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Para algunos cineastas su ciudad, o su país, es mucho más que el lugar en el que ambientan sus historias o un mero contexto es un personaje más, cuando no el coprotagonista. No solo eso. Su propia mirada provoca que esos lugares se tiñan de ella en el imaginario popular. Si Scorsese o Woody Allen recrean una y otra vez Nueva York, también lo hace Pedro Almodóvar con Madrid como Truffaut y Rohmer con París u Ozu con Tokio.

Después de Fellini, del que cada vez más es más evidente su insoslayable herencia, Sorrentino "sorrentinea" con Parthenope, una película hermosa sobre una mujer bellísima (Celeste Dalla Porta) que nace en los años 50 y de la que vemos toda su vida hasta la vejez, centrándose sobre todo en su juventud.

Todo ello, en una serie de secuencias-estampas en las que Sorrentino muestra distintos aspectos de Nápoles y la propia vida italiana en una película que es una especie de suma poética de sus obsesiones. Y así es Italia según su más famoso cineasta moderno.

1. La belleza del legado grecorromano

Parthenope, de una belleza física despampanante, representa también el ideal clásico, podría ser como en aquella Venus se hace mujer (William A. Seiter, 1948) en la que Ava Gardner se materializaba desde una estatua de Venus. En este caso, el propio nombre de la protagonista nos lleva al terreno del mito y de la identificación del personaje con la ciudad ya que es el nombre de la sirena que según la mitología fundó la propia Nápoles.

2. La Italia del Renacimiento

Los espectaculares palazzos del renacimiento italiano con su riqueza artística y refinada casi infinita protagonizan su película más famosa, La gran belleza (2013), en la que se presentan como forma de esplendor pero también e cierta decadencia por un pasado que parece insuperable. En Parthenope el director se vuelve a sumergir en ese legado como en las imágenes del palacio del obispo, también a la hora de crear los planos. Por internet corren páginas en las que fans han encontrado inspiración en cuadros de pintores como Botticelli o Leonardo.

3. El Mediterráneo

Nápoles son sus calles pero también, o sobre todo, su maravilloso mar Mediterráneo, que Sorrentino filma con la devoción de un Sorolla. En sus memorias de una juventud feliz pero truncada por la temprana muerte de sus padres en un accidente de coche, Fue la mano de Dios (2021), el director plasma ese "paraíso perdido" exaltando toda la belleza del mar y de la propia vida mediterránea, voluptuosa, matérica, apegada a las esencias de la tierra, libre y feliz. En Parthenope, esa sensualidad explota en escenas eróticas que preceden a la tragedia.

4. Caótica

En una de las escenas más singulares de Parthenope, una estrella del cine cincuentona (al estilo Sophia Loren) llamada Greta Cool (Luisa Ranieri) se presenta en su Nápoles natal para recibir honores después de años viviendo en el norte y los pone a todos a caldo: "Pobre, atrasada, quejosa e inepta, así es esta ciudad. Siempre dispuestos a echar la culpa al otro, al invasor del momento, al político corrupto o al promotor inmobiliario sin escrúpulos pero la desgracia sois vosotros y además os jactáis de serlo. Nunca lo conseguiréis".

Queda claro. La película más impresionante de Sorrentino sobre la corrupción en Italia es Silvio (y los otros), de 2018, en la que Toni Servillo, su muso, interpreta al pintoresco y célebre Berlusconi, ex primer ministro y magnate de los medios de comunicación. Si Parthenope es una imagen luminosa de Italia, Berlusconi también representa al propio país en su lado más oscuro.

5. Los curas

Hacer una película sobre Italia y la "italianidad" como todas las de Sorrentino parece imposible. Los curas siempre salen aunque al director sobre todo lo que le gusta es la pompa y la iconografía cristiana en su estado más abigarrado, dramático y casi pecaminosamente sensual. En La gran belleza, el cardenal Bellucci (Roberto Herlitzka) ha perdido la fe, pero también hay una "santa" de piedad infinita que se desangra en el Tercer Mundo.

En Il Divo (2008), retrato de otro ex primer ministro turbio como Andreotti (Servillo) en siete ocasiones en los 70 y los 80, vemos un lado más oscuro al mostrar las conexiones del Vaticano con la mafia y las cloacas del Estado. Y en El joven Papa (2016), con Jude Law, se mete de lleno en el Vaticano. En Parthenope vemos a un cura gordo y seductor, bon vivant y mundano interpretado por Pepe Lanzetta que, como todo el mundo en la película, intenta ligarse a la protagonista.

6. El surrealismo felliniano

Ha confesado Sorrentino que le ha costado "reconciliarse" con Fellini, el otro gran cineasta italiano sobre la "italianidad" en su versión más simbólica y barroca. En Parthenope arranca la película con una imagen puramente felliniana como esa imagen inicial de una carroza anacrónica frente a la bahía que recuerda el pasado monárquico (de la monarquía española desde mediados del siglo XV hasta 1714) o ese bebé gigantesco y monstruoso que es hijo del catedrático de filosofía.

7. Los italianos son guapos (y van bien vestidos)

En las películas de Sorrentino, menos los políticos, vemos a italianos guapos. No solo como protagonistas, lo cual sería más obvio, también los propios extras son guapos, desde el que espera en la cola de un banco a los ragazzos que priopean a las ragazzinas cuando pasean por la calle. En Parthenope el director filma con devoción el cuerpo de la protagonista, pero también celebra la belleza de sus admiradores (todos vestidos por Saint Laurent).