La coincidencia en el calendario de dos festivales centrados en las series de televisión como son el Crossover (San Sebastián) y el LABdeseries (Valencia) valen como exponentes de la forma que están adoptando en nuestro país estos encuentros en torno a la ficción serial televisiva, citas que se apartan del concepto de certamen (aquí no hay secciones competitivas) e incluso del de muestra, puesto que la exhibición de teleseries queda en segundo plano, eclipsada por las mesas de debate, verdadero motor de unos foros que terminan por constituirse como ágoras de pensamiento sobre los distintos aspectos relativos a la teleficción, ya sean industriales, estéticos, históricos e incluso filosóficos (valga como ejemplo la charla a propósito de la inteligencia artificial y las series de TV incluida en el festival valenciano).
Ante las dificultades para armar una programación que se nutra de premieres -LABdeseries estrenó el piloto de We Got This (2020) y Crossover tuvo el estreno nacional de Laëtitia (2020)-, principalmente porque resulta harto complicado adecuar las fechas de los festivales a las estrategias de lanzamiento de cadenas y plataformas, se termina por confeccionar un modelo híbrido en el que los visionados están por detrás de la reflexión, ya sea sobre cuestiones de actualidad -sobre la relación que mantienen las teleseries con la pandemia y el confinamiento se habló en Valencia, mientras que en Donostia se analizaron, entre otras cosas, los vínculos entre serialidad y redes sociales-, bien sobre el estado del propio medio: en las dos citas se habló sobre series, diversidad y género. Un formato que, eso sí, facilita a la audiencia el contacto con profesionales de primer nivel, desde creadores como Javier Olivares (El ministerio del tiempo), Diego San José (Vamos Juan), Jorge Sánchez Cabezudo (La zona) o Alberto Caballero (La que se avecina), pasando por productores (Koldo Zuaza), actores (Ane Gabarain, Amaia Lizarralde, Jason Fernández o Pol Hermoso), directores artísticos (Mikel Serrano) o ensayistas de la talla de Jorge Carrión. La oferta estrictamente audiovisual se complementa con miradas hacía el pasado - el LABdeseries celebró los diez años de Crematorio y los veinte de A dos metros bajo tierra- que sirven para poner tras la pista de creaciones insoslayables a un determinado público apresado por la vertiginosa actualidad, o para analizar algunos éxitos recientes, como fue el caso de El colapso en Crossover.
Lo que parece claro es que la acepción que servirá para definir el término festival asociado a lo televisivo no será la misma que se emplea en el terreno cinematográfico, en el que la base está formada por la exhibición de películas que encuentran en lugares como Cannes, Venecia o San Sebastián su trampolín promocional. Si los festivales de cine sirven, en buena parte, para impulsar la distribución de los filmes a concurso, en el mundo de la televisión ese papel apenas lo juegan grandes eventos como el BFI & Radio Times Television Festival, el Berlin TV Series Festival o el Canneseries. En España, solo el pionero Serielizados Fest ha logrado aproximarse a esos estándares, equilibrando un amplio catálogo de estrenos divididos en varias secciones (una de ellas competitiva), la presencia de invitados internacionales (de David Simon en 2016 a Damon Lindelof en 2020) y la celebración de foros de carácter industrial, lo cual no quiere decir que el resto de compañeros de viaje haya perdido de vista lo que sucede más allá de nuestras fronteras: conviene no olvidar que Crossover estrenó Succession en nuestro país y que, en su primera edición, el LABdeseries tuvo como invitado a Roger Drew, guionista de The Thick of It o Veep. Sin embargo, y asumiendo las diferentes escalas y los distintos niveles presupuestarios, en el modelo que se va imponiendo en el territorio nacional la exhibición se resiente, quizá porque los festivales no poseen todavía el músculo suficiente como para proponer una sección oficial en la que los primeros episodios de series internacionales compitan por un galardón; también porque la pandemia ha reducido tanto la movilidad -lo que impide traer a invitados de otros países- y los márgenes de maniobra, con producciones retrasadas por la irrupción de la Covid-19 y con políticas de lanzamiento conservadoras en función de según qué producciones dada la inacabable incertidumbre.
Conviene no olvidar que estamos ante festivales de cortísima edad con un formato en fase de definición que todavía debe encontrar la manera de acompasarse a los ritmos y las exigencias de la industria y, sobre todo, que necesita afirmarse como una ventana imprescindible de cara a la promoción de las series que en los meses posteriores a su celebración poblarán los catálogos de las plataformas. Es un camino de largo recorrido que, además, ha visto cómo la pandemia reducía a la mínima expresión las ediciones de 2020 de la mayoría de ellos, llegando incluso a abortar algunos lanzamientos, como es el caso de Iberseries (Granada), festival con un cariz más industrial y centrado en el mercado Iberoamericano, previsto para mayo del año pasado y cuyas nuevas fechas todavía no han sido anunciadas.
Con todo, y teniendo en cuenta que hablamos de eventos de muy reciente creación -en sintonía con la explosión del consumo de series de televisión y de su legitimación como objeto de análisis cultural- la existencia de los festivales anteriormente mencionados y de otras citas como el FesTVal de Vitoria o Conecta Fiction (Pamplona) apuntan a la incipiente creación de un circuito con las teleseries como sustrato principal que ha de consolidarse en los próximos años, formando entente con una industria que vive una expansión sin precedentes.