Ha conseguido crear su imperio, Smedia, a través de acuerdos con los dueños de los teatros de Madrid. De la docena de salas que dirige Enrique Salaberría sólo una es de su propiedad, el Fígaro, y otra, el Galileo, es de titularidad municipal. Igualmente, se asocia con las compañías para asegurarse así un volumen de obras con las que alimentar sus espacios y sus giras. Giras que, según dice, "se van a terminar".



-Su empresa gestiona 10.000 butacas en Madrid, una cifra cercana a las 13.000 que tiene el Ayuntamiento.

-Sí, pero hay que tener en cuenta que hay días en los que triplicamos y cuatriplicamos la programación de algunas salas. Hay teatros que un sábado ofrecen tres y cuatro funciones, de forma que sacamos a la venta 3.500 entradas en un mismo día. Calculo que venimos a vender 1.200.000 entradas cada año.



-¿Cómo creó Smedia?

-Nació del autoempleo. Comencé a trabajar sin saber muy bien dónde iba a llegar. Cuando comencé a dirigir el Alcázar tuve la necesidad de contar con un equipo, pero sus costes no los podía cubrir sólo con la actividad del teatro. Ahí inicié un crecimiento natural que me permitió repartir costes. Pero me di cuenta de que aumentaban los gastos de personal, de seguridad social... y, sin embargo, el precio de las entradas no se ha movido desde el año 2000. Como no podíamos cubrirlos con la taquilla, tuvimos que aumentar el volumen de negocio.



-¿Ésa fue la clave para el crecimiento de su empresa?

-Ocurrió por la perversión del sistema de subvenciones. El sector ha preferido el bienestar de la subvención, trabajar poco y descansar. Nosotros aprovechamos la coyuntura para gestionar unos espacios que nadie quería, que estaban libres, que requieren de esfuerzo y de trabajo. Y, claro, ahora con la crisis nuestra posición es ventajosa.



-¿Qué opina del modelo teatral de estos últimos 30 años?

-En los años 80 todavía funcionaban las compañías lideradas por un primer actor, eran las que promovían la creación y las giras. Todo eso ha muerto y justamente en beneficio de lo que hoy se llama el productor. ¿Y qué diferencia hay entre unas y otras? El productor hace todo el papeleo para obtener subvenciones y se ha olvidado del público y del teatro. En todos estos años lo público ha devorado al sector.



-¿Cree que tenemos que volver a un modelo en el que sea el espectador quien decida?

-Ese planteamiento también es erróneo. Se quiere pasar de haber gastado millones de euros al año en los teatros y sus programaciones a que cuesten cero euros, que se pague con la explotación de las taquillas. Eso es imposible. Con ir un fin de semana a taquilla no me van a salir los números. -¿Cómo entonces? -El problema es el modelo. ¿Esto es España o no es España? ¿Por qué hay 25 redes de teatro, o 30 ó 60? Ya no sé ni las que hay. ¿Por qué cada alcalde decide lo que debe hacerse? Si yo tengo una producción, tendré que actuar de lunes a domingo, nadie debería poder privarme de eso con mi compañía. Hay que optimizar los recursos.



Crear una red nacional

-Existe la Red Nacional de Teatros.

-No sirve para nada. Es un chiringuito de unos amigos. Y no hay red nacional porque no hay España. Las giras se van a terminar, no hay posibilidad de salir ni a taquilla ni a nada si no se genera un circuito nacional de verdad, que permita a las compañías trabajar todos los días. De lo contrario, fuera de las áreas metropolitanas, su destino será la mendicidad.



-¿Y crear una red privada?

-¿En un país con 17 gobiernos, donde los ayuntamientos son los propietarios de los teatros? Hay empresas que no pueden entrar en determinados circuitos autonómicos porque están mal vistas. Imagínese ponerse a competir con los ayuntamientos. Ahora estamos promoviendo un proyecto para crear una red nacional, pero pasa porque aquellos que tienen los espacios públicos renuncien a gestionarlos. Garantizar la continuidad del trabajo es la única manera de asentar la industria.



-¿Cómo organiza sus giras?

-Hacemos cada vez menos. Producimos para Madrid y es momento de centrarse aquí para ir tomando posiciones en el exterior poco a poco. También trabajamos en Barcelona, pero allí el teatro atraviesa uno de los momentos más dramáticos de su historia. En Barcelona no se vende. Es lo que traen los modelos protegidos.



-¿Qué función le otorga al teatro público?

-La de promocionar a los nuevos autores y las creaciones contemporáneas. No tiene sentido un teatro público que se dedica a competir con la empresa privada, generando campañas publicitarias costosísimas para espectáculos de cuatro semanas. No hay tantas diferencias de cartelera entre el público y el privado. -Es difícil que ustedes asuman grandes producciones. -No es verdad. La diferencia está en el derroche: basta con ver las plantillas de los teatros públicos, lo que les cuesta una producción, y comparar con el privado. Se han creado élites artísticas. No puede ser que un mismo actor cuando trabaja en el público lo haga mucho mejor pagado que en el privado. Mario Gas nos quitó durante tres semanas la plantilla del ballet de Chicago, cuando estaba en el Nuevo Alcalá, para llevársela a Follies. Nos provocó un agujero de 900.000 euros. La única posibilidad de que la industria teatral se salve es un encuentro entre lo público y lo privado, que haya una trasvase para que esto se salve. Nos encantaría que Agosto, producida por el Centro Dramático Nacional, estuviera en 2013 en uno de nuestros teatros.



-¿Competirá por la gestión del Festival de Mérida?

-Yo no compito, creo que es posible hacer frente a sus deudas con otra gestión.