Sylvain Cambreling dirigirá a la SWR Sinfonieorcheste. Foto: Javier del Real.

El Teatro Real inaugura esta tarde la temporada con Moisés y Aarón de Schönberg en versión de concierto. El maestro Cambreling y la Sinfónica de la SWR celebrarán el 15 aniversario de la reapertura del coliseo.

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  • El nuevo Teatro Real cumple 15 años. Con tal motivo Gerard Mortier prepara nada menos que el estreno en Madrid de Moisés y Aarón de Arnold Schönberg (1874-1951). En este tiempo muchas cosas, generalmente buenas, han sucedido en la institución, que, de la mano de Juan Cambreleng y Luis Antonio García Navarro, hizo sus primeras singladuras. Quedó puesto en órbita a partir de un razonable manejo del repertorio y a la inclusión, ya en esa época, de obras infrecuentes y de esperados estrenos. El testigo fue recogido por Emilio Sagi, quien, con la gerencia de Inés Argüelles y de Miguel Muñiz, asentó las ya sólidas bases. Un trabajo que acabaron perfeccionando Jesús López Cobos y Antonio Moral, directores musical y artístico. Se buscó un mayor equilibrio y se dio paso al barroco. Con Mortier el Teatro mira más directamente a Europa y persigue nuevas vías de comunicación, con ancho campo para la experimentación y la siempre estimulante polémica.



    Cuesta creer que una de las obras fundamentales de la ópera contemporánea, como es Moisés y Aarón, haya tenido que esperar tanto tiempo para presentarse en la capital. Es sorprendente la elección, pero bienvenida sea. Lo que no se entiende es que se interprete en dos sesiones y en versión de concierto. Primero, porque la entidad, envergadura y dimensión de la partitura precisan de su plasmación escénica, como así lo entendió la anterior dirección del Teatro cuando apalabró una coproducción con la Ópera de Viena. Y segundo porque Mortier ha invitado a la SWR Sinfonieorchester Baden-Baden-Freiburg (la misma que intervino en San Francisco de Asís de Messiaen) y a la EuropaChorAkademie, una operación que va a costar un potosí: en torno a un millón de euros, según el Comité de Empresa.



    Al frente de la orquesta se situará de nuevo Sylvain Cambreling, que no es un maestro de gran personalidad aunque sí un buen trabajador del ritmo y un buen organizador de planos y voces. Probablemente le falte a este industrioso músico ese toque de electricidad, ese arrebato y energía necesarios para levantar una partitura tanto o más compleja que la de Messiaen.



    Dos veteranos cantantes capean las dos partes principales del extenso reparto: el barítono Franz Grundheber, ya conocido en la plaza, y el tenor Andreas Conrad, lírico ducho en papeles de cierto histrionismo. Grundheber encarnará a Moisés, una parte hablada en estilo sprechgesang, y Conrad será Aarón, a cuya disposición están los fragmentos cantabile más líricos insertos en una música que se edifica en torno a una sola serie de doce sonidos sobre la que Schönberg emplea hábilmente la técnica de la variación continua.



    Moisés y Aarón fue compuesta a retazos luego de ser trabajada a lo largo de varios años. La Ópera de Zúrich acogió su estrenó escénico en junio de 1957, seis años después de la muerte del compositor vienés. El tema esencial del libreto es el de la dificultad de comunicarse. Schönberg construyó una especie de parábola, un mensaje en buena medida autobiográfico que pone sobre el tapete la incapacidad del artista para dar a conocer, de forma inteligible, sus ideas. Aarón, hermano de Moisés, intenta traducir la inextricable palabra divina. Una labor condenada al fracaso y que no puede impedir los ritos orgiásticos del pueblo judío, a la postre ayuno de la necesaria fe. La tremenda exclamación de Moisés al final de la obra -"Oh, palabra; tú, palabra, que me faltas!"- es un resumen podríamos decir que trágico de la cuestión.