Él es un veterano de la casa, ha pertenecido a su Consejo de Administración y ha sido uno de los socios que ha apoyado un gobierno unitario para salir de esta crisis.

Algo huele a podrido en Dinamarca". Es la primera frase que acude a mi mente, tal vez porque soy dramaturgo, cuando intento ordenar mis pensamientos para poder escribir unas líneas con mi opinión sobre el tema. Estos días periodistas y conocidos me han hecho muchas veces la misma pregunta: ¿Qué pasa en la SGAE? Cuando yo he contestado de forma ambigua: "La verdad, no tengo ni idea", ellos me han dicho con perplejidad: "¿Pero tú no eres socio desde hace muchos años, has pertenecido al Consejo de Administración en un momento dado, tienes un montón de votos -por lo que puedes participar en las elecciones-, tienes amigos y conocidos dentro de la casa...?"



Mi problema está en que no puedo saber qué pasa en la SGAE porque no sé, realmente, qué es la SGAE. De verdad, no lo sé. Sí, ya sé lo que se dice en los comunicados y declaraciones, ese lugar común de que la Sociedad de Autores es la sociedad de los autores. Pero... ¿Es eso cierto? Es como cuando se dice que el Real Madrid, por ejemplo, es de los socios. Es una forma poética de hablar. El que seas socio de un club no te da en realidad derecho alguno más que a ver los partidos, si pagas la cuota. Bueno, sí, y a participar, a veces, en las elecciones (organizadas -claro- por los que mandan en el club).



Pero volvamos a la SGAE. Aclaremos antes de seguir, lo que significan las otras dos siglas del nombre. La G no significa nada. Está ahí tontamente. Igual daría que fuera una P, (Sociedad Particular de Autores y...). No pasa lo mismo con la E final, que significa mucho, y que fue uno de los cambios más significativos de la entidad. Lo que era E de España (Sociedad General de Autores de España) pasó a ser, en un importantísimo giro de la entidad -presidida ya en ese momento por Teddy Bautista- en Sociedad General de Autores y Editores. La entidad, que nació para proteger a los autores y creadores, se metía ahora en la ¿protección? de los Editores. La cosa había cambiado de forma considerable. ¿Cuántos cambios ha dado la entidad desde entonces hasta llegar al célebre Canon, ampliando su zona económica de referencia y poder? ¿Por qué han sucedido todos esos cambios estructurales que nos han conducido, de una u otra manera, a un enfrentamiento total con los ciudadanos y al proceso judicial en marcha? ¿Qué podemos hacer en una difícil situación como la actual, donde la convivencia, a todos los niveles, se ha roto dentro del statu quo existente, entre los creadores, y con la sociedad entera?



Como soy escritor me puedo permitir pensar con imágenes. Veamos. Intentando, tal vez con la mejor intención, mejorar los ingresos de la Sociedad de Autores... se plantó un manzano, y se cogían las manzanas y se pensó: Esto rinde, plantemos más. Y se llenó de árboles los alrededores del edificio, y se recolectó, alegremente, cosechas de manzanas, presumiendo, además, años tras año, del crecimiento del bosque. Y los árboles crecieron, sí, crecieron como monstruos, y ahora las raíces se están cargando el edificio originario: el derecho de los creadores a recibir una remuneración económica justa por su trabajo, aceptado por los ciudadanos que disfrutan de esos bienes artísticos y culturales.



¿Qué hay que hacer para salir de esta difícil situación de quiebra del sistema que regía esta sociedad en los tiempos en que no había olor a podrido? Me temo que lo primero será arrancar muchos de esos árboles que proporcionaban falsa riqueza, y que, además, no era para los creadores.



Estuve recientemente en una asamblea de autores realizada fuera de los cauces de la SGAE por la sencilla razón de que dentro no hay cauce alguno. He visto nacer un movimiento tal vez utópico, pero ilusionado y nuevo, para regenerar el actual estado de cosas en ese conglomerado confuso y complejo que es hoy la entidad. Espero, por el bien de todos, que estas voces con aire limpio y fresco sean escuchadas. Habrá que eliminar, citando otra famosa frase de teatro: Los intereses creados, algunos privilegios que, de tanto recibirlos, ya muchos los consideraban normales. Estamos obligados a conseguirlo. O, si no, es que realmente no somos autores y creadores. Porque ¿cómo vamos a intentar cambiar el mundo si antes no cambiamos ni nuestra sucia casa?