Venecia

William S. Burroughs escribió la novela Queer a principios de los cincuenta, pero por ser demasiado íntima y explícita la dejó en un cajón hasta 1985. Cuarenta años más tarde, la resucita para la gran pantalla el mayor experto en desnudar la alta sociedad sin dejar de sostenerle la mirada, Luca Guadagnino (Rivales).

Queer (gay) es William Lee (Daniel Craig), un ocioso estadounidense que vive aparcado en México, deambulando con su traje blanco roto por el barro y su sombrerito negro, pelo sucio y siempre sudado. Aburrido, adicto al alcohol, a la heroína y a la cocaína, este Don Juan se aferra desesperado al amor del joven Eugene Allerton (Drew Starkey), frío y disponible solo por momentos.

Consumido por una relación tóxica y siempre ligeramente histriónico, Daniel Craig se descubre como la primera gran bestia de una película, sobre todo, espectacular. Nada queda de Bond. Su relectura del sugar daddy ahogado por su propia dependencia vuela incluso por encima del México fauvista, de verdes y rojos artificiales, visiblemente de estudio.

Lee, un telépata –han leído bien, volvemos a tierras fantásticas tras Suspiria o Hasta los huesos– decide comprar el afecto de Allerton llevándolo de viaje por América del Sur para encontrar una hierba que intensifique su capacidad. Queer se transforma entonces en un trayecto de muerte y renacimiento de ecos colonialistas, un molde para el romance y la aventura donde el "cuidar" toma implicaciones ambivalentes y, vistas desde la crítica cultural (como ya ocurrió con el affair intergeneracional de Call Me By Your Name), algo más oscuras.

Una lectura que el cineasta obvia por completo, aspirando al mundo narrativo como espacio netamente estético; una pizarra que se sabe un popurrí gustoso. Mezcla de universos artísticos, con un reparto donde figuran el pintor Michaël Borremans, la escultora Andra Ursuta, el cantante Omar Apollo o el cineasta David Lowery, junto con Lesley Manville y un brillante Jason Schwartzman.

Y rompecabezas de sueños ajenos. El italiano hilvana estampas herederas de René Magritte, Luis Buñuel y Lisandro Alonso, que evocan el vacío, la pérdida y el disgusto bien lejos de la palabra. Atractivas, recrean desde la noche oscura en Apocalypse Now hasta los cuerpos confundidos de la inteligencia artificial. Que ello dé lugar a una multitud de viñetas preparadas para el consumo en redes sociales debería hacernos sospechar, aunque… Hay algo inherentemente queer en no lograr encontrar sentido en las imágenes ajenas. Sigamos pensándola.

Menos Sorogoyen y más Rohmer, Trueba y Linklater

En la serie que hoy han presentado Fuera de Competición, y que llegará a finales de año a la Movistar Plus+, Rodrigo Sorogoyen, Sara Cano y Paula Fabra aspiran a congelar el tiempo. Capturarán a partir de diez Nocheviejas, como en instantáneas, diez años en la vida de una pareja: Óscar (Francesco Carril) y Ana (Iria del Río), el Chico Triste que conoce a la Chica de sus Sueños, y los derroteros que como novios van encontrando… Desde la emoción de las noches blancas, hasta los enfados por aburrimiento.

Emulando el placer linklateriano por el cambio vital, la serie de Sorogoyen –también productor ejecutivo– se aleja definitivamente del carácter de historieta de sus anteriores escenas de matrimonio (8 citas o Stockholm). En cambio, contemplará las corrandas acordeónicas de la pareja estable desde lo puramente observacional, disfrutando de escuchar largas conversaciones sobre el todo y sobre la nada.

En fin, hay más de La reconquista de Jonás Trueba (también protagonizada por Francesco Carril) o de los cuentos estacionales de Éric Rohmer, incluso algo del fresco humano de Antidisturbios, que de la urgencia que ha hecho célebre al director de El reino o As bestas.

Para Los años nuevos Sorogoyen se reparte la dirección junto a Sandra Romero y David Martín de los Santos, voces a tener muy en cuenta por las magníficas Por donde pasa el viento y La vida era eso. Romero y Martín manejan el minimalismo con soltura, calibrando el costumbrismo de botellín de los primeros episodios con la teatralidad elevada que marca, ya sea en clave ensoñada-David Lynch o recitada-Ingmar Bergman, algunos de los momentos más dramáticos de la serie.