Image: Albert Vidal

Image: Albert Vidal

Escenarios

Albert Vidal

“Si entré en un teatro fue para mostrar mi dominio del oficio”

24 junio, 2011 02:00

Albert Vidal. Foto: Sergio Enríquez-Nistal.

Después de muchos años actuando en solitario, Albert Vidal estrena en el Español de Madrid la tragedia Los persas, dirigida por Paco Suárez. En ella da vida a la sombra del rey Darío que vuelve del mundo de los muertos.

Albert Vidal (Barcelona, 1949) es un gran mimo, un extraordinario cuentista, un transformista, un instrumentista de la voz, un cómico... va más allá, tiene una presencia escénica magnética, es personaje y escenografía. Un actor así es difícil de adscribir a una tipología. "Soy un performer multidisciplinar", explica él. "Las fuentes que originan la síntesis de mi largo recorrido son el teatro gestual, la performance, las investigaciones musicales que he sintetizado en el canto telúrico, maestros muy diferentes en diferentes partes del mundo (Japón, Italia, Francia)... Lo que sí puedo asegurar es que no procedo de la escuela stalisnavskyana tradicional porque la construcción de personajes la hago a partir de trabajar las materias, los colores y las vibraciones de las emociones humanas. Siempre he dicho que el teatro, como para Santa Teresa la fe en Dios, es un camino de perfección, una vía espiritual".

No me perdonéis la vida
Con una interesante biografía labrada en países como Mongolia, Tibet, India o Japón, Vidal volvió al teatro español hace siete años, "cuando fundé una familia, -mejor tarde que nunca- , experiencia que ha influido en mi discurso artístico y que me ha acercado definitivamente al escenario". Porque Vidal trabajó durante muchos años en la calle, en espacios insólitos (precisamente hace unas semanas le homenajearon en el Festival de Artes de Calle de Valladolid). A finales de los 70 cosechó fama por las atrevidas performances que ideaba, en las que se encerraba con los osos del zoológico o se colgaba de helicópteros: "Practicaba la performance por lo insólito, pero ahora que se ha codificado, que se ha institucionalizado, me interesa menos. A veces oigo ¡qué divertido este chico que se colgaba de un helicóptero! Pero cuidado, no me perdonéis la vida, porque os puedo demostrar el dominio que tengo del oficio teatral. Y subir al escenario ha sido para mí eso: un desafío, mostrar lo que sé".

Ha aprendido directamente de maestros de música y teatro que"me transmitieron sus enseñanzas mirándome a los ojos, de discípulo a maestro, como se aprende en el arte de la antigua tradición" , y acentuando la voz continúa: "Es muy importante el respeto a la tradición". Maestros que conoció en Europa (Lecoq, Dario Fo) y en Extremo Oriente (Kazuo Ohono), y cuyas enseñanzas culminaron con la invención de un nuevo género musical que llamó "canto telúrico".

Con su tránsito de la calle a los escenarios Vidal se ve ahora "como alguien de la Edad Media que entra en el Renacimiento, pero donde las energías de lo humano están todavía impregnadas de esa vida espiritual mucho más intensa. Así ataco yo a los personajes". En Madrid ha presentado en las dos últimas temporadas de La Abadía Soy la solución (espectáculo derivado de otro precedente, El príncipe) e Historia de Juan, nacido de un oso, siempre en solitario, acompañado únicamente de músicos. Ahora rompe con esta costumbre para participar en Los persas que dirige Paco Suárez, en versión de Jaime Siles y protagonizada por Críspulo Cabezas, Inés Morales, Jesús Noguero, Alicia Sánchez y Miguel Palenzuela.

La tragedia de Esquilo, considerado el texto teatral más antiguo y el primer ejemplo de teatro histórico, cuenta la victoria que los griegos arrebataron al imperialista ejército del rey persa Jerjes. Paco Suárez -exdirector del Festival de Mérida- ha visto en la obra (virtualidad de los clásicos, que sirven para un roto y para un descosido) la ocasión de recordarnos las revoluciones que viven los países árabes mediterráneos y, de paso, introducir una morcilla pacifista y antinuclear, según reza el dossier de prensa.

Interpretar un fantasma
La verdad es que el personaje que Vidal interpreta le va como anillo al dedo, da vida a la sombra del Rey Darío, padre de Jerjes, que vuelve del mundo de los muertos para advertir a su mujer y a su hijo de los peligros del expansionismo militar y de la ambición del poder político. Vidal, que desde sus orígenes en el teatro no actuaba dentro de un elenco (con la excepción de sus apariciones cinematográficas), percibe así a Darío: "Es un personaje que se mueve de una manera especial, es un redivivo de las tinieblas. Esto me ha permitido hacer un trabajo más atípico, el de un fantasma que advierte a su mujer y a su hijo de que es mortal y de que no puede ser altivo en nada. Darío da lecciones de ética y de moral a los que todavía están en vida y a los que todavía despierta la luz de la mañana".

Como ya se ha dicho, Vidal entiende el teatro como un camino de perfección, como "el gran privilegio de poder comunicar la espiritualidad a través de la piel de un actor para hablar de los sentimientos y pasiones humanas". Se inscribe así en la línea de una serie de directores e intérpretes que han buceado en la antropología oriental en busca de un teatro de lo sagrado (Peter Brook, Grotowsky, Eugenio Barba). Ha vivido en Mongolia ("durante mucho tiempo era el único español en Ulan Bator, así que cuando venía el embajador español venía a verme a mí", cuenta riéndose), también en Tíbet, centro espiritual del budismo. "Hay algo para mí mucho mas profundo que la religión que es el sentimiento de lo sagrado, de donde nacen las diferentes religiones. En El príncipe resumía mi visión de lo divino: aquel que niega la existencia de Dios, le está haciendo un gran favor, porque al negar su existencia lo asemeja con la nada y así no hace más que celebrar su esencia: Porque para mí la esencia de lo divino es el vacío cósmico, es la nada, lo innombrable. Soy un hombre profundamente abocado a lo sagrado y al respeto de las religiones, que son maneras diferentes de entender algo común en todos los seres humanos. No podemos perder esto".

Cuando habla del arte, hay también fe en el conocimiento: "El arte es comunicar belleza y esperanza en el ser humano, si no sirve para eso, el arte no me interesa. El artista tiene que comunicar amor. Cuando ves la cara de Gardel cantando tangos, él no ponía cara de tremendista, sonreía. Manolete, toreando, sonreía al tendido. Creo que en los grandes maestros hay una luz interna que tiene que estar presente hasta el momento fatídico. Ahora que los políticos no nos van a sacar del atolladero, espero que lo haga el arte, la ética y la moral. Volver a unos valores esenciales de amor por el otro, porque la maldad no puede nacer más que de la ignorancia del ser humano".

-¿No suena conservador lo que dice?
- (Ríe) Nada de lo que digo se estila ahora. Y sí, hablo mucho de mantener la tradición. Prefiero verme como un pintor al óleo, que va haciendo su obra por capas, tranquilo, con paciencia. La obra de arte es un accésit de perfección que te libera y libera al receptor.

Fuentes de su arte

De la performance al arte visual, de actor del Théatre National Populaire a miembro estable de la compañía de Dario Fo, de estudioso de las culturas centroasiáticas a actuar en una veintena de películas. El polifacético Albert Vidal ha viajado por medio mundo, formándose con grandes maestros. Tras estudiar con Jacques Lecoq, investigó en la danza topeng de Bali, el butoh japonés y las danzas de posesión bori en Níger. Ha colaborado con Min Tanaka de Tokio y en los 90, en Londres, fue reconocido como gran master de las artes visuales.