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Aitana Sánchez-Gijón en la Academia de Cine. Foto: David Morales
Aitana Sánchez-Gijón: "Las actrices solo teníamos protagonismo cuando éramos carne fresca y hermosa"
A las puertas de recibir el Goya de Honor y del estreno de la película 'Tierra baja', la actriz atiende a El Cultural para repasar su notable trayectoria.
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La ovación más larga de la fiesta del cine español será este año para Aitana Sánchez-Gijón (Roma, 1968). El 8 de febrero recibirá el Goya de Honor por su trayectoria como actriz en el Palacio de Exposiciones y Congresos de Granada. A las órdenes de directores como Gonzalo Suárez, Fernando Fernán-Gómez, Pedro Almodóvar, Pilar Miró, Bigas Luna, Vicente Aranda y Jaime Chávarri, ha cuajado una carrera notable en el cine, redondeada con poderosas interpretaciones en las tablas.
Tenía 13 años cuando se enroló en el grupo de teatro La Barraca de Aranjuez con Alicia Hermida, a los 16 debutó en una serie de televisión y con 23 fundó su propia compañía teatral. Antes de cumplir los 30 trabajó en Hollywood –Un paseo por las nubes (Alfonso Arau, 1995), Y llegó el amor (Juan José Campanella, 1997)–, aunque regresó en cuanto pudo, y fue presidenta de la Academia de Cine. Casi todos los hitos de su carrera han sido prematuros. Incluso los reconocimientos que corresponden a la veteranía. A los 56, está a punto de ser distinguida con el Goya de Honor: la actriz más joven en recibirlo.
Se llama Aitana por su madrina, la hija de Rafael Alberti, que se encontraba en el exilio en 1968, cuando nació la actriz. Su padre, huido de la dictadura, conoció en Roma al poeta, quien dedicó unos versos a su alumbramiento. Llegó a España solo un año después de nacer, pero lleva muy adentro la razón de sus orígenes. Su temperamento está marcado por una ideología que, históricamente, ha abrazado la causa feminista. La exquisita cordialidad con la que conversa se torna impetuosa cuando repasa el "abuso histórico al que las mujeres han sido sometidas". "A mí lo que me extraña es que no estemos cortando cabezas por las calles", dice.
"A mí lo que me extraña es que las mujeres no estemos cortando cabezas por las calles"
Ganadora de la Concha de Plata a la mejor actriz por Volavérunt (1999), adaptación de Bigas Luna de la novela de Antonio Larreta, confiesa que es "una lectora empedernida". Charlamos acerca de sus inquietudes artísticas, sus preocupaciones sociales, pero sobre todo de su trayectoria. En sus últimos trabajos ha interpretado a una actriz –Madres paralelas (2021), por la que recibió una nominación al Goya como mejor actriz de reparto– y a una productora teatral –Que nadie duerma (2023)–. Este viernes estrena la película Tierra baja, dirigida por Miguel Santesmases, en la que encarna a Carmen, una mujer que abandona su profesión como guionista de cine.
Pregunta. ¿Está pensando en dar el salto a otros roles en la industria?
Respuesta. Nada, nada... Es una absoluta casualidad [risas]. Me pasaron el guion y conecté con la historia, con ese momento de crisis vital en el que una da carpetazo y se da una oportunidad para iniciar una nueva vida.
P. Porque Carmen no puede escapar de su profesión, con la que mantiene una relación conflictiva. En su caso, ¿cómo se lleva con ella?
R. Yo me siento muy agradecida a mi profesión, soy una de las poquísimas privilegiadas que han vivido siempre de ella, mientras que la mayoría de mis compañeros tienen que hacer un montón de cosas para llegar a fin de mes.
P. En lo que sí se parece a su personaje es en la disciplina y el perfeccionismo...
R. Sí, es que no creo que haya otra manera de hacer las cosas. Cuando te dedicas a este oficio, siempre hay que estar cuestionándose. Ese punto de insatisfacción permanente es lo que hace que no me acomode, que siga pensando que puedo hacerlo mejor. Pero sin fustigarse. He aprendido a no hacerlo tanto como cuando era joven.
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Aitana Sánchez-Gijón en un momento de la película 'Tierra baja', dirigida por Miguel Santesmases
P. Alguien tuvo que pensar que era usted muy responsable cuando, con solo 29 años, se convierte en presidenta de la Academia de Cine.
R. Gerardo Herrero, José Luis Borau y Tedy Villalba. Son los que vinieron a mi casa a proponérmelo. Entonces nadie se presentaba y desde la junta directiva pensaron que era el momento de una mujer. Querían, además, que fuera joven y tuviera conexión con el público. Si antes la Academia estaba más volcada hacia el sector y el funcionamiento interno, en 1998 la idea era hacerla más popular y cercana. Yo al principio pensé que no estaba preparada: les dije que me lo iba a pensar, pero iba a rechazarlo. Y al final... acepté [risas].
