Es difícil establecer el momento concreto en el que el Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) empezó a colapsar. Aunque a nivel artístico la saga nunca haya tenido demasiado que decir, lo cierto es que como producto comercial de entretenimiento resultó sugerente hasta Los Vengadores: Endgame (2019), gracias a un su carácter episódico, a un eficaz tono desenfadado y al carisma de las estrellas que se enfundaban las mallas superheróicas.
Quizá todo se fue al garete en el pospandémico año 2021, cuando a los mandamáses de Disney se les ocurrió estrenar cuatro películas -Black Widow, Sang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos, The Eternals y Spider-Man: No Way Home- y cinco series -Bruja Escarlata y Visión, Falcon y el Soldado de Invierno, Loki, What if… y Ojo de Halcón-. Hasta Bob Iger, CEO de la compañía, reconoció que era “demasiada exigencia en términos de tiempo y atención” para los espectadores.
Después, en 2023, llegarían los batacazos en taquilla de Ant-Man y la Avispa: Quantomanía y The Marvels, lo que unido a la caída en desgracia del actor Jonathan Majors, que debía ser el gran villano de la función durante toda la década, y que ha sido borrado del plan maestro por una condena por agresión, ha hecho que Disney se replanteara toda la estrategia de desarrollo de sus superhéroes. Hasta el punto de que Robert Downey Jr., quién dejó huella en la saga como Iron Man, ha regresado para interpretar ahora al malvado Doctor Muerte, en lo que parece una estrategia a la desesperada de Disney.
Tras el impass de 2024, con el único estreno de Deadpool & Lobezno -un enorme éxito en taquilla, pero con un estilo heredado de Fox que no es extrapolable al resto de superhéroes-, 2025 se presenta como un año clave para el UCM. Más aún teniendo en cuenta que Warner reinicia el universo cinematográfico de DC tras la fallida etapa de Zach Snyder con el estreno el 11 de julio de Superman: Legacy. Tanto esta película como toda la estrategía en cines y televisión está en manos de James Gunn, que se ha pasado a la competencia tras triunfar con la saga de Guardianes de la Galaxia. Así que el panorama de los superhéroes es bastante incierto.
Quizá la introducción a esta crítica de Capitán América: Brave New World se haya alargado más de la cuenta, pero es que poco hay que decir del filme dirigido por Julius Onah, al que conocemos por la ya olvidable The Cloverfield Paradox (2018). La película mantiene el estilo que establecieron los hermanos Russo en Capitán América: El Soldado de Invierno en 2014, presentando una historia en que se mueve entre las aguas del cine de acción y el thriller de conspiración gubernamental.
La gran novedad es que se trata del primer filme en el que el escudo lo porta el Sam Wilson de Anthony Mackey en vez del Steve Rodgers de Chris Evans. Mackey se muestra convincente en el papel -y su traje alado permite al director jugar a Top-Gun en algún pasaje del filme-, pero no alcanza la perfecta simbiosis entre actor y personaje que lograba Evans, lo que era uno de los principales reclamos de las anteriores entregas del Capitán América.
Por lo demás, nos encontramos con una película que no quiere asumir ningún tipo de riesgo. Su historia es artificialmente enrevesada (y aburrida); su villano, olvidable; su clímax, intercambiable con el de cualquier otro filme del UCM; su humor, inexistente; sus efectos especiales, simplemente feos… Quizá lo único destacable sea el presidente de EE.UU. de un Harrison Ford pasadísmo de vueltas, que por lo menos ha venido a divertirse.
No parece que por este camino, con un filme que en muchos sentidos parece de saldo, Marvel vaya a regresar a un pasado más feliz.
Capitán América: Brave New World
Dirección: Julius Onah
Guion: Malcolm Spellman, Dalan Musson, Rob Edwards, Julius Onah, Peter Glanz
Reparto: Anthony Mackie, Danny Ramirez, Shira Haas, Xosha Roquemore, Carl Lumbly, con Giancarlo Esposito, Liv Tyler, Tim Blake Nelson y Harrison Ford.
Año: 2025
Estreno: 14 de febrero