Hubo unos años en los que las familias españolas se congregaban en el sofá para ver el capítulo semanal de su serie favorita. Podía ser Farmacia de guardia o Médico de familia, producciones que descorcharon la llegada de las cadenas privadas en los 90. Más de dos décadas después, las plataformas democratizaron la televisión con sus contenidos a la carta, llevándose por delante el sagrado momento del café del día siguiente en el que se comentaba —con los amigos, con los compañeros de trabajo, con otros acólitos...— lo más destacado del episodio de la noche anterior.

La ficción serializada, sin embargo, se había consolidado en España mucho antes. La exposición Las series de nuestra vida, que se puede visitar gratuitamente en la sede madrileña de la SGAE hasta el próximo 3 de noviembre, se remonta hasta 1957, año en que se estrenó la primera serie de la que se tiene constancia: Los Tele-Rodríguez. Hoy diríamos que aquel embrionario proyecto televisivo por entregas se trataba de una sitcom: los miembros de una familia que acababa de comprar un televisor lamentaban la escasa oferta de contenidos en la cadena que estaba emitiendo la serie.

Comenzó a emitirse en febrero de 1957, apenas cuatro meses después del inicio de las retransmisiones regulares de Televisión Española, e incluso antes de que la programación de la única cadena española entonces —lo que ahora es La 1— se volcara con las representaciones de obras de teatro. Se rodaban en un plató y Jaime de Armiñán, Juan Guerrero Zamora y Adolfo Marsillach fueron los más activos en la escritura de guiones. Eran los años 60. A mediados de la década, apareció una serie que encandiló a la audiencia, Historias para no dormir, de Chicho Ibáñez Serrador, un vanguardista en aquella época.

Chubasquero de Albert Pla y vestidos de las integrantes del grupo Stella Maris en la serie 'La Mesías'

Cabe aquí detenerse para señalar la verdadera motivación de esta muestra, comisariada por Lorenzo Mejino, autor del blog Series para gourmets de El diario vasco, y Maribel Sausor, responsable del departamento de Actividades Complementarias de SGAE. Mejino, responsable de los contenidos de una exposición que registra 54 series y cuenta con un centenar de elementos relativos, nos acompaña en el itinerario que él mismo ha trazado. Pero antes nos advierte: "No son las mejores series de la historia de la televisión española, sino las que más han calado en la gente".

La voluntad era, por tanto, significar lo popular por encima de los productos de culto (quien vaya buscando Antidisturbios o Bellas Artes, por abrir el abanico de los géneros, se llevará un buen chasco), esto es, las tramas y los personajes con los que, según la época, se identificaron los espectadores. La muestra está segmentada en tres bloques: La televisión única, las privadas y las plataformas. En la primera sección, nos asalta una pregunta: ¿las series españolas retrataron a su sociedad o la modelaron? Digamos que para cada época lo suyo, y en ambas lo primero.

Claqueta de la serie 'Crónicas de un pueblo'

Superado el impacto inicial al ver colgados del Palacio de Longorio los vestidos de Stella Maris, el grupo musical femenino que cose la peripecia dramática de La Mesías (2023), nos encontramos en los primeros años 70 del siglo pasado. El franquismo no solo resistía, sino que tampoco estaba dispuesto a perder influencia por más que su caudillo agonizara, así que la propaganda del régimen seguía adoctrinando. Crónicas de un pueblo (1970) proyecta el ideario con el que el Movimiento llevaba instruyendo a los españoles más de treinta años: la jerarquía social bien definida, la recatada moral católica. 

La Hispano Olivetti con la que Antonio Mercero puso en pie la serie que, pese a todo lo dicho, sigue resultando tan entrañable —e incluso para algunos esconde una punzante crítica hacia el régimen— sirve de puente en la historia de nuestra ficción televisiva, pues con la transición democrática cambiarían los códigos. En consecuencia, también es un punto y aparte en la exposición, que además de la máquina de escribir del director de La cabina ofrece en esta misma sección elementos tan curiosos como las ilustraciones de Mingote para la mencionada Historias para no dormir.

Número de la revista 'Supertele' en el que se desvela la muerte de Chanquete en la serie 'Verano azul'

"Y este es uno de los grandes espóileres de la historia de la televisión en España", exclama Mejino mientras continuamos el recorrido. Observamos en una de las vitrinas, junto a guiones y fotografías de rodaje, un número de la revista Supertele cuya portada contiene este titular: "El domingo se muere Chanquete". Sí, eso es exactamente lo que se les ocurrió publicar en los días previos al episodio final de una de nuestras series más emblemáticas, Verano azul (1981).

