Las novatadas en los Colegios Mayores llevan años siendo perseguidas por las universidades y la justicia, sobre todo desde que en 2022 se viralizara un polémico video en el que los residentes del Colegio Mayor Ahuja de Madrid insultaban a las estudiantes del Santa Mónica. Pero en los años 90 y en la primera década de los 2000 vivieron su momento dorado.
Desde dentro siempre se vendieron como una manera de integrar en la convivencia diaria a los nuevos alumnos, pero las novatadas han estado salpicadas por casos de vejación, abusos, humillaciones y acoso sistemáticamente. Especialmente en los Colegios Mayores masculinos, donde el rito basado en la obediencia y el mando autoritario se podía hacer especialmente duro para los más introvertidos.
Teniendo el tema tantas aristas, y habiendo estado naturalizado en la vida universitaria desde hace tanto tiempo, era sorprendente que la ficción audiovisual española apenas hubiera mostrado interés por las novatadas. Algo que El aspirante viene a solucionar, con una propuesta mucho más sólida de lo que podíamos esperar de una humilde producción con un director novel y un reparto sin nombres populares. Pero casi todo funciona en este filme que fue galardonado con el Premio a la mejor película nacional en el Atlántida Mallorca Film Fest.
Juan Gautier sabe de lo que habla, pues es hijo de un director de un Colegio Mayor, y se nota. En El aspirante el ambiente y los personajes resultan reales (aunque quizá algo anacrónicos, como si todo trascurriera hace una década). El director adapta al largo su propio cortometraje homónimo, apuntando a una puesta en escena asfixiante, con planos cortos que encapsulan a los personajes, y por una tensión creciente en un relato que se desarrolla en un único día, la jornada de iniciación a las novatas del ficticio y exclusivo Colegio Mayor Tolentino.
Gautier pone el foco en dos alumnos que comparten cuarto y aceptan el reto de las novatadas con el objetivo de integrarse y hacer amigos. Por un lado, Dani (Jorge Motos), un chico tímido e inseguro, carne de cañón en manos de los veteranos, que sufrirá la peor parte de las vejaciones. Por otro lado, Carlos (Lucas Nabor), un joven de barrio en un colegio de privilegio que no aceptará las humillaciones con tanta facilidad.
Aunque Gautier pone la brújula moral en este personaje, acierta al crear a un chaval imperfecto, que aunque es consciente de lo que ocurre, está lejos de actuar siempre bien. Lucas Nabor lo interpreta con convicción y encanto, siendo creíble hasta cuando va terriblemente ciego, que es la mitad del filme.
En cualquier caso, no estamos ante un drama de denuncia, sino ante un filme que funciona como un thriller con toques de terror. A ello remite el diseño de los personajes antagonistas, los veteranos, esbozados como auténticos villanos de folletín, interpretados por Pedro Rubio y Eduardo Rosa con un gozoso histrionismo pasado de vueltas. Sus sibilinas estrategias de abuso psicológico resultan aterradoramente veraces. En general, el trabajo coral de los actores es uno de los puntos fuertes de la película.
En definitiva, El aspirante es uno de los filmes más sorprendentes de la cosecha del cine español en 2024, tenso e incómodo, que denuncia tanto la perpetuación de los rituales más tóxicos de la masculinidad (sin salvar a los personajes femeninos, un coro de fondo que ejerce de testigo sin inmutarse) y que nos conduce a un descorazonador final en el que pesa el determinismo social: los de abajo siempre tendrán las de perder.