Pedro Almodóvar (Calzada de la Calatrava, 1949), como dicen los presentadores cursis de la tele, no necesita presentación. Es una estrella. Sin duda, el director de cine (y artista en general) español más conocido en el mundo, el hombre que ha explicado nuestro país, de la turbulenta y excitante transición hasta nuestros días, con su personal estilo, tan reconocible y único como extraordinario.

Almodóvar es un ser humano y un cineasta, pero se le reserva el derecho de los elegidos de ser también un sustantivo. Si Kafka dio lugar a “kafkiano” y Dante a “dantesco”, gracias a sus películas podemos decir que nuestro país, al menos en parte, es “almodovariano”.

Como él mismo ha recordado, fue precisamente en el Festival de San Sebastián donde presentó su primera película, la muy trash Pepi, Luci, Bom y otras chichas del montón (1980), que por cierto, esto no lo ha dicho, fue recibida con críticas demoledoras en muchos casos.

“Desde que llegué ayer estoy pasando un tumulto de emociones, ha coincidido con mi cumpleaños", ha recordado Almodóvar en la rueda de prensa. "Estoy al borde de las lágrimas. Está siendo más emocionante de lo que yo pensaba. Me hace reflexionar sobre muchos temas. La primera vez que estuve, hace 44 años, con Pepi, Luci y bom..., una película muy defectuosa con un estilo descarado. Fue un viaje, como con la siguiente, Laberinto de pasiones (1982)”.

Ha llovido mucho desde entonces. “Ayer cuando llegaba al hotel me daba cuenta de que en estos 44 años, las cosas han cambiado mucho en mi vida, en el mundo… pero esta ciudad me sigue provocando emociones muy profundas, de distinta naturaleza a las de los 80", explicaba el cineasta. "Ese día actuamos en una discoteca y acabamos en la playa a las ocho de la mañana”.

Recibe el Premio Donostia en un momento muy dulce de su carrera, muy reciente aún su León de Oro en el Festival de Venecia por La habitación de al lado, su primera película rodada en inglés y su primer premio máximo en un Festival de Clase A.

La película, recibida con aplausos, se ha proyectado esta mañana. Con Tilda Swinton y Julianne Moore como protagonistas, es la historia de dos amigas que se vuelven a reunir después de muchos años en circunstancias complejas. Ambas periodistas, la primera sufre un cáncer implacable que acabará con su vida. La cuestión es que quiere ser ella misma quien decida cuando marcharse porque no quiere morir en medio de una insoportable agonía.

La muerte digna

Si ha habido un tema claro este Festival de San Sebastián, ha sido precisamente el de la muerte digna. Primero, Los destellos de Pilar Palomero, después El último suspiro de Costa Gavras y ahora La habitación de al lado. No deja de ser curioso que las tres películas hablen en último término de lo mismo, o sea, el derecho a una muerte digna.

“Curiosamente he descubierto que hay varias películas que hablan de la muerte", explica Almodóvar. "Este festival puede pasar a la historia como una edición que pone en valor la empatía, acompañar a alguien cuando lo necesita. Y la mortalidad, algo que todos entendemos porque todos estamos condenados a morir. España tiene una ley sobre la eutanasia, pero es el cuarto país. Me lo dijo ayer Costa Gavras, el individuo es el dueño de su vida y debe ser dueño de su muerte, como un acto de vitalidad, que es lo que ocurre con Tilda Swinton en la película”.

Por supuesto, la entrega de un premio honorífico siempre es un momento para mirar atrás. “Estoy en un momento no relajado, no conozco la sensación de relax, funciono mejor en la excitación", asegura el director. "Han pasado 44 años, pero tengo una vocación que es más fuerte que yo mismo. En ese momento pensaba que si no conseguía hacer cine, sería la persona más desgraciada del universo, no tenía ni un duro, no tenía amigos. Sin embargo, he tenido una trayectoria de 23 películas, algunas mejores que otras, pero todas ellas son mías, todas me pertenecen, las mejores y las que me gustan menos. No todos los directores pueden decirlo”.

Raúl Arévalo, Juan Diego Botto, Pedro Almodóvar, Tilda Swinton, Victoria Luengo y Melina Matthews, en San Sebastián. Foto: EFE/Juan Herrero.

La independencia siempre ha sido una clave para el director de Dolor y gloria, como el mismo indica: “Ahora hay muchas plataformas, mucho trabajo para los directores. Agustín creó El Deseo para que fuéramos dueños de lo que hacíamos, no dueños solo a nivel monetario. A la hora de escoger distribuidores, no siempre nos hemos ido con el que da más dinero, si no el que tenía más sensibilidad respecto a la película. Eso se lo debo a Agustín y El Deseo. Un motivo más para celebrar estos años”.

El Almodóvar de 2024 no es el “punki” de los 80 que se inspiraba en John Waters para hacer películas trash, lógicamente, y poco a poco hemos visto como hace películas cada vez más dramáticas. “Mis temas han cambiado", explica. "Es evidente. No tengo 25 años. He ido cambiando de un modo natural. Hace 44 años no hubiera dormido ayer, directo al desayuno y arreglarme para venir aquí resacoso. Mi vida ha cambiado mucho en este sentido.

"Hay un momento en el que he tenido que decidirme, las emociones fuertes o la disciplina de un trabajo que consiste en estar solo en casa escribiendo y otro mucho tiempo rodeado de todo el equipo que hace una película", continúa. "A mitad de los años 90, ahí hubo un cambio. He ido descubriendo que las emociones también están en determinadas rutinas”.