Del mismo modo que intuimos que el régimen franquista pretendía llevarnos a su huerto con Crónicas de un pueblo, hay quien asegura que, en plena Transición, el espíritu de Verano azul, también de Mercero, era poco más que un panfleto de UCD. De este modo lo desliza la periodista Raquel Peláez en Quiero y no puedo. Historia de los pijos en España (Blackie Books): "Algunos autores lo señalan como un producto encargado por el gobierno de Adolfo Suárez para adoctrinar a los españoles".

No obstante, el último capítulo de Verano azul se emitió en febrero de 1982, tras el 23-F y pocos meses antes de la abrumadora victoria de Felipe González en las urnas. Cuenta Peláez que "la imagen de portada del número de septiembre de ese mismo año de la revista El Socialista, la que se lanzó en el mes previo a las elecciones, fue una playa, con una tumbona en primer plano y al fondo, sobre la línea del mar, una vela de windsurf amarilla. Era una foto que casi se podía escuchar: las olas rompiendo suavemente, los gritos de niños al fondo. Solo faltaba la famosa sintonía de la serie de Mercero".

La otra gran serie popular de la Transición sería Curro Jiménez (1976). La muestra presenta los espectaculares vestuarios que portaron Sancho Gracia y Álvaro de Luna y unas botas de bandolero que remiten a las incontables aventuras que vivieron juntos el protagonista y El Algorrobo. También son imponentes los trajes de los Reyes Católicos en la serie Isabel, protagonizada por Michelle Jenner y Rodolfo Sancho, que la exposición ha incluido, a pesar de ser producida varias décadas después (en 2012), aprovechando la temática histórica.

Lo mismo ocurre con El Ministerio del Tiempo (2015) —vemos los dos retratos de los creadores de la serie, que colgaban de las paredes del despacho del Jefe del Ministerio (guiño autorreferencial)—, con La Señora (2008) y con Velvet (2014). Del material relativo a la serie que protagonizaba Adriana Ugarte, ubicada como Velvet en otro espacio, son especialmente interesantes los diseños de vestuario.

La muestra nos recuerda también las adaptaciones de obras literarias españolas que, producidas tras la muerte de Franco, tuvieron como objetivo "conectar el pasado con el presente", según el texto de Javier Mateos-Pérez que acompaña a la sección. Cañas y barro (1978), Pepita Jiménez (1978), Fortunata y Jacinta (1980) —los asistentes podrán deleitarse con el icónico vestido—, Los gozos y las sombras (1981), La celestina (1983), Los pazos de Ulloa (1985), El Quijote de Miguel de Cervantes (1991) y La regenta (1995) son algunas de ellas, casi todas documentadas en Las series de nuestra vida.

Sin duda, la sección más copiosa es la dedicada a la época de las cadenas privadas, que aterrizaron a comienzos de los años 90 del siglo pasado. Casi sin darnos cuenta, nos vemos inmersos en la botica de Lourdes Cano, personaje protagonista de la mítica Farmacia de guardia. Si hubiera puertas para acceder, nos podría haber espetado desde el mostrador, también presente en la muestra: "Para adentro, Romerales". Por cortesía de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Alcalá de Henares, la recreación es estupenda: botes de opalina, albarelos, medicamentos, el cuadro enorme que acredita la licenciatura...

Recreación de la botica de Lourdes Cano en la serie 'Farmacia de guardia'

A continuación está el vestido de novia que Lydia Bosch llevaba en el último capítulo de Médico de Familia, cuando su personaje se casaba con Nacho Martín (Emilio Aragón). De Los Serrano se ha podido rescatar la camiseta del equipo de fútbol del barrio al que entrenaban Diego y Santi (Antonio Resines y Jesús Bonilla) y en el que jugaba el hermano mayor de la familia (Fran Perea). De Física y Química, uno de los pupitres. (Hay quien aquí echará en falta la seminal Compañeros). Alberto Rey cuenta en el texto adosado a esta sección cómo las series de entonces se hicieron eco de los conflictos de su tiempo: la homosexualidad, el divorcio, la droga y otras novedades posfranquistas.

Mejino ha tenido, además, la deferencia (y el acierto, claro) de incluir las series más populares de las televisiones autonómicas. Una es la gallega Mareas vivas (1998), que alumbró a actores como Luis Zahera o Luis Tosar. El emblemático Malamadre de Celda 211 aclaró hace solo unos días en el programa Historia de nuestro cine de RTVE que él sabía lo que era ser famoso desde bastante antes del lanzamiento de Los lunes al sol (2002), interpretación que le valió su primer Goya (mejor actor de reparto). El salvavidas que decoraba el bar, punto de encuentro de la pandilla, está integrado en la muestra.

