Dicen los filósofos que vivir es prepararse para la muerte. Sin embargo, la muerte nunca ha estado tan oculta en nuestra sociedad. Nacido en 1933, a sus 91 años, Costa-Gavras, griego de nacimiento y francés de adopción desde hace décadas, ha presentado exultante hoy (y con una buena mata de pelo) su nueva película, El último suspiro, en la que aborda el Gran tema de la parca desde un punto de vista luminoso y cálido, en el Festival de cine de San Sebastián.

Basada en un libro escrito de manera conjunta por el médico de cuidados paliativos Claude Grange y el filósofo Régis Debray, interpretados respectivamente por Denis Podalydès y Kad Merad, Costa adapta a la pantalla varios casos reales en los que vemos a distintas personas que están a punto de morir y sus distintas reacciones. Una mujer que quiere hacerlo con dignidad (la interpreta Charlotte Rampling), una gitana que solicita la eutanasia (Angela Molina) y se despide con una fiesta o una mujer joven que ante el final demasiado temprano reacciona con furia.

En la rueda de prensa de presentación de El último suspiro, Costa-Gavras ha dicho: "He hecho esta película primero porque me interesaba el tema personalmente. Estoy en una edad en la que el horizonte de la muerte se acerca cada vez más. Llevo tiempo preguntándome esta cuestión: ¿cómo terminamos? Podemos morir en medio del miedo y el terror o con dignidad. Se trata de no aterrorizar a los vivos, pero hay que afrontarlo".

Fue el propio Régis Debray quien le mostró el libro al cineasta y este enseguida se interesó por él: "Se basa en bastantes casos verdaderos, me dije que podía hacer cine sin traicionar los hechos. Pero haciendo cine, porque el cine es un espectáculo con el que podemos crear emociones para los espectadores. No es una escuela ni una universidad donde se hace algo didáctico, aunque luego pueden reflexionar. Empecé por hacer un guion, tardé bastante tiempo. Michelle, mi esposa, es la productora, que se ocupa de los aspectos económicos. Soy incapaz de pedir dinero e ir a buscarlo y ella hizo lo que tenía que hacer".

Poco a poco, fue montando el proyecto: "Durante la escritura del guion encontré una foto de Charlotte Rampling, hierática, descalza, y me dije que ya tenia uno de los personajes. Y luego busqué a Ángela Molina para el personaje explosivo de la gitana. Es una actriz española a la que siempre he admirado. Ambas respondieron formidablemente bien e inmediatamente. En el caso de Charlotte, le dije: 'Te voy a proponer el papel mas pequeño de su vida'. Así progresivamente. Todos aceptaron". En la rueda de prensa, la propia Molina ha dicho: "Costa me ha enseñado a morirme feliz".

Y regresando al Tema, dice el cineasta: "No me gusta hablar de la muerte. Es una palabra que nos da miedo desde que somos niños. Hablo del viaje. La salida, mejor. Al paraíso u otro lugar. Cada uno puede tener la esperanza que desee tener. Algo esencial. Lo esencial es irnos con dignidad. No dejar un rastro de miedo o terror tras nosotros. Tengo algunos ejemplos en mi vida. Alguien muy cercano decía 'no me dejes irme', daba miedo. Eso ha permanecido conmigo. ¿Pero qué podemos hacer? No depende de nosotros. Tenemos que prepararnos con convicción y una sonrisa porque es inevitable. Ese para mí es el sentido de la película".

Mito del cine político

Costa-Gavras es uno de los grandes exponentes de la historia del cine político. En sus muchas películas, el cineasta exiliado en Francia desde su primera juventud (huyó de la dictadura griega), ha realizado filmes tan importantes como Z (1969), sobre la brutal ocupación francesa en Argelia; Estado de sitio (1972), sobre los horrores de las dictaduras de derechas latinoamericanas, tema que trata de nuevo en la que quizás es su película más conocida, Missing (1982), con Jack Lemmon, sobre los "desaparecidos" del golpe de Estado de Pinochet o Amen (2002), en la que acusaba al Vaticano de haberse lavado las manos al conocer el holocausto nazi.

En tiempos más recientes, destaca un título como Comportarse como adultos (2019), basada en las memorias de Varoufakis. En El último suspiro, de la que él mismo dice que muy posiblemente sea su última película, el cineasta también plantea un curioso momento en el que vemos a unos niños viendo porno.

"Es cierto que la muerte es un tabú pero en la televisión y en internet es muy fácil acceder a la pornografía, está en todas partes. Los niños piensan que son eternos, que no morirán nunca. Pero el thanatos ya esta allí. Los griegos antiguos ya lo sabían. Ahora enterramos rápidamente en el cementerio y ya no hacemos grandes ceremonias. Este momento tiene que ser digno para mantener la nostalgia. Tiene que perdurar, porque esa nostalgia también nos hace recordar a los vivos", ha dicho.

El hospital de cuidados paliativos se convierte en el hilo que une a todas las historias: "Conocí al doctor Grange y me enseñó lo que hacía. Vi cómo trabajaba la gente y descubrí una cosa muy interesante. Cuando vamos al hospital, los doctores y las enfermeras son autoritarios. Hay que hacer esto y aquello. El personal de este doctor, sin embargo, sonreía, los pacientes estaban allí como si fuesen niños. Se les trataba con veracidad y cariño. Todo el personal sanitario no son actores, son verdadero personal sanitario. En el libro se habla de cómo hay que tratarlos porque son particulares. He intentado reflejarlo con la misma fidelidad con la que se muestra en el libro".

Y ha añadido: "A los personajes no se les ve morir. Como decía un filósofo griego antiguo, la muerte para los vivos no existe y para los muertos tampoco. Viviremos hasta el final porque hay que vivir. Sean cuales sean las condiciones de nuestro cuerpo tenemos que luchar hasta el final, pero eternamente tampoco, claro".

La eutanasia también surge como tema esencial: "Los políticos deberían crear lugares para que el que ya no le interesa su vida, que ya no tiene memoria y cabeza, pueda encontrar ayuda para morir en las mejores condiciones posibles. Cada vez vivimos más años y somos más las personas mayores. Nadie aún se atreve a ir a un hospital a decir 'ayúdeme a morir', pero esto debería llegar. En la ley francesa existe la sedación profunda que solo se aplica al límite de la agonía y no es una buena solución, hay que ayudarle a morir al que lo quiera inmediatamente sin tener que esperar una semana o dos".

Finalmente, Charlotte Rampling, presente en el Festival de San Sebastián, ha dicho: "Esta película es un canto de amor a la vida. Abre un capítulo para poder hablar de esta situación que avanza lentamente. Hay que hablar de la muerte para comprenderla. Todos queremos marcharnos sonriendo porque estamos aquí para morir y queremos que sea en paz y no con miedo".