En el año 2014 la triste casualidad hizo que dos figuras tan importantes de la interpretación cinematográfica en ese momento como los actores Philip Seymour Hoffman y Robin Williams abandonasen nuestra dimensión con pocos meses de separación y en medio de desafortunadas circunstancias.

Y es que, tras llevar mucho tiempo luchando contra una enfermedad neurodegenerativa llamada demencia con cuerpos de Dewy que convirtió los últimos años de la vida del reconocido cómico y actor de Chicago en un verdadero calvario, Robin Williams decidía desaparecer dejando tras de sí una estela de más de 100 películas y una personalidad difícilmente sustituible en el panorama hollywoodiense.

Creo que todos en mayor o menor medida recordamos aquel momento en el que Robin Williams entró en nuestras vidas por primera vez. En el caso de quien escribe esto (y a través de una cinta regalada de VHS y visionada hasta la saciedad), fue gracias a la figura del acelerado y locuaz locutor de radio que interpretó magníficamente en el estupendo filme Good Morning, Vietnam.

El cómico y actor poseía una energía tan particular y reconocible que quedaría reflejada a lo largo de su carrera ya desde sus comienzos en los primeros papeles protagonizados en Popeye El mundo según Garp, pasando por el profesor y guía espiritual para adolescentes en la sensacional El club de los poetas muertos al igual que el entregado neurólogo de Despertares y hasta sus éxitos más comerciales encabezados por Jumanji Señora Doubtfire. Y mención especial también a su mítico cameo ‘desenfocado’ en Desmontando a Harry.

Pero sus grandes dotes interpretativas llegarían al nivel más alto cuando estuvo bajo las órdenes de grandes directores como Peter WeirSteven Spielberg, Christopher Nolan o Francis Ford Coppola.

Sin duda una carrera muy variada de la que a continuación reseñaremos algunos de sus trabajos mas destacables.

Good Morning, Vietnam

Barry Levinson, 1987

Comenzamos pues con la irresistible y espídica comicidad del personaje Adrian Cronauer, un DJ radiofónico de la fuerza aérea norteamericana que llega a Saigón para entretener a los soldados desplegados en Vietnam mientras intenta hacer de aquel infierno sin sentido un lugar más agradable.

Rodada en localizaciones como Bangkok y otras zonas de Tailandia, la elección de estos lugares junto a una impecable banda sonora ‘contracultural’ acabarían conformando un vibrante y perfecto escenario de fondo para el ingenioso show verbal y emocional que desplegaría Robin Williams a lo largo de toda la película.

Hay que reconocer que su primer protagonista más políticamente incorrecto (y que además le valió su primera nominación al Oscar) se ajustaba como un guante a la intensa personalidad de un actor que dotó de una gran autenticidad a su personaje en esta especie de comedia desangelada, donde la sonrisa se acaba congelando por el terror y la miseria moral de una guerra absurda.

El club de los poetas muertos

Peter Weir, 1989

El excelente ejercicio de clasicismo cinematográfico orquestado por el director australiano Peter Weir sobre un preciso y emotivo guion de Tom Schulman (que obtendría a la postre el Oscar a mejor guion original), se convertiría por mérito propio en una de las mejores películas de su época.

Basada en las propias experiencias del guionista como estudiante en la Montgomery Bell Academy, proporcionaría uno de los mejores papeles de su carrera a un Robin Williams que encarnó con gran maestría al irreverente profesor John Keating. Un docente, sin duda, que a todos nos hubiese gustado tener para inspirarnos en nuestra etapa de estudiantes. 

Curiosamente esa fue también una de las motivaciones a la hora de aceptar el papel por el actor de Chicago, al ser un modelo de maestro que siempre deseó haber tenido durante su etapa universitaria.

Un personaje irresistiblemente rebelde que ya forma parte de la historia del cine despertando los corazones de aquel grupo de alumnos que acabarán declamando el “¡Oh capitán, mi capitán!” de Walt Whitman subidos a las mesas del aula y reivindicando la figura de su inspirador maestro. Un Carpe Diem (cuando todavía no había frases motivacionales en tazas) que acabaría marcando definitivamente a toda una generación. 

El indomable Will Hunting

Gus Van Sant, 1997

Continuando con la figura del mentor, en esta película de Gus Van Sant, Robin Williams ofrece una variante más contenida y académica a la hora de interpretar al personaje del profesor de psicología Sean Maguire, que tiene que lidiar con la personalidad tóxica e indomable de un genio de las matemáticas interpretado por Matt Damon.

Coescrita por el propio Damon y Ben Affleck (que también se llevarían posteriormente el Oscar al mejor guion original), la historia navega entre el melodrama salpicado con algunas gotas de comedia, mientras las elegantes manos de su director de Gus Van Sant proporcionaban una calidad cinematográfica poco habitual en el mainstream de aquella época. 

Su personaje solitario y bohemio repleto de miradas y silencios le reportaría un merecido Oscar como actor secundario, el único en su carrera, y reafirmando con fuerza su estatus de actor-cómico-diferente-que-puede-interpretar-películas-serias.

El rey pescador

Terry Gilliam, 1991

En la primera película en la que el gran Terry Gilliam no participó en la elaboración del guión y tampoco actuó ninguno de sus compañeros de Monty Python, Robin Williams acabaría interpretando a un exprofesor de historia completamente enajenado y convertido en vagabundo obsesionado con la búsqueda del santo grial.

El habitual y excéntrico mundo de realismo mágico del director británico, a través de esta loca epopeya urbana en versión menos barroca de lo habitual, sirvió perfectamente como escenario de fondo para una de las caracterizaciones más locas y especiales del actor y cómico de Chicago, secundado por un excelente Jeff Bridges, y por la que acabó recibiendo su primer Globo de Oro como actor principal en esta historia tan final y sorprendentemente emotiva.

Hook 

Steven Spielberg, 1991

Steven Spielberg decidió continuar el mítico cuento de J. M. Barrie llevándolo a su propio terreno y convirtiendo a su eterno y adolescente protagonista Peter Pan en un adulto continuamente agobiado y workaholic más pendiente de las llamadas de su móvil Motorola que de su familia.

Así pues, Robin Williams era perfecto para encarnar a un adulto-niño que conviven en un mismo cuerpo (tal y como también haría mas adelante, aunque de diferente manera, en la película Jack de Francis Ford Coppola) en esta película que reivindica con evidente fuerza aquello de no olvidar al niño descarado y valiente que una vez fuimos, que todos llevamos dentro en alguna parte y que las circunstancias de la adultez van apagando año tras año.

Hay que decir también que su personaje protagonista queda ligeramente opacado por la estrella más rutilante de la función, la de un inmenso Capitán Garfio interpretado de manera majestuosa y audaz por el gran Dustin Hoffman que inevitablemente se acaba llevando el gato al agua con su gran vis cómica.

Retratos de una obsesión 

Mark Romanek, 2002

El director norteamericano y especialista en vídeos musicales Mark Romanek decidió contar en su ópera prima con la presencia protagonista de Robin Williams para interpretar a Sly, un extraño y desequilibrado dependiente en una tienda de revelado fotográfico de unos grandes almacenes, en una interesante y particular variación del thriller de psicópatas.

En uno de los papeles dramáticos mas atípicos y arriesgados de su carrera, el cómico y actor se erigió como figura principal de una historia que navega entre el terror y el melodrama emocional con sorpresa final de regalo.

Una excelente actuación repleta de matices que acabó revelando nuevos aspectos de su espectro interpretativo, que sorprendió notablemente a la audiencia y que le valió varias nominaciones como mejor actor.