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En julio de 2022, el Festival de Cine de Giffoni entregó un premio honorífico a Gary Oldman (Londres, 1958). En una de las entrevistas que concedió en la localidad italiana, le pidieron que citara a los directores con los que a estas alturas de su prolongada y ecléctica carrera le gustaría trabajar. Señaló a Paul Thomas Anderson, pero como medalla de plata. En lo alto de su podio estaba Paolo Sorrentino, con el que contemplaba improbable una colaboración.

Aquella respuesta llegó a oídos del director de La gran belleza (2013), que le ofreció un pequeño rol en su próximo proyecto, Parthenope. Solo le supondría cinco días de rodaje, pero era un papel icónico. “Hubiera interpretado cualquier personaje para él. Hubiera hecho del papa”, aseguraba en Cannes el oscarizado actor.

La actuación que le reportó el premio de la Academia a Oldman fue su emulación de Winston Churchill en El instante más oscuro (Joe Wright, 2017). Sorrentino le ofrecía, de nuevo, a otro personaje real, el novelista y cuentista John Cheever, en la recta final de su vida. "Descubrí que era un constructo romántico y maldito del escritor. Ha surgido de la imaginación de Paolo, quien me indicó que tenía que encarnar a un alcohólico muy triste y melancólico", detalla el intérprete británico sobre su cameo en la película, que llega a los cines este próximo 25 de diciembre.

Pregunta. ¿Se reafirma en su admiración por el cine de Paolo Sorrentino?

Respuesta. Por supuesto. Es uno de los pocos cineastas cuyos nuevos trabajos espero con ilusión. He visto todo lo que ha hecho. Su obra tiene un poso filosófico, agudeza y humor. Acostumbra a retratar a sus personajes como bellamente imperfectos, así que puedes conectar con ellos, aunque sean italianos y excéntricos. Visualmente me encanta y siempre te reserva sorpresas. Como el profesor de antropología en Parthenope, que en principio es el más centrado y realista de la película, pero protagoniza la secuencia más surrealista, con un bebé gigantesco. Así debería ser siempre el cine.

P. ¿Qué papel juega su personaje en la madurez de Parthenope?

R. Creo que entre Cheever y Parthenope existen paralelismos. Ella aspira a ser escritora, y cuando lo conoce, no sabe de quién se trata. Hay cierto flirteo, obviamente imposible en la vida real, pero él funciona como una suerte de advertencia: si piensas dedicarte a esto en la vida, fíjate en mí, mira cómo he acabado yo. La existencia del escritor es solitaria. Como usted sabe, si uno se dedica a pintar, a esculpir o a escribir, ha de encerrarse en una habitación y concentrarse. Ha de realizar sacrificios constantemente a costa de excluirse de todo lo demás. Es una ocupación muy egoísta, donde dejas en segundo plano a la familia.

P. La protagonista, de hecho, termina dedicándose a la antropología. ¿En qué medida considera esta película un estudio de la humanidad?

R. La película es en sí misma pura antropología. La vida es un viaje en el que avanzas, te desvías, conoces a una persona que te influye, a otra que te sirve de apercibimiento y otra que sabes que no debes frecuentar. Experimentas con drogas durante un tiempo o te juntas con la gente equivocada, bebes demasiado y sales mucho de fiesta, y después vuelve el sentido común y regresas a la senda de esto a lo que llamamos vida.

»Me encanta la manera en la que Paolo plantea el último encuentro entre Parthenope y Cheever. Me pidió que interpretara a una especie de vaquero. Estoy tumbado y le digo una frase hermosa: “No quiero robarte ni un minuto más de tu juventud”. Me doy media vuelta y camino hacia la oscuridad. Él está en las últimas, mientras que ella camina hacia la luz, que representa la vida y la esperanza. La manera en la que lo cuenta es muy interesante y cinematográfica.

Gary Oldman interpreta a John Cheever en 'Parthenope', de Paolo Sorrentino, que se estrena el 25 de diciembre. Foto: Gianni Fiorito

P. John Cheever, en la ficción, elige Capri como la ciudad de su retiro. ¿Qué hay de usted, piensa en su propia jubilación?

