No se si lo recuerdan, pero hacia finales de la década de los 90, Canal+ tuvo el inmenso detalle de obsequiarnos cada noche, diariamente y en abierto, con dos de las mejores series de la historia de la televisión.
El que escribe esto desarrolló una fuerte y profunda adicción a ellas y procuraba no perderse ninguno de sus capítulos, y si por casualidad un día no estaba en casa a la hora de la emisión, entonces programaba el vídeo para grabarlos y así poder disfrutar de esa dosis diaria de humor absurdo en cuanto llegase a su habitación. Antes la cosa funcionaba así, o estabas o tenías la suerte de grabarlo o sabe dios si lo volverías a ver de nuevo.
Esas dos series eran nada más y nada menos que Seinfeld y Frasier, dos de los productos televisivos más desternillantes, icónicos, e inteligentes, que elevaron la sitcom a su máximo nivel artístico en aquellos momentos por vías muy distintas y a la vez extrañamente complementarias: una, la comedia revolucionaria y definitiva sobre hacer humor absurdo de la nada más cotidiana, y dos, la adaptación a la pequeña pantalla de la alta comedia sofisticada, con toques dramáticos y teatrales, dialógos afilados y excelentes gags visuales.
Resulta curioso que ver ambas series seguidas todos los días me resultase una experiencia tan confortable cuando en realidad estaban protagonizadas por personajes irritantes, estúpidos, egoístas y algo patéticos, pero que al final, y precisamente por eso, desprendían una extraordinaria ternura.
Pues bien, buenas noticias, el snob y abigarrado Frasier Crane está de vuelta en la pequeña pantalla con nuevos capítulos (ofrecidos por la plataforma Skyshowtime) y lo mejor de todo: parece que el Dr. Crane nunca se había ido del todo.
¿20 años no es nada?
11 temporadas y 264 episodios después, además de Emmys y Globos de oro a mansalva, en mayo de 2004 la serie Frasier decía adiós para siempre. Fue un año duro para los amantes de las sitcoms, y también para los ejecutivos de NBC, ya que Frasier y Friends llegaron a su final con una separación de apenas una semana.
Pero, como dice el bolero, veinte años no es nada y una de las mejores y más sofisticadas sitcoms de los 90 vuelve a tener su continuación en la vida del psiquiatra mas famoso de la televisión. Y el resultado, aunque esté lejos de sus mejores temporadas, es bastante decente.
Mientras que el espíritu del personaje interpretado magistralmente por Kelsey Grammer se mantiene intacto, hay algunos cambios y ausencias que lastran un poco el resultado. La ciudad de Seatlle ha sido sustituida por la de Boston, y el triste fallecimiento de John Mahoney descartó a Martin, el padre de Frasier, del reboot (de hecho estos nuevos capítulos están dedicados a él) y en vez de contar con su imprescindible e insoportable hermano Niles (David Hyde Pierce rechazó aparecer) tenemos en su lugar al sobrino y al hijo del Dr. Crane. El primero, frágil, torpe y delicado, como buen hijo de Niles, y el segundo, más viril y aparentemente homosexual, que dejó los estudios de psicología para convertirse en bombero, y así continuar de paso con la brecha generacional entre padre e hijo pero a la inversa.
En el catálogo de secundarios aparecen un par de compañeros de trabajo en Harvard que mantienen el espíritu y el flow de los personajes secundarios habituales marca de la casa de la serie original.
Pero afortunadamente las señas de identidad se mantienen: la elegante melodía del comienzo de cada capítulo, la estructuración por capítulos (heredera del filme Hannah y sus hermanas y copiado hasta la saciedad posteriormente), las generaciones masculinas opuestas y condenadas a entenderse, los diálogos rápidos y contundentes y el habitual gag visual del final de cada episodio mientras aparecen los créditos y la voz de Frasier canta aquello de Hey baby, I hear the blues a-callin, Tossed salad and scrambled eggs’.
Where everybody knows your name…
Pero mientras resuena la melodía del piano tan reconocible de su sintonía, recordemos el origen de todo ésto y vayamos al big bang de este pequeño universo: la taberna más icónica de Boston, la de la serie Cheers, que desde el 30 de septiembre de 1982 hasta el 20 de mayo de 1993 (aunque aquí se estrenaría bastante mas tarde, en 1989 de la mano del programa vespertino de Jesús Hermida) con un total de 275 episodios y que lo petó de manera considerable retratando un microcosmos de personajes particulares y reconocibles de clase media y obrera en torno a la barra de un bar.