P. Y ahora, con 56, también será la actriz más joven en recibir el Goya de Honor.
R. Tiene que ver con mi precocidad como actriz. A los 10 u 11 años ya aparecía en televisión. Desde entonces, he estado siempre en un lugar de visibilidad, formo parte del paisaje, hay una sensación de familiaridad. Diría que eso ha influido en este reconocimiento, que a mí también me parece prematuro.
P. Su caso es el mismo que el de Marisa Paredes: también fue Goya de Honor sin haber logrado uno antes por sus interpretaciones. ¿Cómo vivió la noticia de su fallecimiento?
R. Fue muy impactante porque nos estábamos mandando mensajes tres días antes: "Voy a la manifestación en apoyo a Palestina, ¿te vienes?", me dijo. Estaba en plenas facultades, tan activa y tan comprometida como siempre. Y de repente se fue. Demasiado pronto. Necesitamos a mujeres como ella porque fue una luchadora: participó en las huelgas de actores en el 75, cuando se consiguió ese día de descanso, y políticamente siempre estuvo involucrada en las cuestiones más importantes.
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Aitana Sánchez-Gijón en la Academia de Cine. Foto: David Morales
P. Usted también ha manifestado siempre una posición clara. ¿Se siente deudora de la militancia de izquierdas de su padre? ¿Cómo convive con esa herencia ideológica?
R. No me siento impelida a hacer nada, simplemente forma parte de mi educación y de mi manera de ver el mundo. Me siento muy orgullosa de haber tenido a mis padres, claro. Gracias a personas como ellos llegamos a la democracia. Me siento hija de todo esto y sé que hay que defenderlo con uñas y dientes. Lo que está ocurriendo en el mundo es aterrador: veo el saludo fascista de Elon Musk y me quedo petrificada. Cuando soy consciente de estas amenazas, me siento aún más segura de que mis principios son los buenos.
P. Y más allá del avance de la ultraderecha, ¿cuál es su opinión acerca de la izquierda actual? ¿Tiene en cuenta ese discurso que señala una deriva woke que, supuestamente, la ha vuelto más puritana?
R. Pues sí, es algo sobre lo que reflexiono y converso a menudo. Acabo de leer el libro Bad Hombre (Random House), de Pola Olaixarac, y me ha parecido un punto de vista muy interesante, porque es muy fácil cruzar la raya: dejar de respetar la presunción de inocencia, presuponer que porque seamos mujeres u hombres tenemos una superioridad moral… Hay que tener mucho cuidado con las hogueras públicas. No sé, esto me genera mucha contradicción, pero es que vivimos momentos muy convulsos. El movimiento 'Me Too' fue un revulsivo muy liberador para millones de mujeres, pero aún queda mucha mierda que destapar.
"Cuando ves al juez del caso Errejón intimidando a la denunciante, te dan ganas de tomar la Bastilla"
»No hay más que ver el juicio de Gisèle Pelicot para darse cuenta de lo que hay detrás de esto. Además, a mí me aterra la red de silencio y complicidad. Cuando vemos ese tipo de comportamientos, puedes imaginar nuestra reacción. Yo no soy de cortar cabezas, el feminismo no es eso, pero es que acabamos de ver a un juez agresivo intentando aniquilar el testimonio de una supuesta víctima de violencia machista [se refiere al juicio por agresión sexual a Íñigo Errejón]. ¡Un juez intimidando a la denunciante! Si al mismo tiempo ves cómo trata al acusado, te dan ganas de tomar la Bastilla.
P. ¿Cómo está viviendo el aluvión de casos de este tipo en el mundo del cine? ¿Qué se comenta entre las compañeras?
R. Pues que ya era hora de que se empezaran a destapar para que se acabe la impunidad. Para que se lo piensen dos veces antes de abusar de su poder. Antes normalizábamos una serie de conductas y desarrollábamos estrategias para escapar de esas situaciones, pero no teníamos la conciencia de que eso no podía ser, que había que decirlo en voz alta. Sin embargo, las actrices más jóvenes ahora tienen un nivel de tolerancia muchísimo más bajo, eso es un gran triunfo.
P. A propósito, ¿de qué modo la edad determina la carrera de una actriz en el cine?
R. Definitivamente. Las actrices jóvenes hemos tenido nuestro espacio de protagonismo mientras hemos sido carne fresca y hermosa. Cuando superas esa frontera de edad, dejas de ser productiva y ya no sabes bien quién eres ni dónde está tu lugar. Yo misma comprendí que había dejado de ser el objeto de deseo para convertirme en la madre del objeto de deseo.
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Aitana Sánchez-Gijón en la Academia de Cine. Foto: David Morales
P. ¿Y cómo gestiona una actriz tan reconocida ese momento en el que no llaman?
R. Pues, mira, si no hubiera sido por el teatro, habría tenido la autoestima por los suelos. Pero allí donde no estuvo el cine, estuvo el teatro, donde he interpretado los personajes más intensos, extremos e imponentes.
