En el cambio de siglo, nuestros televisores albergaron el desarrollo simultáneo de Oz (Tom Fontana, 1997-2003), El ala oeste de la casa blanca (Aaron Sorkin, 1999-2006), A dos metros bajo tierra (Alan Ball, 2001-2005), The Shield (Shawn Ryan, 2002-2008) o Deadwood (David Milch, 2004-2006), muestrario que refleja una concentración cualitativa infrecuente en el panorama catódico.
Ahora bien, desde una aproximación dramatúrgica, quizá las obras más influyentes de la llamada ‘Tercera edad dorada de la televisión’ hayan sido Los Soprano (1999-2007) y The Wire (2002-2008). La estructura acumulativa de la opus magnum de David Simon y la creación de un protagonista icónico que inauguró una larga galería de personajes escindidos en la teleserie de David Chase son los moldes en los que se forja buena parte de la serialidad contemporánea.
Uno puede rastrear la influencia de la figura de Tony Soprano (James Gandolfini) en el ADN de Don Draper (John Hamm) o Walter White (Bryan Cranston), protagonistas de Mad Men (Matthew Weiner, 2007-2015) y Breaking Bad (Vince Gilligan, 2008-2013), series que tomaron el relevo de aquellas producciones seminales y cuyo rastro en forma de reescritura puede observarse claramente en Better Call Saul (Vince Gilligan & Peter Gould, 2015-2022), pero también en los trabajos de Michelle y Robert King (The Good Wife y The Good Fight), en Halt and Catch Fire (Christopher Cantwell & Christopher C. Rogers, 2014-2017) e incluso en Succession (Jesse Armstrong, 2018-2023).
Antes de dejar atrás aquella época inicial y fecunda, y asumiendo que el advenimiento de las plataformas ha acortado la longevidad de las teleficciones para afianzar la hegemonía de las miniseries, convendría destacar la importancia de obras mayúsculas como Hermanos de sangre (Stephen Ambrose, 2001) o The Pacific (Bruce C. McKenna, 2010), puntas de lanza de ese formato dominante.
Ahora bien, si hablamos de evolución dramatúrgica y estética en el seno de la ficción seriada no nos queda otra que regresar a Twin Peaks. Con su tercera entrega, fechada en 2017, David Lynch renovó el lenguaje teleserial reivindicando la posibilidad de cultivar en la televisión tradiciones como el informalismo o las vanguardias y abriendo, una vez más, un camino repleto de nuevas posibilidades.
Siguiendo la senda descubierta por el director de Carretera perdida (1997), las dos teleseries que más se han esforzado por explorar esos ignotos vericuetos han sido la elíptica The Leftovers (Damon Lindelof & Tom Perrotta, 2014-2017) -en cierto modo heredera de la no menos influyente Perdidos (Abrams, Lindelof, Leiber & Cuse,
2004-2010) - y Atlanta (2016-2022), en la que Donald Glover dinamita cualquier apriorismo a propósito de la serialidad para hablar de neocapitalismo e identidad.
Si hablamos de evolución no nos queda otra que regresar a 'Twin Peaks'.
Con su tercera entrega, de 2017, David Lynch renovó el lenguaje teleserial
De todos modos, la revolución más importante la encabeza la lenta pero inexorable llegada de creadoras a los espacios de toma de decisiones. Girls (Lena Dunham, 2012-2017) abrió de par en par las puertas de la televisión a las perspectivas feministas y Fleabag (Phoebe Waller-Bridge, 2016-2019) puede verse como el núcleo creativo alrededor del cual orbitan los trabajos de autoras como Michaela Coel (Podría destruirte), Amy Sherman-Palladino (La maravillosa señora Maisel), Pamela Adlon (Better Things) o Issa Rae (Insecure).
La otra gran fuente de renovación la encontramos en el campo de la no-ficción (hablar de documental sería demasiado atrevido, aunque en ese campo Ken Burns sigue siendo el máximo referente, al igual que Adam Curtis en lo que a ensayo seriado se refiere). En Wormwood (2017), el maestro Errol Morris demostró las infinitas posibilidades que la longitud de la serialidad y la hibridación de formatos tiene para ofrecerle a algo tan prosaico -tan de moda y cada vez más banal- como el true crime (sin salir de nuestro país, apenas algunos proyectos como 800 metros han intentado acercarse de manera rigurosa y creativa al género).
La habilidad en el montaje para trazar una perspicaz descripción de Nueva York (y de Estados Unidos y del presente) que ofrece How to With John Wilson (John Wilson, 2020-2023) suponen el feliz aterrizaje del documental creativo en nuestras pantallas, un modelo cuyo siguiente eslabón evolutivo viene representado por títulos como El jurado (Lee Eisenberg & Gene Stupnitsky, 2023) y, sobre todo, por Los ensayos (Nathan Fielder, 2022), artefactos en los que la frontera entre la realidad y la ficción se difumina por completo desde el instante en el que la representación misma se constituye como el acto central de nuestras vidas.
Tampoco conviene dejar de lado la aparición de collages ensayísticos como Exterminate All The Brutes (Raoul Peck, 2021), una rara avis dentro del panorama audiovisual que también refleja la revuelta creativa de los infrarrepresentados como bien demuestran los trabajos seriados de Barry Jenkins (El ferrocarril subterráneo) o Steve McQueen (Small Axe).
Para evitar la americanización del presente texto recordemos el impacto que han tenido a nivel global ficciones nórdicas como Borgen (Adam Price, 2010-2022), Forbrydelsen (Søren Sveistrup, 2007-2012) o El puente (Hans Rosenfeldt, 2011-2018) renovadoras del drama político y, sobre todo, del policíaco, que también ha gozado de una notable revitalización en países como Francia (Oficina de infiltrados), Italia (Gomorra) o Alemania (Babylon Berlin).
Los británicos, que en estos últimos 25 años nos han dado The Office, Shameless, The Thick of It, Sherlock, Black Mirror, Happy Valley o This is England, merecerían capítulo aparte.
El caso español
Entre Crematorio (Jorge & Alberto Sánchez Cabezudo, 2011) y la irrupción de La ruta (Martín Maiztegui, Soler, Botas & Herreros, 2022) media una transformación del ecosistema industrial español iniciada en 2015 y que ya se atisbaba en series como El ministerio del tiempo (Pablo & Javier Olivares, 2015-2020) o Vis a vis (Escobar, Martínez Lobato, Écija & Pina, 2015-2019).
Sin embargo, ese boom que representan La casa de papel o Élite no ha venido secundado por una regularidad cualitativa. Para hablar de renovación en la teleficción española tenemos que mirar a la comedia, a la trilogía protagonizada por Juan Carrasco (Javier Cámara) creada por Diego San José (Vota Juan, Vamos Juan, Venga Juan) y a títulos como El fin de la comedia, Mira lo que has hecho, Vergüenza, No me gusta conducir y Poquita fe.