Una fórmula aparentemente sencilla que funcionó como un tiro y que lanzó a varios de sus intérpretes, como Woody Harrelson, Ted Danson o Kristie Allie, directamente al estrellato. Más tarde cuando los guionistas crearon y arrojaron el personaje estirado y elitista de Frasier Crane (papel que en un principio fue ofrecido al actor John Lightgow) a ese universo tabernario, Kelsey Grammer lo catalizó de manera sublime sirviendo de contrapunto cómico al resto de personajes mas mundanos.
De tal manera que posteriormente, la entidad y las posibilidades del personaje del Dr. Crane llevaron a sus creadores a enviarlo a Seattle, darle un consultorio radiofónico, una familia extremadamente particular y convertirle, por ende, en el protagonista del spin off mas largo de la historia televisiva.
Alta comedia
La primera decisión inteligente fue enfocar la nueva serie de una manera radicalmente distinta a la de la taberna bostoniana.
El motor principal que eligieron fue el snobismo y elitismo cultural de los hermanos Crane, que servía como hilo conductor a la hora de tratar temas como el arte, la gastronomía, las diferencias sociales o sus fracasos con el género femenino. Todo desde una pátina casi de frustración y desprecio cultural hacia el resto de personajes, sin ser conscientes claro, de lo ridículos que podían llegar a ser, conformando finalmente un artefacto cómico inteligentemente escrito, altamente ingenioso y absurdamente humano.
En muchos de sus diálogos y escenas homenajeaban las maneras clásicas y mordaces de los maestros Ernest Lubitsch y Billy Wilder. Y en algunos de sus capítulos legendarios, en sus mejores momentos cómicos, el espectador podía llegar a disfrutar de un ritmo endiablado y de una ingeniosa teatralidad, realizándose en un solo escenario con distintas puertas dispuestas a su alrededor mientras diversos personajes entraban y salían con una habilidad cómica solo a la altura de unos pocos. Vamos, lo que viene a ser alta comedia de toda la vida.
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Pero Frasier era mucho más que los tronchantes duelos dialécticos entre los dos hermanos Crane, pues también había espacio para la divertidísima afección que su hermano Niles (todavía más snob, todavía más irritante) profesaba hacia Daphne (la chica que trabaja en la casa del Dr. Crane) o la presencia ‘fantasma’ de Maris, esposa de Niles, que quizá es el mejor personaje de la historia de la televisión al que nunca hayamos visto en pantalla. Otro recurso teatral de libro que funcionaba sorprendentemente bien.
Además, a lo largo de sus temporadas, distintos protagonistas de Cheers como Ted Danson, Shelley Long o Woody Harrelson retomaron en alguna ocasión sus papeles para diversos cameos en la serie de Grammer.
En los nuevos capítulos de Frasier, todo esto desgraciadamente todavía no ha aparecido en su máximo esplendor (que la acción transcurra en Boston pueda abrir la puerta a nuevos apariciones sorpresa), quizá ocurra o quizá no, pero se nota que el equipo creativo se ha esforzado en mantener el espíritu original sin caer en la nostalgia barata.
No es un trabajo fácil, el espectador ha cambiado mucho en las últimas dos décadas, la proliferación de los infinitos productos visuales que disponen las plataformas ha modificado y saturado la percepción del espectador notablemente y las reuniones o continuaciones en el tiempo no suelen ser muy efectivas. Lo que funciona bien en una época no necesariamente tiene que funcionar en otra.
Quizá la propuesta más ingeniosa y diferente sería la que ideó el cómico Larry David en la temporada 7 de su serie Curb Your Enthusiasm en la que junto a su co-creador y estrella Larry Senfield y el resto de los actores principales, representaron magistralmente y de manera absolutamente seinfeldiana la imposibilidad y el fracaso total de la vuelta de la serie original, convirtiéndose, además de en un inmenso regalo para todos sus fans, en una de las temporadas mas especiales y desternillantes del show de Larry David. Pura comedia y magia televisiva autoconsciente.
Y si por lo que sea el espectador no encuentra especialmente interesante la vuelta del psicólogo mas irritantemente tierno de la TV siempre tendrá la excelente oportunidad de poder revisar o descubrir todas las temporadas anteriores, que también ha incluido en su catálogo la plataforma Skyshowtime. Mientras se sienta y tararea su elegante sintonía final:
"But I don't know what to do with those tossed salads and scrambled eggs. They're callin' againnn. Good night, Seattle (antes Boston), we love you! Thank you!"
Frasier ha vuelto a entrar al edificio.