Jean-Claude Brisville con Josep Maria Flotats
-Brisville es conocido en España por los éxitos de Josep Maria Flotats. El encuentro de Descartes con Pascal joven, La cena… Ahora será La mecedora.
-Le conocí hace veinte años en la Comédie Française, en el Don Juan que él protagonizaba. Era magnífico. Luego no recuerdo bien cómo coincidimos. Pero se ha interesado mucho por mis obras.
-Sus obras tienen dos o tres personajes. ¿Por qué?
-Es más fácil que un director acepte un texto con pocos personajes... Pero sobre todo me interesa mantener las unidades de tiempo, espacio y acción, la estructura del teatro clásico. Otro de sus éxitos a punto de volver a la escena ha sido L' antichambre (1991), que enfrenta encarnizadamente a dos personajes femeninos históricos en el mundo de la Ilustración, Madame du Deffand y Julie de Lespinasse, tía y sobrina, en el salón de la mayor. Ésta es una obra que va a volver a ponerse en escena el próximo año.
-Usted escribe desde niño. Terminó una novela por entregas que se llamaba Le trésor du Buda de jade, un folletín que le compraba su hermano.
-He escrito mucho pero he publicado poco. Soy muy crítico conmigo mismo. De joven hice una obrita sobre Saint Juste, de la que se hicieron algunas representaciones. Pero no he empezado a darme a conocer hasta que mi éxito en el teatro cuando yo ya tenía 60 años. La mecedora fue mi primera obra, claramente autobiográfica. Se estrenó en el Petit Odéon de París y fue un gran éxito. Tenía que representarse durante tres semanas y se mantuvo durante todo el año. Ganó varios premios. Y así seguí escribiendo.
Clásicos de bolsillo
Los tres personajes de la obra son emblemáticos. Jerónimo es un hombre culto que ama los libros y Osvaldo, el director comercial de la editorial que sólo busca el éxito. Gerardo, más joven, defiende el arte, al artista. Brisville se dedicó profesionalmente a la edición. Siempre amó la cultura y fue él quien introdujo a los clásicos en las colecciones de bolsillo. "Me permitían que, de cada diez libros, uno de ellos pudiera no dirigirse al gran público sino a los estudiantes o estudiosos. Ser editor implica amar los libros, estar dispuesto a leer cantidad de manuscritos, lo que te convierte en un inculto porque la mayoría de lo que lees no vale nada y te hace perder el tiempo que podrías dedicar a la cultura. De cada 100 manuscritos puede que haya uno que valga la pena. Desempeñé mi trabajo con gusto porque siempre esperaba encontrar algo publicable. La función del editor es editar libros de valor y que al mismo tiempo puedan encontrar un cierto público. Hoy importa mucho más el potencial comercial que el interés cultural del libro.
-Tanto es así que en La mecedora, dada la acumulación de libros, se habla de la posibilidad de editar en un papel que se autodestruya pasados unos años.
-Fue idea de un editor para el que trabajé. Creyó que el libro debía autodestruirse porque ocupaba demasiado espacio en las casas y en las bibliotecas. Esto es algo que se ha estudiado seriamente en Alemania.
Del libro electrónico, Jean-Claude Brisville asegura no saber nada. "No he visto ninguno. Para mí los libros son una compañía, algo que me gusta tener cerca. Las lecturas que me interesan son las biografías históricas, los ensayos, la crítica...". A punto de cumplir 90 años, confiesa que "la novela no le interesa. Hoy la gente no sabe escribir el francés clásico. La escritura no le interesa a nadie. Está pasado de moda. El francés de los siglos XVII y XVIII se ha perdido, el de hoy es una jerga. Tengo un libro inédito: Sept comédies en quête d'auteur. Una de las comedias, Le feu en poudre, va a representarse este año en el Teatro Hébertot. Es la historia de los amores de Napoleón y Josefina. Desde niño me interesó la historia de Francia. Mis temas son los personajes históricos. Ahora escribo el retrato de una mujer llamada Nora, pero quizá no la termine. Pero mientras escriba viviré. Y mientras viva escribiré".