Almodóvar ya no sale de juerga, pero su pasión por rodar se mantiene intacta. “Nunca tengo la sensación de que sé hacer una película, con todas empieza una nueva aventura. Una película es como adentrarte en un safari. Estoy dispuesto a dejarme la vida si es necesario, pero es imposible que pueda prever los peligros que tengo que sortear. Cada película es distinta y supone un problema distinto. He tenido una juventud en la que me he desfogado mucho”.

La contención parece ser una clave. “Ahora mismo no es que haga una elipsis cuando hay una escena erótica", apunta "Las que he hecho eran importantes, están expresando algo, y si es necesario volveré a hacerlas. En las historias que estoy contando ahora no es tan imprescindible mostrara dos personas haciendo el amor”.

Y añade: “Hay una enorme tentación en alguien que ha sido tan barroco de considerar la contención como algo negativo, pero como estilo, para mí significa depuración. Desde Julieta empecé en ese camino, menos canciones, menos barroca, menos personajes. La contención no está en mi naturaleza, pero la busco”.

En La habitación de al lado, ese esfuerzo de “depuración” salta a la vista. “La película habla sobre una mujer que agoniza en un mundo agonizante, es un tema serio, mayor, casi fúnebre", opina Almodóvar. "El tema de por sí te puede acercar al sentimentalismo y al melodrama y no quería caer en lo sentimental. A Swinton le decía que no hablara como un fantasma, no estaba muerta todavía. Todo esto son cambios que se van operando y definiendo de acuerdo con la historia y cosas que ya has hecho”.

Almodóvar nunca ha ocultado sus ideas políticas y la presencia de Pedro Sánchez esta noche en la entrega del premio le ha movido a la reflexión: “Yo conozco al presidente y que venga hay que entenderlo como un apoyo a la cultura. Mi exposición está en el Ayuntamiento de Madrid y el señor alcalde todavía no ha ido a verla, fue una idea que surgió en tiempos de Carmena. A Sánchez, al que llaman “mister handsome” en el mundo, hay mucho que pedirle a nivel político y físico, como los problemas que Turturro menciona en la película. Ese personaje dice que ha perdido la fe en el ser humano y probablemente tiene razón”.

Una vez más ha aprovechado la ocasión para cargar contra la ultraderecha. “Lo peor que le puede pasar a una sociedad es cuando la ultraderecha se encuentre con el liberalismo más salvaje", apunta el cineasta. "Van a tomar las peores decisiones para todos nosotros. A mí me gustaría votar en las elecciones de Estados Unidos. Los de aquí son ultracatólicos. Yo soy ateo, pero he aprendido catolicismo porque me educaron los curas. Hay un mandamiento que dice “ayudar al prójimo”. ¿Ellos piensan en sus hijos o bisnietos?”.

Según el cineasta, La habitación de al lado defiende exactamente lo contrario. “La palabra empatía es clave", comenta. "Hay muchas cosas que no entiendo. Estamos en un país donde a estos descerebrados no se les ocurre nada mejor que decir que hay que mandar a la armada y tratar como invasores a los inmigrantes, es una barbaridad. Mi película habla de abrir los brazos y acompañar, ese es el mensaje. Julianne empieza con muchos titubeos, con muchos miedos, no sabe si hace lo correcto, es una aventurera. Y luego ve que la generosidad lo primero que revierte es en uno mismo”.

“En España hablamos de un país vaciado, que necesita mano de obra", ha proseguido el director. "Los inmigrantes deberían ser bienvenidos. Hay mucha gente mayor como yo, somos una generación numerosa, la sociedad envejece, necesitamos sangre nueva que rejuvenecería. Las películas son políticas sin serlo. El mensaje de mis películas es la libertad. Lo que yo como autor si puedo dar es una absoluta autonomía moral a todos los personajes no importando el espacio social o de dónde venían. Quería que mis personajes fueran tan libres como yo lo he sido”.

Como receta para el éxito, ha defendido no dejarse “vender”: “Lo más sencillo es la espontaneidad. Se promueve la corrección política, y yo creo en decir lo que piensas, actuar como piensas, si alguien se ofende, pues se ha ofendido. Cuando hice Entre tinieblas en los 80, lo primero que me dijeron es que una película de monjas nunca ha funcionado. En La habitación de al lado hay un homenaje cuando se pinta los labios, es un desafío a la muerte. He tratado de ser siempre lo más espontáneo posible, lo bueno era que esa naturalidad, era lo que mejor funcionaba en el mercado. No tenía razón para cambiarlo”.

Y también ha habido tiempo para reflexionar sobre la creación. “Yo nunca sé cuál es la chispa esa que te provoca que escribas algo", explica Almodóvar. "Es muy misterioso, me fascina la creación. Lo único que puedo hacer es alegrarme de que el público más joven está viendo mis películas gracias a las plataformas. No los conozco, no sé cómo son los tiktokers. Ni siquiera he llegado a los influencers. No tengo contacto con ellos pero me alegro de que tengan la sensibilidad suficiente para que les sigan gustando.

"En La flor de mi secreto se dice eso de 'como vaca sin cencerro'", finaliza el director. "Es una expresión que habla de la Mancha, de la soledad femenina manchega. Cuando la película se puso en Nueva York era una de las frases más celebradas y que mejor entendían. Tratar de ser uno mismo es lo mejor que se puede hacer. Y si uno mismo es muy malo también es bueno porque ya ves por dónde vienen los tiros”.