El cineasta estadounidense Sean Price Williams (Wilmington, Delaware —por cierto, el mismo pueblo de Biden—, 1979) regresa de un viaje a Francia traumatizado porque le han frito a preguntas no siempre amables. Por lo visto, muchos franceses no han entendido que el debut en la dirección de este director de fotografía, The Sweet East, presente a un personaje supremacista blanco —Lawrence, interpretado por Simon Rex— como un tipo que deberíamos odiar pero que, a pesar de sus ideas racistas y despreciables, resulta ser bastante decente.

Entre la fábula y un realismo documental, como explica el propio Williams, The Sweet East supone una radiografía de los Estados Unidos de hoy mismo en una película que recorre diversos mundos. Protagonizada por la adolescente Lilian (Talia Ryder), viene a ser un reflejo simbólico del país dividido políticamente que se enfrenta el próximo noviembre a las elecciones.

The Sweet East comienza como una película de adolescentes insoportable con todos los clichés del género y con jovencitos blancos haciendo el ganso. Acto seguido, en este viaje alucinante por los submundos de América, Lilian forma parte de una comuna de niños ricos devotos de lo woke que comen restos de comida de restaurantes y supermercados porque se niegan a consumir.

Después, Lilian se instala en casa del tal Lawrence, que le suelta discursos larguísimos de ultraderecha, y luego en Manhattan se convierte en musa de una pareja de cineastas afroamericanos que hacen películas de época protagonizadas por blancos.

Pregunta. ¿Hasta dónde cree que podemos considerar que es una película realista o una fábula?

Respuesta. Realidad y ficción, es una relación complicada. Con el cámara de la película vimos muchos documentales de rock de los 70 como los de D. A. Pennebaker (famoso por Don’t Look Back con Bon Dylan) o Albert Maysles (Los Rolling Stones: Gimme Shelter), que para mí son verdaderos héroes. No fue hasta el último minuto cuando decidí que el mejor estilo visual era el de esos documentales.

»A la vez que tiene ese tono documental tiene algo de cuento de hadas que parece sacado de una película de Jim Henson como Dentro del laberinto (1986). No teníamos mucho dinero para hacerlo y por eso tiene un tono como de cartoon. Mucha de la comedia sin embargo está basada en la realidad. Casi todos los personajes están inspirados en personas reales que hemos conocido el guionista (Nick Pinkerton) y yo mismo. Son versiones de personas reales.

P. Al principio The Sweet East parece una película de adolescentes con todos los tópicos y odiosa, luego la protagonista va de un mundo a otro totalmente distinto. ¿Quería mostrar todas las caras de Estados Unidos?

R. Cuando hago proyecciones con el público respecto a esa primera escena siempre les digo “va mejorando”. Me sentía muy inseguro respecto a ese arranque de la película porque sabía que la gente mayor odiaría esa escena. Creo que el público siente lo mismo que ella y es que no quiere estar en ese mundo y entiende su deseo de escapar. Cuando va al baño y comienza a cantar una canción crea su propia realidad. Luego existe esa evolución por la cual muchas personas comienzan siendo muy progresistas y al crecer se vuelven conservadoras, es algo que he visto mucho en mi vida. Empieza con un grupo de jóvenes antisistema para luego irse con ese maduro Lawrence que es una versión romántica de un conservador viejo.

Sean Price Williams, director de 'The Sweet East'

P. El personaje de Lawrence es el más polémico. Es un hombre que suelta unos discursos racistas y supremacistas con un tono erudito y culto. Lo tiene todo para que lo odiemos, sin embargo, se comporta de manera bastante decente. ¿Cómo lo concibe?

R. Esto ha sido especialmente difícil para el público francés, muchos se han enfadado porque les parece que el personaje es demasiado agradable. En los coloquios después de las proyecciones solo se hablaba de esto: ¿por qué lo has hecho simpático? La cuestión política siempre resulta muy polarizadora. Hemos creado a un personaje muy guapo y encantador lo cual hace las cosas complicadas. El guionista y yo simplemente estábamos jugando con esto.