P. Ha trabajado en adaptaciones de Jacinto Benavente, Francisco de Rojas, Zorrilla… Aunque el clásico que más alegrías le habrá dado será La Regenta, una serie de televisión. Adentrarse en los personajes de estas obras será de lo más atractivo de su trabajo.
R. Desde luego. Como estudiante frustrada de Filología, porque no terminé la carrera, nada me produce más satisfacción que fundir mi trabajo de actriz con la literatura. Es la excusa perfecta para comprarme toda la bibliografía acerca de esos personajes y bucear en las novelas a fondo hasta casi sabérmelas de memoria.
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Aitana Sánchez-Gijón y Verónica Forqué en un momento de 'Bajarse al moro', película dirigida por Fernando Colomo
P. Ese notable interés de la pequeña pantalla por los grandes clásicos de la literatura queda muy lejos. Hay quien responsabiliza a la televisión pública de esta desatención, ¿qué le parece?
R. Estoy totalmente de acuerdo. Se hace Estudios 1 en Televisión Española una vez al año, pero no se producen series basadas en nuestras grandes obras literarias, como se hizo en aquella época: Fortunata y Jacinta, La Regenta, Los gozos y las sombras… son verdaderos tesoros. Fue un momento esplendoroso de la ficción televisiva.
P. Y en cuanto al cine, ¿cómo han envejecido las películas de los 90, cuando trabajó con mayor intensidad?
R. Recuerdo esos años con muchísimo cariño. Todavía se rodaba en celuloide y cada toma infundía respeto: tenías que concentrar mucho las energías porque se tiraba película y si salía mal... No suelo revisitar mis películas, pero algunas han envejecido de maravilla. Bajarse al moro (Fernando Colomo, 1989) y Celos (Vicente Aranda, 1999) no solo han resistido el paso del tiempo, sino que ahora tienen aún más valor.
"Los actores hacemos tan nuestros a los personajes que a veces llegamos a saber más de ellos que los propios guionistas"
P. Sin embargo, los papeles para las actrices estaban mucho más constreñidos, como deslizaba antes…
R. Es que la mirada era preponderantemente masculina. Con motivo del Goya de Honor, he estado haciendo balance de mi carrera y resulta que de los más de cuarenta directores con los que he trabajado, solo cuatro han sido mujeres. Hay directores con una mirada muy sensible, pero inevitablemente las miradas se proyectan desde ese lugar.
»El hecho de que prácticamente no hubiera mujeres dentro de la industria nos estaba escatimando gran parte del relato, pero afortunadamente las cosas están cambiando: hay muchos más roles femeninos para las actrices, más complejos e interesantes, de todas las edades y características. Y hay muchas más mujeres escribiendo, dirigiendo y produciendo historias.
P. ¿Qué directoras jóvenes le interesan?
R. Ay, se me van a olvidar muchas. Me encanta Jaione Camborda, la directora de O Corno. No entiendo cómo esa película quedó fuera de las candidatas a los Goya, sobre todo después de ganar en San Sebastián. Pero también Carla Simón, Clara Roquet, Elena Trapé, Alauda Ruiz de Azúa, Pilar Palomero, Leticia Dolera, Mar Coll… Cada día descubro a una directora nueva y no doy crédito al nivelazo.
P. Y entre los directores, ¿cuál le dejó huella? Por cierto, ¿prefiere que un director sea intervencionista en la dirección de actores o que les deje libertad creativa?
R. A mí me gusta que haya un diálogo y una colaboración, pero yo siempre estoy al servicio de su visión. Es su película, es quien sabe qué lugar debes ocupar en ese puzle y tú tienes que tener la conciencia de que eres un elemento más. Pero es verdad que los actores hacemos tan nuestros a los personajes que a veces llegamos a saber más de ellos que los propios guionistas. Es necesario, por tanto, ese diálogo. Fue una delicia, por ejemplo, trabajar con Jaime Chávarri, con el que hice Sus ojos se cerraron. Y siempre nombro a Bigas Luna, el más iconoclasta, con la visión más sensual y poética. Entrar en su universo fue mágico, igual que lo fue entrar en el de Pedro.
"Trabajar con Pedro Almodóvar es un privilegio, es como caer por un agujero al País de las Maravillas"
P. Claro, también ha sido Chica Almodóvar, aunque ya de adulta. ¿Qué significa eso en el cine español?
R. Es un privilegio sentir que formas parte del club de las elegidas, es como caer por un agujero y aparecer en el País de las Maravillas de Alicia. Pedro tiene un universo único y propio. Miras a tu alrededor y ves sus objetos, sus colores, y entiendes su manera de dirigir las interpretaciones. Posee un código muy genuino.
P. ¿Es el gran momento de nuestro cine?
R. Sin duda, y cada año te preguntas si se puede mejorar y el siguiente es mejor que el anterior, es sorprendente. Además, creo que va a durar mucho porque se está sembrando muy bien.