La otra teleficción originalmente autonómica es la deliciosa Merlí (2015), que se emitió en TV3 antes de ser requerida por grandes plataformas como Netflix o Movistar+. Enmarcada está la carta manuscrita por Francesc Orella, que interpreta al libérrimo profesor de filosofía, y destinada a Iván, el personaje inicialmente agorafóbico, en el último episodio. 

Máquina tragaperras del restaurante Bistró en la serie 'Cuéntame cómo pasó'

A continuación accedemos al salón de la familia Alcántara en los primeros capítulos de Cuéntame cómo pasó, en antena desde 2001 hasta 2023. No le falta un detalle: ni el sillón sesentero, cuyo diseño proyecta formas circulares, ni el televisor de la época, ni el cuadro de cacería, ni el camisón de Mercedes (Ana Duato)... Además, el mueble del salón alberga la cartera de Antonio (Imanol Arias), tan masculina, con los billetes de las antiguas pesetas, y algunos ejemplares de los ficticios libros publicados por Toni (Pablo Rivero) y Carlitos (Ricardo Gómez).

La máquina tragaperras, ochentera esta, del restaurante Bistró del Barrio de San Genaro y la silla secadora de la peluquería de Merche son algunas otras joyas (¡ambos cacharros funcionan!) que dedica a Cuéntame esta fantástica sección. La abandonamos mirando el cartel de la miniserie Padre coraje (2002), "el primer true crime seriado de producción española" según relata Mejino, para adentrarnos en el pasillo que se ocupa de las series diarias. También aquí podrían echar de menos a Nada es para siempre, pero lo cierto es que la gran serie juvenil diaria fue Al salir de clase (1997). 

Sigue impresionando ver el reparto que dio vida a los alumnos del colegio Siete Robles. Pilar López de Ayala, Sergio Peris-Mencheta, Rodolfo Sancho, Elsa Pataky, Hugo Silva... Todos ellos aparecen, visiblemente alegres (y muy jóvenes), en las fotografías correspondientes a los ensayos y rodajes en exteriores. El secreto de Puente Viejo (2011) y Amar en tiempos revueltos (2005) están representadas por un carro de bebé y el toldo del emblemático bar El Asturiano, respectivamente.

Antes de pasar a las plataformas, tenemos la oportunidad de revisitar las grandes comedias de nuestra teleficción, a través de los guiones de Fernando Colomo y Mariano Barroso en Las chicas de hoy en día (1991), los cuadernos de trabajo de Siete vidas (1996) y un breve fragmento de un capítulo de Aquí no hay quien viva (2003), de la que no se ha podido obtener ninguna pieza después del desencuentro entre el equipo técnico y artístico de la serie y José Luis Moreno, que ostentaba los derechos y figuraba como productor ejecutivo.

Claqueta de la serie 'Cardo'

Las comedias Cardo (2021), Paquita Salas (2016) o Vota Juan (2019), ya emitidas en plataformas, pertenecen a la sección El futuro, dedicada a jóvenes prometedores. De Cardo se ha rescatado una escaleta, una claqueta y el cuaderno de campo de Ana Rujas, creadora y protagonista; de Paquita Salas, algunos guiones; y de Venga Juan, un sugerente storyboard

El advenimiento y la consolidación en España de las plataformas fue un "fenómeno comparable al que la ficción vivió con la llegada de las televisiones privadas", asegura Elena Neira en su texto. El sector había sido vapuleado durante la crisis de 2008 y las distintas tentativas judiciales contra la piratería no habían surtido efecto. Pero en 2015 llegó Netflix, y HBO y Prime Video se incorporaron en 2016. La producción española, sin complejos, se lanzó a crear sus propias series, obteniendo resultados de excelente calidad.

Sección de la muestra 'Las series de nuestra vida' dedicada a 'Corrupción y drogas'

Tal es el caso de algunos thrillers que albergan temáticas de drogas y corrupción. Como Crematorio (2011), una de las primeras series de producción propia de Movistar+, que lega a la muestra un grueso cuaderno de documentación —recortes de prensa, sentencias reales, etc.—, Fariña (2018), de la que podemos ver el guion del primer capítulo, o El Príncipe (2014). Los seguidores de esta podrán comprobar que el sillón y las bandejas de té en las casas de Ceuta siguen intactos.

El recorrido circular vuelve a La Mesías —a los trajes de Stella Maris y al chubasquero del soberbio Albert Pla—. Además, en la sección que abre y cierra la muestra, Expansión mundial, están dos de los vestuarios que se pusieron las dos actrices que interpretaron a La Veneno en la serie de Los Javis (2020), la maqueta de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre en la exitosa La casa de papel (2017), los monos rojos con los que perpetraron el atraco, y el corcho de la investigación policial en Hierro (2019). Cohesionado y sustancioso, el itinerario de Las series de nuestra vida es también un hermoso (y oportuno) canto a la nostalgia.