Fernando Fernán Gómez, el intelectual indomable
Ninguna de las labores relacionadas con la cultura parece ajena a la personalidad múltiple de Fernando Fernán Gómez, en quien la palabra “humanista” recobra todo el sentido que tuvo en el Renacimiento. Fernán-Gómez es uno de los intelectuales más brillantes de España: académico, actor y director de teatro y de cine, novelista, ensayista, articulista, autor teatral y poeta ocasional, tertuliano, recitador... Fernando Fernán-Gómez, “Pirulo” como le llamaban los niños republicanos con los que jugaba en la calle álvarez de Castro, nació el 28 de agosto de 1921 casualmente en Lima (Perú), allí donde la gira artística de la compañía María Guerrero en la que trabajaba su madre, la actriz Carola Fernán-Gómez, tenía previstas varias funciones.
En Buenos Aires quedó registrada su partida de nacimiento y mantuvo la nacionalidad argentina hasta 1984, cuando se le concedió la española. Un teatrillo de juguete que le regaló la actriz Carmen Seco se convirtió en el pasatiempo del niño pelirrojo que cambió la calle por los camerinos en los que esperaba a su madre y donde conoció a los actores más destacados de la época. Llevaba el arte en los genes -su madre actriz, su abuelo autor teatral- y pronto decidió hacer gala de ellos: debutó a los doce años en el papel de camarero en la obra El padrón municipal, de Vital Aza. Confiesa el artista en sus memorias El tiempo amarillo (Debate) que "entre los ensayos, el estudio de los papeles, lo que intentaba escribir en casa, la lectura de tebeos y novelas, tenía absolutamente abandonados los estudios. En secreto, yo había decidido ser actor". Fue un histórico de las tablas, Jardiel Poncela, quien le dio su primera oportunidad como actor de teatro cuando le contrató para Los ladrones son gente honrada, que se estrenó en el Teatro de la Comedia de Madrid en 1940.
El café Gijón, la verdadera escuela
El fin de la guerra también marca el comienzo de su carrera en el cine, donde destaca por sus interpretaciones en Botón de ancla (1947) y La mies es mucha (1948). En esos años se estrena como autor de comedias cortas, que son emitidas por Radio Nacional. Hombre de dialéctica, Fernán-Gómez es introducido en la tertulia del café Gijón, una bolsa de aire fresco en medio del franquismo, y a la que permaneció fiel durante décadas, llegando incluso a crear el Premio Café Gijón cuya dotación pagó él mismo. Recuerda en sus memorias que "aquella primera tertulia del Café Gijón suplió con ventaja lo que habría podido aprender en la universidad de los años cuarenta -que me vi obligado a abandonar por penuria y por mi poca disposición al estudio". En estos ambientes culturales empieza a desarrollar su faceta de autor de obras de teatro como Pareja para la eternidad (1948) y Marido y medio (1950) el poemario A Roma por algo (1952) y la novela El vendedor de naranjas (1961). Su entrega al teatro le lleva a crear Teatro de Ensayo del Instituto Italiano de Cultura, donde trabaja con María Dolores Pradera -con la que contrajo matrimonio- Manuel Alexandre y María Asquerino.
De Cannes a la Academia
Sin embargo, el cine, que tanto le sedujo de niño, seguía tentándole. Y Fernán-Gómez cortejaba al séptimo arte con sus interpretaciones soberbias en Ana y los lobos (1972), El espíritu de la colmena (1973), La colmena (1982) o El anacoreta (1976) por la que obtuvo el Oso de Plata al mejor actor en Berlín, y Stico, de Jaime de Armiñán, por la que recibió el mismo galardón en 1985, y con su pulso como director en La vida por delante (1958), La vida alrededor (1959), La venganza de Don Mendo (1961) y El extraño viaje (1964). En 1987 logró tres premios Goya por El viaje a ninguna parte. Su relación con el teatro, esa amante a la que siempre vuelve, obtiene sus frutos en 1961, cuando recibe el Premio Nacional de Literatura Dramática por Mi querido embustero. Su carrera en la escena se intensifica en la década de los setenta, cuando escribe La coartada (1975) con la que gana el Lope de Vega, y Las bicicletas son para el verano (1978), su obra más celebrada y de la que Jaime Chávarri realiza la versión cinematográfica en el 82. En 1980 recibe el Mayte de teatro po su interpretación en El alcalde de Zalamea, un año más tarde debuta en Madrid como autor dramático con Los domingos, bacanal, y en 1985 vuelve a obtener el Premio Nacional de Teatro. A ese premio se le suma el Nacional de Cinematografía , en 1989.
Fernán-Gómez no ha parado de trabajar en la década de los noventa, donde destacan sus trabajos en Belle epoque de Fernando Trueba y El abuelo de José Luis Garci. En 1995 obtiene el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, el galardón que más brilla en esa enorme lista de premios en la que se encuentra el Premio Donostia del Festival de San Sebastián. En 1998 es elegido miembro de la Real Academia Española, en la que ingresa en el 2000. Los años y la maltrecha salud no le detienen en el nuevo siglo: estrena la obra teatral Los invasores de palacio (2000), la película Lázaro de Tormes y protagoniza en el 2001 junto a Geraldine Chaplin La ciudad sin límites. Además en 2002 recogió sus poemas en el volumen El canto es vuelo (Visor). Murió el 21 de noviembre de 2007 en la lucha contra un cáncer de colon y pulmón, dejando un vacío irreemplazable en el mundo de la cultura española.
El paso de Fernando Fernán-Gómez por El Cultural
Conversaciones con Fernando Fernán Gómez
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Defensa de Sancho Panza
Crítica de El canto es vuelo