La pandemia de COVID tuvo un impacto terrorífico en la industria del cine. Provocó el cierre de muchas salas en todo el mundo, la suspensión de festivales, el retraso de estrenos y la cancelación de innumerables rodajes…
Sin embargo, el dichoso virus también tuvo un efecto inesperado: provocó las condiciones perfectas para que de manera inesperada surgiera una de las trilogía de terror más celebradas de los últimos años, que culmina este viernes con el estreno en cines de Maxxxine, tercera y (al menos, de momento) última entrega. Pero, vayamos al principio.
Todo arranca en lo peor de la pandemia, cuando el cineasta Ti West se encontraba encerrado en un hotel pasando la cuarentena obligatoria de dos semanas tras entrar en Nueva Zelanda, uno de los pocos sitios del mundo donde el virus estaba controlado y en donde los rodajes no habían sido cancelados.
Allí iba a grabar un filme de terror titulado X, un slasher inspirado en La matanza de Texas (Tobe Hopper, 1974) sobre la creación de una película porno en una granja perdida en el corazón de Estados Unidos.
Pero, pensó, ¿por qué desaprovechar el increíble set que su equipo había construido de la nada, una granja de ‘rednecks’ con todo lujo de detalles? ¿Por qué no exprimir el privilegio de poder decir “acción” cuando la industria se encontraba paralizada en todo el globo?
Así que, a la carrera, tirando de algunas ideas que ya le rondaban en la cabeza y con la ayuda de su actriz principal, Mia Goth, se puso a desarrollar el guion para una segunda entrega y, en apenas dos semanas, lo tenía listo. Y no es que se limitara a llevar a nuevas víctimas a la granja para que murieran de nuevas y más escabrosas formas. Nada de eso.
Pearl, como se titula la continuación, es una arriesgada precuela, que bucea en el pasado de la villana de X, mirando estilísticamente a otro tipo de cine que poco tiene que ver con el habitual body count del slasher. West demostraba así osadía y ambición. No menos que Goth, que tras interpretar a la heroína de X, se metía aquí en la piel de su némesis.
Aunque en un principio a A24, productora de X, no le convenció la idea, ya que preferían ver cómo funcionaba la primera entrega en taquilla, el director logró finalmente la luz verde y tres semanas después de que finalizara el rodaje de X comenzaba a grabar Pearl.
Un experimento prácticamente inédito en el cine de terror, con una potente estrategia comercial: al mismo tiempo que X se estrenaba en marzo de 2022, se revelaba que la segunda parte se había rodado en secreto y que llegaría a los cines unos meses más tarde, en octubre del mismo año. Los adictos al terror se volvieron locos y ambas películas fueron un triunfo de crítica y taquilla.
Y, es que más allá de los pormenores de la producción, las dos primeras entregas de la trilogía de West funcionaban como un tiro. X no solo es un desprejuiciado homenaje a La matanza de Texas y demás slashers de los 70 y 80, con todos los tópicos del género utilizados con ironía y mala baba.
Además, es una aguda reflexión sobre el deseo y la frustración sexual gracias a sus dos ancianos asesinos. Técnicamente, el filme es una gozada, con una fotografía cuidada y un sonido exquisito. Sin olvidar toda la carga meta de un filme sobre la pasión por hacer cine, aunque sea porno.
Más sorprendente aún es la segunda entrega que, como ya decíamos, rehuye la típica continuación en la que se repite el esquema de la primera entrega, solo que con un mayor número de vítimas. Por contra, West nos sumerge en la historia del origen de las tendencias psicópatas de la asesina de la primera entrega.
Ambientada en 1918, durante la pandemia de la gripe española, Pearl es una joven que vive aislada con sus padres en la granja donde sucederán décadas más tarde los asesinatos de X. Ella sueña con convertirse en una estrella del showbussines, pero sus anhelos chocan contra los estrictos estándares de su recta madre y la necesidad de cuidar de su inválido padre. La asfixiante atmósfera del nido familiar irá mellando la salud mental de la joven.
En palabras del propio West, la idea era mezclar “la estética de Disney con un cine demente”. Así, el filme emerge como un melodrama con toques de Douglas Sirk y del estilo Technicolor de Mary Poppins y El mago de Oz, que parece decirnos que las fantasías del cine de Hollywood pueden agravar el trastorno mental de las personas enfermas.
Maxxxine, la tercera entrega que llega este viernes a los cines, vuelve a dar una vuelta de tuerca estilística a la saga. Ahora retomamos a Maxine Minx, la protagonista de X interpretada por Goth, en Los Ángeles en 1985, cuando le llega su gran oportunidad: dar el salto del cine porno al cine de serie b como protagonista del filme de terror The Puritan II.
Mientras, una extraña figura comienza a acosarla, en el contexto de una sórdida ciudad donde un asesino en serie campa a sus anchas (inspirado en el auténtico Edgar Ramírez, apodado El acosador nocturno) y donde el fundamentalismo religioso emerge como contrapunto.
El éxito de las dos anteriores entregas se aprececia en la lujosa puesta en escena y en el llamativo reparto. Junto a Goth, encontramos a Kevin Bacon, Elizabeth Debicki, Michelle Monaghan, Bobby Cannavale, Giancarlo Esposito, Lily Collins...
Aquí West tira de todos los tópicos del cine de los 80 -laca, neones y electro pop- y sigue mirando a los clásicos para subvertirlos, en un thriller paranoico algo irregular pero con momentos muy inspirados, como en la escena genial en la que Maxine acaba resguardándose en la casa de la madre de Norman Bates de Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960) en el estudio de Universal.
Y es que, bien mirado, parece que lo que West siempre nos ha querido transmitir es que el verdadero horror nos son las personas sino esa industria del cine que invita a soñar y siembra, en cambio, oscuras pesadillas entre los que buscan la fama.