R. Ya lo he hecho, más o menos. Vivo en Palm Springs. Trabajo en la serie Slow Horses, dispongo de tres meses libres, vuelvo a mi personaje de Jackson Lamb y vuelvo a disponer de siete meses. Entre una y otra temporada, le dediqué cinco días a este rodaje y uno a Chris Nolan. Así que se podría decir que tengo una vida vacacional. Me rodean las montañas y un gran cielo soleado que están muy lejos de todas estas tonterías.

P. Después de vivir tantas vidas a través de sus personajes y de conocer a tantas personas, ¿cómo mantiene el interés en la filosofía y en el ser humano?

R. Es algo innato. No puedo desactivarlo. Me gustaría retirarme algún día, no quiero seguir dedicándome a esto a los 80 años, si es que tengo la suerte de vivir tanto. Cuando veo a otros actores trabajando a esa edad, pienso que debe ser porque necesitan el dinero, ya sea por un divorcio o a saber qué. Lo entiendo, pero espero no ser como ellos. Tengo otros intereses creativos a los que ahora les estoy pudiendo dedicar más tiempo que a disfrazarme para fingir que soy otro.

P. ¿Cuáles son?

R. Estoy escribiendo un guion y también hago mucha fotografía en casa. Tengo una cámara oscura y muchos aparatos fotográficos. Me he aficionado al proceso de colodión húmedo. La verdad es que crea adicción, tengo una adorable colección de cámaras con lentes de los siglos XVIII y XIX. Hago fotos, las revelo y soy feliz. Me baja la tensión.

P. ¿Saca fotos de personas o de paisajes?

R. De personas, pero también de paisajes, porque la topografía de California es muy interesante.

P. ¿Qué hace luego con ellas?

R. Las regalo, las cuelgo de la pared, las miro durante un tiempo y luego me canso y las guardo en un cajón.

P. ¿Qué es lo que le atrae de la estética de esas fotografías?

R. La nostalgia y mi afición al siglo XIX. Por supuesto, soy consciente de que sucedieron cosas malas en ese periodo. No me gustaría volver atrás en el tiempo, pero en ocasiones miro una foto en blanco y negro y desearía estar congelado en ese instante. Cuando caminas por Cannes y ves una foto de Belmondo por La Croisette, piensas, maldita sea, cómo me hubiera gustado estar aquí en 1962. Seguro que fue un momento muy interesante.

»Ahora todo está lleno de influencers. Ya no sabes quién cojones son. Pero entonces estaban Marcello Mastroianni, Alain Delon, Truffaut, Godard… Hace 30 años estuve aquí y conocí a Akira Kurosawa. Estaba sentado, con las gafas de sol puestas, ya era un hombre muy mayor, y pensé: “¿Qué ven esos ojos que nunca podrá trasladar a una película?”. Seguro que usted me entiende, porque ya ha venido aquí varios años.

P. Bueno, hace un momento, estaba pensando que iba a conocer a Gary Oldman...

R. La otra noche me encontré con el presidente de Sony Classics, Michael Barker, y fue muy divertido, porque me dijo que le encantaba mi serie. “Cuando tenía 17 años, mi ídolo era Colombo y ahora, para mi hijo, es Jackson Lamb”, me comentó.

"Ahora todo está lleno de influencers. Ya no sabes quién cojones son. Pero entonces estaban Marcello Mastroianni, Alain Delon, Truffaut, Godard…"

P. Las cuatro temporadas de Slow Horses en Apple TV + le están procurando, efectivamente, una nueva legión de fans, pero para mí, usted es Drácula, y para mi hijo, Sirius Black en Harry Potter. ¿Por cuál de sus roles le gustaría ser recordado?

R. Es muy halagador que la gente me pida hacerse una foto conmigo y un autógrafo, pero siempre son de Drácula o de Harry Potter, cuando he hecho otras cosas. Ahora, además, piden tantos porque luego los venden en eBay. Una vez, un crío me pidió un autógrafo y llevaba consigo un libro de autógrafos genuino, como los que se utilizaban antiguamente.

P. ¿Usted ha pedido alguno?

R. Dos, cuando tenía nueve años, a Peter Finch, y también tengo otro de George Best.

P. ¿Qué escena le gustaría rodar como despedida de su carrera?

R. En cierto modo ya la he rodado. En Parthenope, cuando me caigo de una silla en mitad de una frase.