Miguel del Arco en un ensayo con Lidia Otón y Cristóbal Suárez

A Miguel del Arco se le han abierto las puertas del teatro tras el éxito de La función por hacer, producción de bajo presupuesto que él mismo financió. Después de que Nuria Espert confiara en él para La violación de Lucrecia, estrena con su troupe Veraneantes en La Abadía.

Fue el actor Israel Elejalde quien me insistió la temporada pasada en que fuera a ver La función por hacer. Cuando la vi en el Lara comprendí por qué Israel confió tanto en este proyecto de naturaleza “alternativa”, cobrando mucho menos de lo que acostumbra y cuando había recibido ofertas para trabajar en teatros nacionales. La función por hacer fue un montaje largamente acariciado por Miguel del Arco y su socio en Kamikaze Producciones, Aitor Tejada. Una adaptación de Seis personajes en busca de autor que Del Arco y Tejada habían trabajado minuciosamente: fresca, moderna, divertida, la obra precisa para animar a los jóvenes (y mayores) a ir, enterarse bien de qué se alimenta el teatro y, encima, engancharles.



El dúo tuvo la suerte de reunir una troupe estupenda de jóvenes actores que sin escenografía, en ropa de calle, asaltaban el vestíbulo del Lara para seguir los juegos de máscaras del maestro Pirandello. Tuvieron su recompensa: la crítica y el público les apoyó y la obra, todavía en gira, ha tenido un recorrido que ni imaginaron. Tiempo después, Del Arco recibió la llamada de Nuria Espert para que la dirigiera en La violación de Lucrecia y el día 13 estrena en La Abadía una libérrima versión de Veraneantes, de Gorki, en la que traslada a once personajes a una isla donde pasan sus vacaciones: “Son muy cool y aparentemente felices, y cantan y bailan al son de la canción del verano”, explica.



Mi profesor “El Ruso”

El ambiente alegre de Veraneantes corre paralelo al que vive la compañía. Aquí hay conciencia de equipo, de compartir una experiencia artística y de querer continuar por la senda que tomaron. Cuenta Del Arco que este título surgió en las giras: “Cuando estábamos en Barcelona les propuse a los actores de La función por hacer empezar a trabajar sobre algún texto. Teníamos tiempo libre y muchas ganas de seguir trabajando juntos. Me acordé de Veraneantes, un texto que conocía muy bien de mis tiempos de la Escuela de Arte Dramático de Madrid (Resad), mi profesor era Ángel Gutiérrez, más conocido como el Ruso. No teníamos una intención clara de abordarla, tiene demasiados personajes, pero la utilizábamos como excusa para juntarnos a currar. En una reunión de “abadías” (actores formados en La Abadía), José Luis Gómez le preguntó a Israel Elejalde si teníamos planes y él le habló de Veraneantes. Gómez lo cogió al vuelo y al día siguientes nos reunimos con ellos.



- ¿Es comparable este trabajo con el de La función..?

-La comparación es y será inevitable. Ambas tienen un vínculo muy fuerte: el equipo artístico al completo. La forma de trabajar ahora es mucho más cómoda. Tenemos el apoyo artístico-logístico de La Abadía pero también tenemos una presión que no teníamos en La función ... Prefiero, claramente, barajar esta presión y aprender a convivir con ella.



-Pero, ¿cómo se encara una nueva producción tras un éxito?

-Nos hemos tenido que llamar al orden para trabajar al servicio de lo que queremos hacer y no al de “y si esta vez no les gusta”. Hemos tenido que aprender a quitarnos la presión de encima. Afortunadamente, somos un grupo con un sentido del humor constructivamente cáustico.



-¿Tienen alguna particularidad “sus” actores ?

-Con el elenco de La función por hacer tengo una complicidad y una forma de trabajar que todos conocemos. Cuando empecé a pensar en actores para completar el reparto de Veraneantes pensé que a lo mejor teníamos un problema para conjugar a “los nuevos” con los “míos”. Pero no. Tengo un elenco que es una barbaridad. En eso creo que soy listo: escojo bien mis repartos. Me gustan los actores disciplinados, trabajadores, que manejen sus herramientas: su cuerpo y su voz, valientes, generosos y con un sentido del humor a prueba de depresiones internas y externas. Pues de estos, en Veraneantes, tengo once.



Once de los que el ya citado Elejalde, Bárbara Lennie, Miriam Montilla, Manuela Paso, Raúl Prieto y Cristóbal Suárez son “sus actores”, a los que se suman los “abadías” Ernesto Arias, Elisabet Gelabert y Lidia Otón, más el joven Miquel Fernández y el veterano Chema Muñoz.



-¿Ha cambiado mucho el nivel de nuestros intérpretes?

-Para Veraneantes no he hecho pruebas, pero tuve que seleccionar a un personaje muy joven. No podría decir que de los 25 que vi, alguno fuera malo. Tienen una formación exhaustiva y son muy versátiles, el que buscaba tenía que cantar y bailar. Por otro lado, creo que la profesión, al menos en Madrid, ha roto con esas actitud victimista de años atrás, quieren trabajar y no esperan a que les llamen. Fue lo que nos ocurrió con La función..., éramos un grupo que trabajábamos en otros curros y que ensayábamos en los huecos que teníamos, a deshoras. Necesitábamos hacerlo. Y sé que hay otros colectivos trabajando así. Esta actitud genera una alegría, una efervescencia artística.



-¿Qué cuenta Gorki en su obra que le haya interesado?

- Creo que Gorki habla sobre las capacidades e incapacidades del ser humano para cambiar. Cuando se estrenó Veraneantes en 1904 había una necesidad vital de cambiar las cosas. Y se atrevieron a hacerlo. Ahora sabemos el resultado de aquel intento. Pero ¿qué hacemos nosotros? ¿Hemos mejorado con respecto a ellos? ¿Somos más justos, más tolerantes? Este tipo de preguntas son las que surgen en un grupo de personas de bien que se juntan durante un verano con la única premisa de pasarlo bien. ¿Quién no quiere pasarlo bien?



Sin filtro histórico

-¿Y qué ha hecho con el texto para interesar al público?

- Intentar verter todas estas inquietudes de las que le hablo pero sin pasar por el filtro histórico. Nuestros Veraneantes no son rusos de principios del siglo XX. Tampoco dicen nada nuevo, el ser humano tiende a repetirse. Tienen todo a su favor para pasarlo en grande pero una enorme incapacidad para ser felices.



-¿Qué ha aprendido del éxito?

-A hacer caso a mi instinto, me lleve donde me lleve. Ojalá me hubiera enseñado también a fabricar un éxito teatral, sobre todo para no tener que vivir con esta incertidumbre maldita antes del estreno de Veraneantes. Aunque para mí, como dice la Espert, esta mezcla de energía a mil por hora, felicidad, incertidumbre y agotamiento físico es el teatro.



-¿Qué opina de la salud del teatro actual?

-Artísticamente, bien. Pero tampoco diría que es un buen momento cuando La función por hacer, que se supone que es un éxito, ahoga a nuestra productora por los impagos de los Ayuntamientos, de tal manera que hace muy difícil plantearse una nueva producción.