Image: Nuria Espert

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Escenarios

Nuria Espert

"Salvo los macarras que salen en televisión, las personas honradas seguimos teniendo honor"

29 octubre, 2010 02:00

Escena de La violación de Lucrecia

Sola en escena, Nuria Espert es Lucrecia, pero también su marido, su violador, el patricio Lucio Bruto y el narrador de la historia. Espert lleva La violación de Lucrecia, obra lírica de Shakespeare, al Español de Madrid a partir del jueves. Además, el próximo día 8 recibe la Medalla de Oro del Liceo.

Del poema lírico de Shakespeare La violación de Lucrecia, Britten compuso una ópera, pero no se tiene noticia de que haya sido representado por actores. Nuria Espert lo interpreta a solas en el escenario, transformándose en los diversos personajes que intervienen. Dirigida por Miguel del Arco, la actriz comienza la función con una conversación telefónica momentos antes del inicio de un supuesto ensayo. Habla con un amigo imaginario: "No lo digo, pero yo pienso en Terenci", desvela.
-Dicen que tiene muy buen olfato para elegir los textos.
-Sí, tengo buen gusto y buen olfato para los textos. Me gusta mucho la gran literatura y he acertado muchas veces en saber lo que tengo que hacer en cada momento, lo que le falta a mi carrera, y lo que puede ser bien recibido por la gente que me apoya desde hace tantos años. También me he equivocado.

-¿Por qué La violación...?
-Es un texto lírico con un narrador y varios personajes que van tomando la voz y que se explican como en los más bellos monólogos de Hamlet o de Lady Macbeth. Aquí está el germen de ese dramaturgo inmediato que sería Shakespeare, porque ésta es de sus primeras obras. Cuando comencé a trabajarlo tuve la idea de hacer algo más que un recital.

-El texto trata de una virtuosa cortesana romana que es violada por el hijo del Rey Tarquino ¿Habla del honor?
-Habla de muchas más cosas: de las luchas con uno mismo, de la autodestrucción, de las pasiones que no podemos controlar, del amor y, sobre todo, de la violencia de un ser sobre otro, de la parte animal que también está en nosotros.

-¿Qué tiene que ver esta tragedia con nuestro día a día?
-El título ya nos tiene que parecer cercanísimo, vivimos unos momentos trágicos en cuanto a la relación hombre-mujer. Lucrecia se mata tras la violación y creo que las vidas de las mujeres que han sido violadas quedan tocadas para siempre, aunque por suerte, no se suicidan. Hay que pensar en Lucrecia como en una niña de 17 años, recién casada, famosa por su pureza en una Roma corrupta, cuya virtud desafía los instintos animales de su violador.

-En la obra hay una defensa del honor y la virtud. ¿Cree que hoy los defendemos con la misma vehemencia que antes?
-Por suerte no con la muerte. Yo he tenido la desdicha de tratar con mujeres violadas y lo único que les faltaba era tragarse un puñal. El honor existe y la mancilla del honor más profundo que se puede hacer a una mujer es la violación. Y salvo los macarras que salen en televisión, hoy las personas honradas seguimos teniendo sentido del honor. Quizá ahora lo llamamos vergüenza o de otras maneras.

Nuria se ausenta un momento del salón donde tiene lugar la entrevista. En las paredes y el suelo de la soleada estancia, pocos cuadros, pero valiosos: una pintura de Antonio López del edificio La Corona de Espinas contrasta con el retrato romántico de una joven que se apoya caprichosamente a su lado; también hay una estatua clásica de mujer semidesnuda y libros. Se respira orden y confort. A su vuelta, comenta:

Matar al violador
"Hoy he visto en la televisión un reportaje sobre una mujer que ha matado a su marido. Él se acercó y le dijo: no me extraña que haya tantos hombres que maten a sus mujeres, y ella cogió un cuchillo y se lo clavó. Lo que explicaba delante del juez es que eso había pasado muchas veces y que ella no pensó en matarle, sino que creyó que ocurriría lo de todos los días, la dejaría sin sentido en el suelo, llena de puñetazos. No sé lo que le va a costar, ojalá la dejen libre, pero pienso que esta señora ha hecho divinamente. En La violación de Lucrecia, cuando el marido regresa a ver qué ha ocurrido, vuelve con uno de los más grandes patricios romanos, Lucio Bruto, quien le aconseja que se vengue y que el error de su mujer fue darse muerte. A mí, que soy pacifista, me parece un mensaje fabuloso.

-Eso es tomarse la justicia por su mano. El final de Shakespeare es más justo y letal: El violador Tarquino y toda su famillia es desterrada de Roma.
-Es cierto que el destierro era un castigo tremendo. La gente elegía la muerte antes que el destierro si le daban a elegir.Un rey expulsado de Roma no tiene dónde ir, la verguenza y el desdoro es tan imborrable que es, definitivamente, la extinción de la estirpe. Pero cuando me dicen que debajo de los burkas las mujeres llevan libros, pienso que lo que deberían llevar es un cuchillo.

-¿Por qué eligió a Miguel del Arco como director?
-El mayor acierto de esta producción es haber elegido a Miguel. Le conocí precisamente en la noche de los Premios Valle Inclán de El Cultural, porque también estaba nominado por La función por hacer. Una amiga mía, presente en muchos de los ensayos de esta obra, me contó cómo dirigía, que era pesadísimo con los actores y profundo con el texto. Necesitaba eso, no quería hacer un gran espectáculo. En la obra yo soy la narradora, Lucrecia, su marido, el violador y Lucio Bruto. Los cambios son brutales y las transformaciones tan rápidas que tiene que parecer que no cuestan esfuerzo, algo difícil. Miguel me ha ayudado a que salga bien.

-Le gusta sorprender con directores nuevos.
-No he tenido una educación teatral ortodoxa, no he pasado por escuelas. Desde el primer director con el que trabajé a los 16 años hasta hoy, he vivido cada función como un aprendizaje. Busco que me enseñen lo mucho que me falta.

España con mayúsculas
-La dramaturgia ¿es suya?
-Cogí el texto y en cinco meses lo convertí en una obra de hora y cuarto cuando íntegro dura tres. Después empecé a aprendérmelo, para estar convencida de que podía memorizar 118 estrofas. Cuando me supe 25, busqué un empresario, Juanjo Seoane. Dijo que sí pensando que iba a hacer un recital, pero el hombre no abrió boca.

-Usted no debe de ser de las que deja que los productores abran mucho la boca ¿no?
-Es que no la tienen que abrir.Tienen que creer en lo que van a producir y en la gente que eligen. Si no crees en el director, no lo contrates. Es lo que yo pienso de un gran productor: el que elige perfectamente qué quiere hacer, cuándo, cómo y dónde.

-¿No se cansa de hacer giras?
-Me gustan las giras y el actor teatral que no haga giras, no puede vivir del teatro. Me canso, claro, pero me gusta mucho comer, ver piedras y los museos pequeños, caminar... y en giras lo hago más que en Madrid. Me tratan muy bien. El inconveniente es que veo poco teatro. Pero me gusta mucho mi país, me gusta mucho España, España con mayúsculas, muchísimo, y en las giras la saboreo.