reales. Hoy en día es raro es ver una película como esta cuando antes se hacían muchas y aun menos llegan a los cines, que se han convertido en un lugar para grandes eventos. El streaming está llevando a la industria en una dirección que nadie sabe cuál es. Cada día es más difícil levantar a la gente de sus sofás.



Pritzker: Es un momento un poco deprimente porque cada día es más difícil hacer películas para las salas de cine que es siempre mi intención como adulto que creció viendo películas en pantalla grande. Intento que no me afecte. Es un momento de mucha confusión sobre adónde va el cine pero también el mundo en general. Es fácil desanimarse porque es mucho esfuerzo y luego es muy complicado llegar al público. En el Festival de San Sebastián (donde la película se presentó en su última edición en Sección Oficial) pudimos notar que aun sigue viva esa pasión por el cine, eso demuestra que hay esperanza.



Dunne: Sin duda el momento más emocionante de mi vida como actor fue ese Festival de Cannes en el que se estrenó Jo, qué noche, fue impresionante. Es algo que no viví de nuevo hasta que fui a San Sebastián con esta película. San Sebastián fue un gran recordatorio de cuál es aún el poder del cine, no he visto a un público tan entregado en mi vida.

Fotograma de 'Ex maridos', con Griffin Dunne.

P. En la película vemos todo el rato el póster de Ser o no ser de Lubitsch colgado en el apartamento del protagonista. ¿Se inspiró en esa película para crear esos diálogos de Ex maridos tan llenos de ingenio y chanzas?



Pritzker: Me encanta esa película y creo que tiene el guion perfecto en la película perfecta. Creo que es una comedia que es capaz de unir a todas las generaciones porque es muy divertida. Sin duda fue una inspiración a la hora de marcar el tono porque es una película en la que dicen todo tipo de cosas absurdas pero siempre de manera muy seria. Me gustan esas frases que al final no sabes muy bien si es un chiste o no. Creo que Griffin es muy bueno soltando esas frases que son graciosas y divertidas y te dejan un tanto confundido.
 
P. ¿Cree que Peter, el protagonista, con ese humor sarcástico es un personaje muy “neoyorquino”?



Dunne: Sí, por supuesto. Es gracioso que digas esto porque justo la otra noche en el programa de David Letterman (un talk show muy popular en Estados Unidos) tuvieron una discusión sobre si soy un verdadero actor de Nueva York por el hecho de que paso mucho tiempo fuera de la ciudad en Rhinebeck que es un pueblo en el que estoy ahora y consideraban que si estás a 90 minutos de Manhattan ya es dudoso que seas neoyorquino. Se pusieron muy acalorados. Creo que a pesar de lo que digan en el show de Letterman soy un actor de Nueva York y siempre estaré asociado a la ciudad por Jo, qué noche aunque pase muchas temporadas en el campo y crecí en Los Angeles. Desde luego, creo que el humor de Peter es muy neoyorquino.



Pritzker: A veces siento que exagero mi propia “neoyorquinez” y debo recordarme que pasé los primeros 18 años de mi vida en San Francisco. He pasado en Nueva York casi la mitad de mi vida, mis hijos han nacido aquí y siento la ciudad en mis huesos. No creo de todos modos que uno deba ir por la vida declarándose “new yorker”, es algo que está más allá de ti. Esta película es la primera que ruedo en esta ciudad y conocerla bien te permite ser muy preciso con las localizaciones.
 
P. Como icono de la ciudad, ¿qué opina Griffin Dunne de cómo ha evolucionado desde ese Jo, qué noche preGiuliani en la que el SoHo era barato y arty hasta ser la ciudad con más millonarios del mundo?



Dunne: Siento una inevitable nostalgia cada vez que veo que una vieja tienda de libros que me gustaba o una cafetería llena de recuerdos ahora se ha convertido en una tienda de Prada o de Gucci. Pero trato de pensar que Nueva York es un “work in progress”. Un articulista del siglo XIX escribía que la ciudad está muerta porque han cerrado su pastelería favorita y se lamentaba en sus artículos de que había cambiado demasiado y había perdido su esencia. Me imagino que dentro de veinte años un chaval que ahora va a la Universidad de Nueva York dirá: “¡Oh, han cerrado mi Starbucks favorito!”.



»No puedes apegarte demasiado a nada. Ese SoHo de Jo, qué noche es irreconocible, en esa época podías literalmente tirarte en la calle y pasarte allí todo el día mientras artistas que tomaban drogas se encerraban pintando en apartamentos muy precarios con las ventanas hechas polvo. Había también una parte fabril Enel barrio porque se fabricaban cosas como cajas de cartón y todo era realmente muy barato. Me alegro de haber vivido ese Manhattan pero estoy seguro de que alguien que llega nuevo a la ciudad encontrará una tienda de Prada que le fascine.