En el hall de un hotel del centro de Madrid suena un injusto hilo musical. El camarero, aburrido, busca que alguna de las personas allí sentadas requiera sus servicios. De pronto se le cambia la cara ante la llegada de uno de los huéspedes. Abre los ojos. Daniel Johnston (California, 1961) baja del ascensor con el pelo enmarañado, una camiseta de algún grupo heavy ajustada y sucia y dejando entrever su panza orbicular. Los hombros hacia atrás, la boca entreabierta y la mirada perdida. En esto, levanta la mano, saluda y sonríe. Hola-cómo-estás. Bienvenido a Madrid, señor Johnston. "Oh, gracias, gracias de verdad, aquí estoy, en Madrid. Sí".
El día anterior Johnston durmió en Brighton, y dos antes en otra ciudad de Inglaterra. Le quedan unos pocos conciertos todavía de su larga gira europea y está cansado. Su agente en este tour ha dejado dicho un rato antes que la experiencia está siendo un poco complicada, sobre todo porque cambia de músicos en cada concierto y el repertorio está cuajado de incertidumbres. Pero el trastorno maniaco depresivo que, por desgracia, disparó la fama mundial del cantante parece estar controlado. Más o menos: "Si tienes suerte, contestará a dos o tres preguntas. Ayer en Inglaterra se quedó callado durante toda una entrevista con un periodista de allí", ha advertido el agente. Hoy hay suerte, el icono, que lo es, del pop internacional, admirado por Sonic Youth y Tom Waits, lucido en camisetas por Kurt Cobain, se sienta, sonríe y accede a la charla. Detrás de la edad, de los kilos y de las canas se reconoce con nitidez al chico de voz dulce y gritona que, desde los primeros ochenta, inspirado por los Beatles, empezó a componer y grabar canciones como un poseso sin dejar de dar en la diana. Como reza la letra de Story of an artist, mientras los demás le instaban a conseguir un trabajo, él prefirió dedicarse al arte a pesar de que, le advertían, era el camino recto a la enfermedad. "El artista camina solo", remata en ese tema.
Johnston en sus primeros años como compositor, con una de las cintas que producía en casa compulsivamente para regalarlas a sus seguidores.
- ¿Qué tal por Inglaterra?
- Oh, ha estado genial el concierto, lo hemos pasado muy bien.
- ¿Está disfrutando entonces con la gira?
- Mucho, sí, sí, mucho.
- ¿Tiene buenos recuerdos de la última vez que estuvo por aquí?
- Mi hermano dice que ya habíamos venido antes, así que me imagino que sí, que habremos estado algún día. Es uno de los sitios más grandes en el que hemos tocado. Hemos estado antes en Europa, en otros países. Es muy difícil acordarse de cada sitio al que vas, la verdad.
Se le dice que, aunque él no se acuerde, aquí había muchas ganas de verle en directo de nuevo y que las entradas para su recital en La Casa Encendida, donde también se exhibe su obra gráfica, se agotaron en un suspiro. Se llena de timidez con los cumplidos, aunque admite que le encantan y sonríe mirando a la nada: "No hay entradas, eso me han dicho. Eso está muy bien, muy bien".
El camarero, que ya ha superado el trance, se acerca y Johnston pide una Coca-Cola, el refresco que bebe Satán como un yonqui en su primera novela gráfica, Space Ducks, que acaba de publicar en Estados Unidos. Un libro en el que están recogidas todas sus obsesiones creativas: el bien y el mal, lo naif y lo bizarro, la lucha contra el demonio, la negrura, el humor. Y el amor: "En la oscuridad, no hay otra luz que no sea la tuya", se lee al comienzo de la obra, protagonizada por unos patos astronautas en misión interestelar para cargarse al diablo. En un futuro en el que las mujeres van desnudas y los hombres son patos vestidos con un uniforme que en vez de NASA lleva inscritas las letras NADA.
- Hey, tienes ahí mi libro. ¿De dónde lo has sacado?
- Me lo han enviado desde Estados Unidos. Me ha gustado mucho. ¿Sabe lo que significa NADA en español?
- Creo que sí, pero solo lo puse porque los editores no me dejaban poner NASA. Pero es una edición bonita, ¿verdad? Estoy contentísimo con él.
Pasa su hermano, que es el que organiza, y trae con él dos dibujos de Johnston: "¿Te ha gustado el libro? Pues toma, esto es para ti. Un regalo". Se le da las gracias y Johnston, ruborizado, empieza a explicarse:
- Este de aquí, bueno, es el Capitán América. Siempre estoy dibujando, todo el tiempo. Ahora en la gira también. Es que, ¿sabes? Matt Groening, el de Los Simpsons, me ha pedido que trabaje con él.
- Sí, en el documental El diablo y Daniel Johnston está grabado el momento en que se conocieron.
