Blanca Portillo: "Esta obra habla del precio de ser libres"
Con una voz que domina como pocas, a Blanca Portillo se la admira por talentosa y exigente, pero también porque sus empresas siempre son ambiciosas. En su empeño por interpretar a los grandes personajes del teatro, sin que importe su género, se viste ahora con las pieles de ese compuesto mitad hombre mitad fiera de 'La vida es sueño' que es Segismundo. La expectación ante el estreno de la obra, producida por la Compañía Nacional de Teatro Clásico y dirigida por Helena Pimenta, el 6 de julio, en el Festival de Almagro, es absoluta.
Ha sido Hamlet, y el inquisidor Bocanegra en la película Alatriste, y en La hija del aire, también de Calderón, se travistió de la ambiciosa reina Semíramis al tiempo que era su hijo Nanias. Ahora se ajusta al cuello la cadena de Segismundo para encarnar a este príncipe marginado de La vida es sueño. Portillo recibe a El Cultural un día antes de partir para Almagro con la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC). El nerviosismo en la actriz es patente.
La producción es también la carta de presentación de Helena Pimenta como directora de la formación. Pimenta comienza su andadura asumiendo el reto más difícil de los que tenía a su alcance, pero también el más estimulante: ofrecer una puesta en escena que esté a la altura de este prodigio de texto que Calderón escribió con 35 años y que tanto actores como estudiosos consideran que ningún escritor ha superado todavía. No es nada fácil medirse con Segismundo; que una actriz tan espléndida como Portillo acepte el desafío sin importarle el género del personaje, eleva el espectáculo a gran acontecimiento .
-En esta carrera por hacer los grandes personajes del teatro, aunque sean masculinos, ¿será Don Juan el próximo?
-No, claro que no...
-... supongo que asumir estos roles se explica porque en la literatura dramática no abundan personajes femeninos tan magníficos.
-Sí, claro. Pero si buceamos podemos encontrar algunos. Por ejemplo, me gusta Desdémona, pero mucho más Yago. Muchas actrices matarían por hacer Rosaura. Yo estuve a punto de hacerla hace diez años con Calixto Bieito, pero al final opté por La hija del aire. Rosaura es un personaje precioso, de una gran modernidad. Hoy no podemos presentarla como una mujer que viene a recuperar su honor, sino como una mujer que no se conforma con ser abandonada por su amor sin una explicación. Y Estrella es una política fantástica. La verdad es que las mujeres de Calderón son muy potentes. Y en las tragedias griegas también hay buen material: Medea...
Nada hubiera predicho que en la familia numerosa y humilde de Portillo ella se dedicaría a este oficio. Y, sin embargo, se se la veía venir desde que comenzó sus estudios en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid (Resad). Aterrizó allí tras un providencial encuentro con una persona cuyo anonimato prefiere mantener. “Estudiaba para ser azafata, pero me inscribí en un taller de teatro y conocí a quien me abrió al mundo del arte y del conocimiento. No quiere que diga su nombre, él también es actor. Gracias a él descubrí una nueva sensibilidad”.
Con el maestro Estruch
Sensibilidad que contribuyó a pulir otra figura que encontró en la Resad, el profesor uruguayo Pepe Estruch, con el que dice que todavía habla en sueños. Confiesa que fue él quien le enseñó a actuar en verso, una de sus facetas de actriz más celebradas: “Me explicó que el verso es un corsé que te impide moverte libremente, pero que tiene sus vericuetos para hacerlo. Además, yo amo el castellano, me encanta oír nuestro idioma bellamente escrito, saber que hay un tipo de verso distinto para cada emoción o para cada estado de ánimo”.
Desde entonces, ha protagonizado una treintena de producciones teatrales, algunas dirigidas por ella misma (La avería). Además de los ya citados, reconoce a tres maestros: “José Luis Gómez, que me enseñó el valor de la palabra en acción y con el que trabajé en Bodas de sangre cuando tenía 20 años. Jorge Lavelli (La hija del aire), para quien el teatro no debe ser una copia de la vida, sino una recreación. Y, por último, Tomas Pandur (Barroco, Hamlet), uno de los directores más creativos, con el que mantengo un diálogo permanente. Me hace creer que los actores somos esenciales en la creación del espectáculo.
-Dicen que tiene la facultad de concentrarse rápidamente. Le habrá venido muy bien para hacer de Segismundo, que atraviesa tantos estados de ánimo.
-Un actor puede ejercitar su capacidad de concentración. Y, sí, Segismundo es un personaje increíble... que pasa del asombro a la furia constantemente. La vida es sueño cuenta una historia tremenda, tiene mucho que ver con la vida personal de Calderón, con la relación tan difícil que tuvo con su padre. En realidad, las grandes obras siempre cuentan historias personales de sus autores.
-¿Entonces Segismundo es el alter ego de Calderón?
-Puede ser. Es una obra que concentra muchos temas. Segismundo es un hombre que ha permanecido en una cueva, encerrado, pero no al estilo de El buen salvaje, pues no es un analfabeto, sino que ha recibido una formación. Aun así, no tiene una experiencia a la que agarrarse, es una persona muy frágil, porque nosotros aprendemos de nuestras vivencias, de nuestra relación con los otros. Él no tiene amigos, está completamente solo desde que nació. Cuando ve a Rosaura siente amor, que no enamoramiento. Y cuando sale al mundo por primera vez se comporta como un déspota. En muchas ocasiones no puedo evitar compararlo con Hamlet. Lo fascinante es que su decisión de actuar justamente, de comportarse como un buen príncipe al final de la obra, es fruto del ejercicio de su libertad conquistada. Porque él acaba entendiendo la libertad no como algo que los demás le conceden, sino como una conquista personal, por la que acaba pagando un precio, pero en el ejercicio de su libre albedrío.
-¿No cree que su condición de mujer influye en la composición del personaje?
-Helena y yo nos hemos planteado el personaje como un ser humano. Pero a partir de ahí, sí creo que la fragilidad de Segismundo, su faceta de víctima que nos provoca un sentimiento de compasión, puede ser comprendida por una mujer de una manera más cercana, o al menos diferente a la de un hombre.
-Dice que es inevitable compararlo con Hamlet, cuya historia acaba en una carnicería. Ésta no.
-Sí, aunque Hamlet al principio mata sin querer. Pero la historia de Hamlet es más difícil de creer que la de Segismundo. Hamlet es un príncipe que ha estudiado en la universidad, un chico bien al que se le muere su padre y, entonces, un fantasma le avisa de que ha sido asesinado.... es menos creíble, ¿no? La peripecia de Segismundo es más real, está cargada de verdad, su recorrido vital es más intenso, más duro y lo termina con grandeza.
Dueños de nuestro destino
-¿Entonces, como dice Calderón, no tenemos un destino escrito?
-Por supuesto. No elegimos nacer en la familia que nos toca, pero la vida es una sucesión de elecciones, a veces yerras, otras sales bien. Sí, somos bastante dueños de nosotros mismos.
-Alterna cine, teatro, televisión, ¿cómo entiende usted el arte de la interpretación?
-No me considero una artista, sino una trabajadora del teatro. Para mí el teatro es la metáfora de Valle-Inclán y los espejos deformados, sirve para que la sociedad se vea a sí misma, a veces engrandecida, otras ridiculizada. Los actores tenemos una misión: hacer pensar a la gente. Me gusta creer que el teatro actúa como la conciencia del público, porque pensar no es sinónimo de aburrimiento.