Ahora resulta un poco difícil de creer, pero cuando en 1994 se estrenó la segunda película de un joven Quentin Tarantino, Pulp Fiction se reveló como todo un acontecimiento cinematográfico que inevitablemente fue calando a nivel cultural y social convirtiéndose probablemente en la película más icónica de la década de los 90.

Con ella nació el blockbuster postmoderno que marcaría el comienzo y posterior influencia de una nueva ola de cine independiente de la mano de un director que con tan solo dos filmes alcanzaría el estatus de autor rebelde, gracias a un estilo inconfundible que desde el principio nunca dejó indiferente a nadie.

De hecho, el Diccionario de Oxford incluyó en 2018, entre sus acepciones, el término tarantinesco, que aparece descrito de la siguiente manera: "caracterizado por una violencia gráfica y estilizada, historias no lineales, referencias cinematográficas y literarias, temáticas satíricas y diálogos afilados". Sin duda, una particular manera de entrar en la historia del cine.

Érase una vez en Hollywood

Y es que Tarantino es un cineasta con leyenda, modelo de autodidacta artístico y director cinéfilo por excelencia (con permiso de Scorsese) que adquirió el sentido cinematográfico entre los numerosos VHS que le rodeaban en Video Archives, el videoclub de Los Angeles donde estuvo trabajando varios años y que le hizo perfeccionar su personal criterio como espectador-director entre películas de serie B, filmes de culto, éxitos comerciales y clásicos incontestables.

Resulta fácil imaginarle recomendando apasionadamente películas a los clientes que pasaban por allí así como en largas y encendidas discusiones sobre si tal película es mejor que aquella otra ó argumentando con fiereza por qué la filmografía de aquel director es imprescindible tal y como sucede con los diálogos mordaces que escupen los personajes en sus películas.

De eso había ya bastante en su anterior película Reservoir Dogs, pero en Pulp Fiction consiguió expandirlo todavía de manera aún mas audaz y cool: la blasfemia desenfrenada, las muertes casuales y los tiroteos con destellos de poesía alcanzarían su cota más alta de expresión en largas escenas cargadas de tensión que desembocaban en variadas sorpresa. El valor de lo inesperado en sus películas estuvo ahí desde el primer momento.

Impacto súbito

Tras haber provocado un pequeño terremoto cinéfilo con su poderosa ópera prima Reservoir Dogs y después de obtener con su segunda película la codiciada Palma de Oro en el festival de Cannes (con la famosa peineta incluida) la expectación por el estreno mundial de Pulp Fiction era notable.

El diseño del póster, la excelente banda sonora, ese casting de ensueño y la controversia generada previamente prometían una experiencia muy diferente de la habitual en una sala de cine. Y vaya si lo fue.



A través de tres relatos vertebrados y estructurados en una narración no lineal, la transformación con la que Tarantino obsequió a los personajes arquetípicos habituales del cine noir y de la novela pulp, —los matones en busca de un extraño maletín, el boxeador que amaña el combate, la novia del gángster, una pareja de atracadores amateur, etc—, acabó convirtiendolos en unos personajes ya icónicos de la historia del cine.

Los protagonistas del filme no paran de contar historias personales en sus diálogos (retratándolos en dimensiones más humanas conmovedoras y ridículas) y, a través de un puñado de escenas inolvidables,—como la inyección de adrenalina, el tiroteo de "intervención divina", el monólogo de Christopher Walken, la eficacia desmedida del Señor Lobo, el icónico baile en el concurso de twist—, han acabado formando parte también de la memoria colectiva de la cultura pop. Su dimensión como producto artístico popular que marcaría a toda una generación de espectadores y cineastas acababa de comenzar.

Para crear todo este fascinante e icónico universo Tarantino se retiró unos meses a Amsterdam para plasmar su cinefilia polivalente en un guión (escrito a mano en un cuaderno) que inevitablemente acabaría impregnando de cierta sofisticación europea a la(s) historia(s) que transcurre(n) en su particularmente visión sórdida de Los Angeles a partir de una recopilación de historias en colaboración de su amigo Eric Avery. 

Mira quién habla

En aquel momento la carrera de John Travolta estaba en las últimas, el ídolo sexy de los años 70 protagonista de Grease y Fiebre del sábado noche era ya un recuerdo lejano mientras era relegado a películas de bebés que hablan. Pero el cineasta de Knoxville lo tenía claro, el papel protagonista de Vincent Vega sería para Travolta (aunque en un principio pensó en Michael Madsen) regalándole quizás el mejor papel (o al menos el más recientemente icónico) de toda su carrera.

