Escena de Viejos tiempos, de Harold Pinter

Con Emma Suárez, Ariadna Gil y José Luis García-Pérez. Sala Pequeña Español. Madrid.

Brook tituló sus memorias Threads of Time, algo así como Hilos de tiempo, porque como él mismo avisa al comienzo es imposible rescatar el pasado íntegramente, la memoria guarda impresiones, fragmentos aislados que cobran vida gracias a la imaginación. Y qué diferente puede ser un tiempo pasado según el relato de las distintas personas que lo compartieron. Éste es el asunto central de Viejos tiempos, la última obra de Harold Pinter que nos ha servido el Español de Madrid. Hay que reconocerle a Mario Gas, que en un mes dirá adiós a la dirección del teatro, su saludable obstinación por exhibir algunos de los títulos del autor: Regreso al hogar, Traición, El Montaplatos, a los que se suma ahora esta pieza que se vio en nuestro país por vez primera en 1974, de la mano de Luis Escobar. Esta producción, dirigida por Ricardo Moya, rescata precisamente aquella versión de Escobar y la presenta con un cartel muy atractivo.



Desde el comienzo de la obra el espectador asiste perplejo a lo que va sucediendo. Anna (Emma Suárez) visita el hogar campestre de su amiga Kate (Ariadna Gil), casada con Deeley (José Luis García-Pérez). Se nos dice que las dos mujeres compartieron casa en Londres de jóvenes, pero un halo de misterio sobrevuela el comportamiento y los diálogos de los personajes. Y comienza un progresivo enfrentamiento entre Anna y Deeley por apropiarse de los recuerdos y sentimientos de Kate. Anna y Deeley ya se conocían, coincidieron en un bar, y también en una fiesta, pero las versiones de lo que allí pasó no casan. El pobre espectador no sabe a qué carta apostar. ¿Cuál es la verdad de lo ocurrido?



Lo fascinante de la pieza son los diálogos, trabados con un coloquialismo sólo aparente y un ritmo que Pinter no precisa. Por ello, es un desafío para los actores, que deben hablar como a diario, cometiendo errores, y silencios, y lapsus, y repeticiones. Emma Suárez, que casi siempre resulta una actriz convincente, es aquí una británica sensual y a la vez contenida, decidida a desestabilizar dialécticamente el hogar de su antagonista, el personaje de José Luis García-Pérez, un actor temperamental (del tipo de Paco Rabal, que fue quién estrenó la obra con Escobar) dispuesto a boxear sin tregua con Suárez. El personaje de Ariadna, más pasivo, es el de ser objeto de deseo. Para fortuna de los actores, el director ha hecho su trabajo desde la sombra.