- ¡Es verdad! Es genial, ¿eh? Creo que quiere que haga algunas historias, así que estoy dibujando un montón.
- ¿Le gustó ese documental?
- Algunas partes.
Difícil que le agradara, aunque fuera una exquisitez de película hecha desde el cariño. Durante el metraje, el director, Jeff Feuerzeig, se adentra en las cavidades más oscuras, y las hay a cientos, de la vida de un cantante enajenado y tratado aquí a veces como alguien ya desaparecido. Como una leyenda. De manera que, obviando la tristeza que le produce aquella cinta premiada en Sundance, volvemos a la música.
- ¿Qué va a tocar en Madrid?
- Tengo muchas canciones nuevas ahora. No son para nada del estilo Funeral Home [uno de sus temas clásicos]. Hablan de una filosofía realmente extraña y mola tocarlas con la banda. Space Ducks también es una de mis nuevas canciones. La hemos sacado en un compact disc y todo, ¿sabes?
- ¿Cómo es esa nueva filosofía? ¿En qué está inspirada?
- En la filosofía que leo yo: en los cómics, en la Biblia, en cada disco o en cada música que escucho.
- ¿Cómo sonaría su música ideal, a qué se parecería?
- Me gusta tocar básicamente rock and roll. Más y más. Y sin más.
(Largo silencio mirando al suelo) Luego prosigue:
- Muchas cosas cambian y parecen diferentes pero la música me sigue gustando, sigue siendo buena para mí y pretendo seguir viviendo de ello. Es divertido poder seguir viviendo de esto y, no sé, quizá comprarme una casa nueva. No es para tanto.
- ¿Sigue gustándole el sonido de sus primeros discos grabados en casa?
- Aquellas cintas... las hacía solo para mis amigos en un pequeño casette que tenía. Las hacía una y otra vez por si al día siguiente conocía a alguien poder tener una cinta para él. Ahora tratamos de grabar en estudio, de hecho tengo uno en casa. Merece la pena.
- ¿Qué planes tiene con Danny & the Nightmares, su grupo en Estados Unidos?
- Mi banda, uhm, el guitarrista murió. Ha sido muy triste. Hicimos un disco antes de eso y me gusta que lo vayamos a publicar.
- ¿Volvería a repetir la experiencia de grabar un disco a lo grande?
- Bueno, aquello fue muy divertido y muy loco. Ya sabes, la multitud, los jóvenes gritando... Es muy reconfortante. Pero luego es muy cansado, como ahora, que estamos todo el día montados en un avión o en un autobús. O encerrados en un hotel. Me canso. Aún me quedan siete conciertos de esta gira. Pero lo estoy pasando bien.
- ¿Qué música escucha ahora?
- Mucha música pop. Los Beatles, los Beach Boys y cosas así, música melódica con un toque de rock.
Detalle de Space Ducks, el primer cómic de Daniel Johnston publicado de forma oficial.
Venga el silencio. Vuelve a mirar hacia su libro, que reposa sobre la mesa. Se nota su cansancio y se atisba el despiste temporal: nunca hubo multitudes gritando ante la edición de Fun (1994), un disco que apenas vendió 6.000 copias. Lo de su guitarrista, sí, eso también ha contrariado al dulce Johnston ahora.
- ¿Quiere hablarme más sobre Space Ducks?
- Me gustan mucho los cómics de aventura, así que es lo que he intentado hacer. Aventuras con sentido del humor. Probablemente.
- ¿Dibuja y compone de la misma manera? ¿Es el mismo proceso?
- Sí, es muy parecido. Los dos me gustan. El arte y la música son lo mismo.
- Si tuviera que quedarse con uno de los personajes que le han inspirado -el Capitán América, Casper, su famosa rana Jeremiah...- ¿A cuál eligiría?
- Supongo que es una combinación de todos ellos. Si pienso en la inocencia, probablemente tendría que elegir a Casper. He escrito canciones sobre él, una la tocaré en el concierto. Porque es un buen tipo, los otros también, pero Casper es mejor.
- ¿Qué piensa de la idea de Daniel Johnston como una leyenda viva?
- Soy un mito, lo sé. Mucha gente lo piensa así al menos (se ríe a carcajadas). Qué misterio.
- ¿Y le gusta?
- Supongo. Me gusta ser muy, muy famoso y también rico.
- ¿Le encontró el amor al final?
- El amor es solo algo bueno. Algo bueno para ti. Gracias por venir.
Dicho esto se levanta Johnston con su botella de Coca-Cola todavía bien sujeta. Da unas vueltas por la recepción como desorientado y vuelve a mover la mano para despedirse. El agente lo excusa por su forma abrupta de finiquitar la entrevista: "Probablemente solo está cansado o pensando en otra cosa, quién sabe". Lo que cabe esperar del concierto de esta noche también es un misterio.