Image: Albert Boadella

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Escenarios

Albert Boadella

"Dejaré los Teatros del Canal el año que viene"

10 febrero, 2010 01:00

Albert Boadella. Foto: Fernando Ruso

Llueve en la capital andaluza y Albert Boadella explica que eso de "que Sevilla es una maravilla es un cuento total, esta ciudad con lluvia pierde una barbaridad". Está allí porque este jueves estrena en el Lope de Vega 2036 Omena-G, obra con la que la compañía celebra su medio centenario de existencia, y en la que los actores se interpretan a sí mismos pero con 25 años más. "Toda una anticipación de la decandencia", augura el director.

-¿Por qué dice que esta obra es tan diferente a las anteriores?
-Hay un gran equilibrio entre la emoción, la ternura y lo que es la comicidad. No vendemos el alma al diablo por un gag. A veces nos hemos enfrentado a situaciones emotivas que eran borradas por esta especie de voracidad del espectador, que cuando tu le lanzas una situación cómica, quiere otra a los veinte segundos. Aquí esto lo hemos controlado. No es, en este sentido, una obra muy característica, sino que entra en otros ámbitos, donde los equilibrios entre sarcasmo, sátira, crueldad y ternura, están más o menos dominados.

-En sus últimas obras ha repetido una fórmula dramática, la de reunir a unos personajes en un espacio para satirizar sobre un tema.
-Depende, porque yo he metido la nariz en todas las fórmulas, exceptuando el de la obra de texto acabada, que es algo que no me ha gustado hacer, el de la obra de otro. En general he ido cambiando. En este caso los actores llevan sus propios nombres y se colocan en una situación de cierta crueldad, dentro de 25 años, en el año 2036. Pero hay un elemento fundamental: que el sarcasmo no es sobre lo que nos rodea, sino sobre nosotros.

-¿Y se permite hacer el juego que tanto le gusta a los autores: hablar del teatro dentro del teatro, de los cómicos?
-Esto siempre ocurre, y sí que hay elementos del propio teatro. Y es normal, porque el teatro es una reflexión de la vida. Pero a mí nunca me ha gustado ofrecer una idea egocéntrica, endogámica del teatro. Por ejemplo, en El Nacional, que transcurría en un teatro y los personajes eran actores, hablábamos sobre los sentimientos de la vida. Aquí se da una situación de diferencias entre una joven generación que vive en 2036 y nuestro mundo que ya no tiene nada que ver con aquel momento. Supone una anticipación de la decadencia.

La mirada maliciosa de los actores
-De Filippo, en una obra que se representa estos días en Madrid, dice irónicamente que para hacer respetable la profesión del actor, nada mejor que crear un colegio profesional, como los médicos y abogados.
-Yo creo que convertirnos en una profesión respetable sería una catástrofe, tiene que ser una profesión como ha sido en parte en los últimos siglos, de malditos, de pícaros, de gente de malvivir, de pecadores. Esto aporta unos incentivos más importantes desde el punto de vista de la libertad. Si el mundo de los artistas teatrales está al mismo nivel que el de los abogados, la mirada cambia, es una mirada integrada, y yo creo que tiene que ser una mirada maliciosa, marginal.

-Usted está a punto de cumplir 67 años, la edad en la que el Gobierno ha fijado la jubilación. ¿Piensa hacerlo?
-Yo creo que quien te jubila es el público. Es el público por las razones que sea o porque el tiempo ha pasado sobre los anhelos, frustraciones o manías del autor, el que fuerza la jubilación.

-Pero ¿ha pensado en su sucesión al frente de Joglars?
Creo que debe hacerse de forma natural. 50 años al frente de una compañía es un hito en la historia de este país, que destruye con tanta facilidad las cosas que tanto tiempo cuesta construir. De modo que uno se plantea si no vale la pena que esto continúe, porque ya se ha hecho una escuela, un procedimiento, no solo un público sino toda una tradición. Pero eso tiene que salir de forma natural. Así que si mañana surge entre los actores un dramaturgo o un director, pues adelante, y yo me sentiré enormemente descansado.

-¿Qué le ha reportado personal y profesionalmente dirigir los Teatros del Canal?
Personalmente, me ha obligado a trasladarme a otra ciudad, pero también me ha obligado a tratar con mi propio gremio, del que yo estaba muy alejado, y a conocer sus problemas y la dimensión artística de la gente. Yo siempre he sido muy crítico con los teatros estatales, que sucumbían a los gustos del director. Pero yo he hecho todo lo contrario, lo que se programa en el Canal no es precisamente de mi gusto personal.

-Usted dijo cuando llegó que sólo estaría dos años. En enero de 2011 se cumple el plazo. ¿Ampliará su estancia? -No, quizá medio año más o medio menos, pero yo soy un dramaturgo, un director. Me ha gustado arrancar el teatro y llenarlo de actividad, ver que todo se ilumina. No me voy a eternizar en un lugar en el que otros lo pueden hacer mejor que yo.