»He conocido a muchas personas como Lawrence en rincones perdidos de Estados Unidos. Tienen mucha cultura, pasan muchas horas leyendo, y también están muy solos. Están muy enfadados porque creen que está tratando de imponerse una nueva versión de la historia de Estados Unidos “progre” que desafía sus valores. Creo que vemos también lo que pasa cuando las personas se van aislando y dejan de tener contacto con otras personas. Su sexualidad también es confusa. #l piensa que está enamorado de Lilian, pero no sabe cómo hablarle o seducirla más allá de mantenerla cautiva. Yo creo que ella sabe que en el fondo es un buen tipo.

P. Uno de los argumentos recurrentes de Lawrence es que los europeos nos equivocamos al repetir eso de que “Estados Unidos es un país joven e ingenuo mientras Europa es vieja, sabia y escéptica”. ¿Qué opina al respecto?

R. Los americanos nos sentimos un poco frustrados cuando decís eso de nosotros. Al mismo tiempo, creo que hay un montón de cosas buenas que surgen de que seamos tan ingenuos y jóvenes. Creo que somos inventivos, nos movemos con los tiempos de una manera más fluida, no nos quedamos atascados en un legado cultural. Cuando estaba en Francia pregunté dónde podía encontrar una tarjeta SIM y nadie sabía contestarme. Me contestaban con explicaciones filosóficas sobre por qué no sabían dónde encontrarla. Son pequeñas cosas tontas pero frustrantes como estas donde ves las diferencias. Sin embargo, en Europa, seguís yendo a ver las películas que hacemos y escuchando nuestra música...

P. Al final parece como que “todo sigue igual” para la protagonista, no hay una catarsis. ¿Quería evitar el cliché de que al final del viaje estamos totalmente transformados?

R. Reflejo ese sentimiento que tengo cuando me marcho de casa dos meses para rodar una película y tengo la sensación de que al volver a casa será todo diferente pero luego es como si nunca te hubieras marchado. Creo que ella ha aprendido mucho pero no lo sabe. Lilian tiene la madurez suficiente para huir de su vida cuando sucede algo que la motiva a apartarse. Eso demuestra un espíritu adolescente de búsqueda, un impulso noble de salirse de algo que no está bien.

P. En la película vemos una reproducción del famoso tiroteo en una pizzería de Washington en la que un radical de derechas pensaba que había un club de pederastas. También vemos otros tiroteos. ¿Se ha convertido en una lacra en Estados Unidos?

R. Me gusta hablar de este asunto de una manera inteligente y sin tópicos. En mi país las armas se han convertido en una manera muy fácil de expresar algo. En Inglaterra tienen la costumbre de apuñalar. ¿Qué hay detrás de esto? Estas son personas normales que tienen hobbies y escriben poesía. Encuentran una forma patética de expresarse. No culpo a las armas. Sienten que tienen algo que decir como individuos y lo hacen de la peor manera posible, lo cual es muy triste.

P. Ante las próximas elecciones presidenciales de noviembre se leen algunos artículos en los que incluso se alerta del peligro de una guerra civil en Estados Unidos. ¿Cree que existe esa amenaza?

R. Cuando reflexiono sobre los orígenes de Estados Unidos siempre me asombra la forma en que los “padres fundadores” supieron organizarse y transmitir su mensaje. Sin embargo, hoy, a pesar de todas las herramientas que tenemos, la guerra civil parece mucho más difícil porque hay una gran desorganización y existe mucha desconfianza entre las personas. El asalto al Capitolio del 6 de enero es todo lo lejos que esta gente es capaz de llegar. Una vez entraron en el edificio no sabían qué hacer aparte de sacarse fotos estúpidas de sí mismos. No fue muy impresionante por suerte. La polarización no es solo entre izquierda y derecha, dispersa a todo el mundo en el viento y eso quizá es una cosa buena.