De esta manera, Tarantino no solo reinventaba las texturas y las tramas de los viejos géneros cinematográficos sino que también rescataba magníficamente a estrellas olvidadas tal y como haría después con la gran Pam Grier en su excelente filme Jackie Brown.

Por otro lado pudo conseguir que Bruce Willis se sumase al proyecto, la estrella mundial del momento que llegaba de triunfar con su John McLaine de La jungla de cristal y fan declarado de Reservoir Dogs, proporcionándole el extraño personaje del básico y determinante Butch (de hecho el que menos habla de toda la película) que se verá envuelto en una "delicada" situación que hizo salirse a mucha gente del cine y que no tenía nada que ver con los papeles en los que estaba destacando el bueno de Willis.

Fotograma de 'Pulp Fiction'.

Una todavía desconocida por entonces Uma Thurman no veía muy claro el papel de Mia Wallace y el mismo Tarantino tuvo que leerle el personaje por teléfono para convencerla. Cuando logró hacerlo, le asignó el peinado de la actriz Anna Karina en Vivir su vida de Godard, le pidió la actitud sexy y felina de una aristogata y el resto es historia, firmando de paso una alianza futura que alcanzaría su máximo esplendor conjunto con su posterior obra maestra Kill Bill.



Por su parte, Samuel L. Jackson hizo una audición irrebatible para hacerse con el papel del incendiario Jules Winnfield y desde entonces ha trabajado en todas las películas de Tarantino salvo en Death Proof y Érase Una Vez en Hollywood. Como anécdota, decir que también colaboró junto a Tarantino reescribiendo y mejorando el texto original del párrafo correspondiente a Ezequiel 25:17 de la Biblia que su personaje recita siempre antes de asesinar a alguien. El resultado no puede ser más poderoso y antológico.

Música, maestro!

Después de su estreno, el inmenso éxito escalonado de Pulp Fiction le llevaría a acabar recaudando un total de 214€ (costando un poco más de 8 millones de dólares) y convirtiéndose en la tercera película más taquillera de su carrera por detrás de Django y Malditos Bastardos.

Mientras tanto en los años siguientes comenzarían a aparecer copias por todos los lados. De repente las películas de aquella época comenzaron a estar impregnadas de guiños similares al estilo Tarantino tanto en los diálogos como en los innumerables fuck recitados por los personajes al igual que el uso de la música de una manera mas remarcable y cool intentando lograr un impacto similar al del cineasta de Knoxville .

Porque otra de las razones por las que Pulp Fiction tuvo tanto impacto fue el uso y comercialización de su espectacular banda sonora. En aquel momento muy pocas películas, lanzaban una colección de canciones empaquetadas de aquella manera y además Tarantino tuvo a bien incluir algunos de los diálogos más icónicos de la película.

Los aires sugerentes y surferos de The Centurians, así como el toque cálido y cool de las canciones Song Of A Preacher Man de Dusty Springfield y Let's Stay Together de Al Green y por supuesto la icónica melodía de Misirlou de Dick Dale & His Del-Tones que abre el filme marcaron toda una época y para la posteridad queda, evidentemente, la escena del concurso de baile en aquel dinner maravilloso repleto de iconos del mundo del cine con John Travolta y Uma Thurman dando una lección de twist con You Never Can Tell de Chuck Berry .

Confiesa Tarantino en su libro Meditaciones de Cine (Reservoir Books, 2023) que cuando era pequeño asistió con un familiar a una de las sesiones golfas de sábado noche en un cine de Los Ángeles para ver uno de los habituales filmes del género Blaxploitation que se estrenaban a finales de los 70.

Pero la sorpresa no fue solo por la película en sí, sino por la tremenda energía que llegó a generarse en el patio de butacas con un público (mayoritariamente afroamericano) gritando, riendo y aplaudiendo efusivamente en momentos clave de la proyección. Tanto le impresionó que desde entonces siempre quiso conseguir esos momentos de impacto en sus películas.

Y desde luego que lo hizo, su filmografía está plagada de momentos memorables que te hacen saltar de la butaca y que permanecerán en la memoria de la cinefilia. Los afortunados que tuvimos la oportunidad de disfrutar el estreno en su momento de esta obra maestra nunca olvidaremos el tremendo efecto que nos produjo.